Cuántas anécdotas podrían mencionarse sobre el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, de sus años de juventud, en la intensidad de la guerra y luego del triunfo de enero de 1959. La leyenda, incluso las fábulas, lo acompañaron siempre, mucho más a partir de aquel momento épico en que en medio de muy desigual combate esgrimió su aguerrida sentencia. “Aquí no se rinde nadie coj….”.
En los años de lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista en la Sierra Maestra, no pocos le llamaban El Negro Almeida y lo tildaban de un hombre alto, fuerte, al que era difícil vencer en cualquier modalidad de batalla; alguien que impresionaba por su físico. Nada de eso, era más bien bajo, nada extraordinario en su físico y sin ningún atributo que indicara violencia.
Luego del triunfo revolucionario en enero de 1959, la leyenda continuó creciendo, y no pocas personas le atribuían adjetivos bien alejados de su impronta y hechos en los que jamás participó.
Pero ciertamente, tales fenómenos ocurren con personas que constituyen hitos en la historia de los pueblos. En ellos se mezclan la leyenda y la fábula, la realidad y la grandeza. Y Almeida fue eso, porque humilde, con muy poca escuela, escaló los más altos sitiales, porque salió del pueblo al que nunca defraudó.
Hoy, a 11 años de su fallecimiento, reproducimos varios artículos y entrevistas publicadas por nuestro semanario y en las que el legendario Comandante es figura protagónica.
Y eso que no habló contigo antes
Confinado a la cárcel de la otrora Isla de Pinos tras el asalto al cuartel Moncada, un día destinado a visitas a los presos, Almeida recibió a Ventura, un amigo del reparto Poey, y le presentó a Fidel.
Al marcharse el líder revolucionario a departir con familiares, el amigo, admirado, le dijo a Almeida: “Macho, verdad que ese hombre impresiona, se ve que es un tipo grande, no solo de tamaño, sino por la forma en que mira”. Entonces el futuro Comandante respondió convencido: “Y eso que no habló contigo antes del asalto, porque seguro que te hubiera convencido y hoy estarías muerto o preso aquí con nosotros”.
Nunca llegó segundo al combate
En los días iniciales luego del triunfo revolucionario de 1959, el mismo amigo de juventud le preguntó al Comandante Almeida cómo él, sin ser una “gente de escuela”, ocupaba tan alta responsabilidad en el ejército victorioso; su respuesta lo impactó: “Ventura, es que yo nunca llegué segundo a un combate y jamás me fui primero”.
¿Ustedes saben por qué yo soy Comandante?
Durante un viaje hacia la loma del Yarey, donde se efectuaban las principales reuniones de la dirección administrativa y partidista de la provincia de Oriente ─en la que era el Delegado del Buró Político del Partido─ el rostro de Almeida denotaba seriedad, preocupación. “No veo avances en nuestra gestión de dirección”, dijo a sus acompañantes.
Al llegar a la reunión pidió que todos se quedaran sentados. Él se mantuvo de pie y dirigiéndose a uno de los presentes le preguntó si sabía por qué él era Comandante. Su mal humor no dejaba dudas.
El compañero respondió que se debía a sus valores históricos, a su participación en el ataque al Moncada, en el desembarco del Granma, la Sierra Maestra y en las tareas asumidas luego del triunfo revolucionario de 1959. Un aplauso sirvió de colofón.
Repitió la pregunta a otros compañeros, pero su rostro se mantenía serio. “Soy Comandante no solo por lo dicho aquí, sino porque nunca he dejado de cumplir una tarea que me haya confiado Fidel y esta de dirigir la provincia de Oriente corro el riesgo de incumplirla por la actitud de ustedes. No se engañen, voy a cumplir con Fidel.
“Les pido que rectifiquen su actitud, pues quien sea sustituido no va a ser para ir a dirigir a otro lugar. No, los destituyo, les quito el carro, si tienen oficio los pongo a disposición del Ministerio de Trabajo, o los sitúo como aprendices para que se ganen el respeto y consideración de los trabajadores”. Preguntó si alguien tenía algo que decir. Nadie respondió. La reunión terminó.
*Para la realización del presente material contamos con la colaboración del compañero Isauro Beltrán, miembro del Buró Provincial del Partido en Oriente en el tiempo en que Almeida fungió allí como Delegado del Buró Político. También con notas y recuerdos del compañero Ventura Manguela (ya fallecido), amigo de juventud de Almeida.
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Excelente, Gabino, excelente. Gracias y abrazos.