La autora principal del documento, Delia Grace, epidemióloga y veterinaria, profesora del Instituto de Recursos Naturales de la Universidad de Greenwich en Londres, advierte sobre la necesidad de ampliar las investigaciones, sobre la base de tres décadas de estudio de las llamadas zoonosis, las enfermedades humanas que tienen origen en animales.
El texto, titulado Previniendo la próxima pandemia: las zoonosis y cómo romper la cadena de transmisión analiza los factores que están causando la emergencia de enfermedades, cómo los gobiernos deben aplicar una estrategia clave y por qué, si no se adoptan medidas, la próxima pandemia podría presentarse peor que la actual.
Miembro del Instituto Internacional de Investigaciones Pecuarias, con sede en Kenia, considera convenientes las analogías médicas, al considerar que si bien hay una respuesta a la actual crisis epidemiológica generada por el SARS-Cov-2, se ha limitado a tratar a los pacientes y suministrarles medicamentos para evitar complicaciones y curar la enfermedad.
También cree que las acciones se han encaminado a intentar rehabilitar al paciente para que vuelva a caminar y trabajar, pero si no se descubre de dónde viene el problema, los síntomas y el padecimiento pueden repetirse.
Grace reitera una y otra vez en el informe que el mundo se enfocó correctamente en la respuesta médica y en reiniciar la economía, pero a menos que no se vean cuáles son las fuentes de esta crisis habrá más pandemias.
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Prevalencia de las zoonosis
De acuerdo con los datos ofrecidos en el informe de Naciones Unidas, que parten de una búsqueda de infecciones emergentes en humanos entre 1934 e inicios de los 2000, muestran una tendencia al alza cada vez mayor de ese tipo de dolencias.
El 75 por ciento de esas enfermedades tuvieron como fuente animales salvajes y llegaron a las personas usando como puentes animales domésticos, especialmente pollos, cerdos y otros tipos de ganado, de los cuales hay muchos más en el planeta que fieras.
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Entre las más frecuentes se cita a la enfermedad de la vaca loca, la influenza aviar, el VIH-SIDA, y la gripe española, que se originó probablemente en aves y usó como puente pollos y cerdos y mató más personas que la Primera Guerra Mundial.
También otras no tan emergentes como la brucelosis, con un gran impacto en las poblaciones más pobres.
Con esos referentes se afirma que el motor impulsor de la emergencia de esos padecimientos es el comportamiento humano, entre otros factores, por la alta demanda de proteína de origen animal: carne vacuna, huevos, peces, pollos.
Ante el desmedido consumo de esos productos hay un incremento de la ganadería a escala industrial, porque las pequeñas granjas no son suficientes para satisfacer las elevadas solicitudes del mercado. Ello conduce a instalaciones con gran hacinamiento de animales de un mismo tipo genético y técnicas rápidas de crecimiento.
Como epidemióloga y veterinaria, Grace advierte que se está creando un hervidero de problemas, con animales hacinados y estresados, porque cuando están estresados en esas condiciones su sistema inmunológico se debilita, además de que en muchos países no son adecuadas ni suficientes las medidas de bioseguridad por estar en contacto con otros animales (roedores) o personas enfermas.
«Si hay un derrame de patógenos a humanos, el llamado spillover, puede crearse un problema alrededor del mundo», precisa en sus reflexiones recogidas por ONU Medio Ambiente.
En su opinión lo que vive hoy la humanidad es una enorme presión en los ecosistemas, impulsada por el aumento en la población, con un indetenible incremento de industrias extractivas en sitios como la Amazonía y África central, y acompañada por otras construcciones como las carreteras.
Tales condiciones favorecen el movimiento, los contactos y la salida de animales silvestres y exóticos, que en muchos casos son para satisfacer las apetencias de minorías élites.
Otro ejemplo negativo en términos de sanidad animal es la cría de pollos para producción de carne, los cuales en un 30 por ciento viven un acelerado proceso de crecimiento en condiciones de amontonamiento, lo que se traduce en la mayoría de las veces en emergencia infecciosas.
No menos importante en este asunto resulta el impacto del cambio climático, muy asociado a la expansión de enfermedades emergentes conocidas o no, y con cambios en sus patrones.
Entre ellas está el zika, que según estudios, probablemente existió durante siglos en animales en Uganda, pero luego emergió y se esparció por el mundo. También están las que se transmiten por vectores como los mosquitos, y cuya supervivencia se vincula al clima.
El ecólogo estadounidense Thomas Gillespie coincide con el criterio de que si no se atacan las causas de las pandemias, vendrán otras mucho más graves que la actual de la Covid-19.
Recuerda que la epidemia del SARS mató a cerca del 30 por ciento de las personas infectadas, pero no se transmitía fácilmente, a diferencia del SARS-Cov2 si se esparce fácilmente aunque en comparación no es tan letal.
Un tanto similar ocurre con las influenzas o con la viruela, patógenos que pueden controlarse con tratamientos, y están otros como el VIH o la malaria con los cuales los científicos llevan años buscando soluciones y vacunas efectivas.
Tales ejemplos demuestran que es imprescindible ir a las raíces, a las causas de cualquier enfermedad para controlarla y evitar males mayores, aun cuando se cuente con los medicamentos y los protocolos más efectivos. (Cira Rodríguez César / Prensa Latina)