Algunas de las primeras experiencias exitosas de exportaciones o importaciones de cooperativas y productores particulares a través de las empresas estatales especializadas ya comenzaron a aparecer en nuestros medios de comunicación.
No obstante, no solo basta con la existencia de la normativa que desde agosto último permite dar pasos en esta alianza mutuamente ventajosa, pues el comercio exterior es un proceso complejo, en el cual todos los agentes económicos en Cuba tienen mucho que aprender.
De conversaciones con representantes de empresas, trabajadores por cuenta propia y socios de cooperativas no agropecuarias, se desprende que hay bastante interés por todas las partes, aunque todavía será preciso limar desconfianzas y engrasar mecanismos para que un producto cubano pueda llegar a triunfar en un mercado extranjero o para que los suministros que las formas de gestión no estatal requieren arriben con la puntualidad y los requisitos requeridos.
No debemos olvidar que a veces resulta difícil exportar incluso productos cubanos de reconocida tradición o de altas tecnologías que producen las empresas estatales, y que tampoco siempre las importaciones de insumos para el mercado interno consiguen arribar con la oportunidad y eficacia que se quisiera, ya sea por la feroz persecución que ejerce el gobierno de los Estados Unidos contra cualquier actividad económica que realice nuestro país, o por deficiencias en esa gestión que requiere tanta especialización.
Como pista para el triunfo en ese sendero que ahora empieza también para las formas de gestión no estatal, queda claro que llegan más rápido y en mejores condiciones los productores que ya tenían un conocimiento previo del mercado y de sus ahora posibles socios comerciales entre las entidades cubanas.
Nadie exporta ni consigue contratos de suministros favorables de la noche a la mañana. Quienes llevan un camino recorrido en el fomento de políticas de calidad, en la certificación de procesos y en la formalización de marcas u otros requisitos comerciales, saldrán con ventaja en esta sana competencia por vender y producir más.
En este sentido el productor independiente tiene que saber también ampliar su horizonte, y percatarse que las empresas especializadas en exportar e importar le pueden aportar vínculos y conocimientos muy específicos sin los cuales le puede resultar muy difícil realizar sus mercancías. Aspirar a una autosuficiencia o rechazar la idea de la intermediación de especialistas, no pasa de ser una ingenuidad ante la competitividad de los mercados internacionales, que puede ocasionar fracasos, pérdidas y hasta timos, para quien se aventure en esos caminos pensando que se las sabe todas, o que cualquiera que viene a Cuba a proponer un negocio es un dechado de virtudes y desinterés.
Las entidades tampoco deben subestimar la oportunidad de engrosar su cartera de posibles ofertas o negocios con las contrapartes extranjeras, a partir de nuevos productos y servicios, muchas veces de gran originalidad, que sin ser quizás a gran escala, sí podrían, como resultado de su diversificación, llegar a ser muy interesantes para sus finanzas empresariales, por no hablar ya de la necesidad que de ello tienen las arcas del país.
A los organismos rectores les corresponde monitorear la marcha de esta relación novedosa, y contribuir a destrabar cualquier obstáculo o freno no previsto que se presente por el camino, lo cual no solo es probable, sino que es casi inevitable.
Es preciso alertar además de la importancia de respetar los marcos legales amplios y relativamente sencillos que contienen estas recientes legislaciones sobre el comercio exterior, y no permitir que empiecen las iniciativas extrajurídicas que compliquen esos nexos o añadan requisitos o restricciones para que la forma de gestión no estatal consiga su propósito exportador o importador.
Lo bueno es que, finalmente, empiezan las historias prometedoras en este empeño de exportar e importar por productores particulares cubanos a través de sus nuevos socios empresariales del Estado, en una relación donde es urgente, como diría aquel viejo refrán, arrimarse al mejor árbol, para que el éxito les cobije.
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