En el momento en que el país más necesitaba de una buena infraestructura sanitaria, muchos departamentos de salud en las ciudades y condados casi se derrumbaron y demostraron cuán mal equipados estaban para llevar a cabo funciones básicas, y mucho menos servir como última línea de defensa contra la amenaza más aguda para el país, destaca este martes un artículo del diario The Washington Post.
Epidemiólogos, académicos y funcionarios locales de todo el país dicen que el sistema de salud pública nacional es una de las muchas debilidades que continúan dejando a Estados Unidos mal preparado para manejar la pandemia del nuevo coronavirus.
Incluso antes de que golpeara la pandemia, las agencias de cuidados médicos habían perdido casi una cuarta parte de su fuerza laboral en general desde 2008, una reducción de casi 60 mil trabajadores, según las asociaciones nacionales de funcionarios de salud, acota el Post.
La principal fuente de financiamiento federal de esas entidades, el presupuesto de preparación para emergencias de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, se recortó en un 30 por ciento desde 2003.
La administración Trump propuso reducirlo aún más, y si bien el país gasta aproximadamente 3,6 billones (millones de millones) de dólares cada año en salud, menos del tres por ciento de ese monto se destina a la prevención y la atención primaria, de acuerdo con especialistas citados por el Post.
El estado ruinoso de la infraestructura de asistencia sanitaria de la nación nunca ha sido un secreto, expuesto una y otra vez por problemas como la crisis de los opioides y las persistentes disparidades raciales en el acceso a la atención médica y el tratamiento.
En un artículo publicado recientemente en la página web, la organización sin fines de lucro Trust for America’s Health, señala que la Covid-19 dificulta el acceso al tratamiento por abuso de sustancias, pues millones de personas perdieron o perderán cobertura de seguro médico por el aumento del desempleo.
Algunos temen buscar asistencia médica debido a la amenaza de infección, y se está haciendo relativamente poco para abordar los factores que elevan el riesgo de abuso de sustancias, como la falta de oportunidades educativas, económicas y la injusticia racial.
La doctora Stephanie McClellan, jefa de servicios médicos de la institución hospitalaria Tia Clinic, dedicada a la atención a la mujer, afirmó recientemente en un artículo que los resultados de salud de las féminas están empeorando a niveles nunca vistos.
Los directivos del sector en Estados Unidos todavía las consideran a ellas como ‘hombres pequeños’ con diferentes órganos reproductivos, lo cual es absurdo, por supuesto, y es tan perjudicial para las féminas como para el sistema sanitario en su conjunto, considera McClellan.
En medio de estas dificultades agravadas por la Covid-19, las contradicciones políticas en el Congreso norteamericano amenazan con poner en peligro la aprobación del presupuesto para el año fiscal 2021 que comienza el 1 de octubre próximo.
Un fallo en la asignación oportuna de los recursos a este sector también afectará los ya deprimidos niveles de la atención sanitaria en la nación norteña.
En ese debate, la Casa Blanca insiste en mantener su propuesta de 1,3 billones (millones de millones) de dólares para enfrentar la Covid-19, cantidad considerada insuficiente por los demócratas, quienes presentaron un proyecto que incluye 2,2 billones de dólares.
La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, rechazó la oferta del Ejecutivo e insistió en que esa propuesta hace caso omiso a las necesidades reales de los estadounidenses para enfrentar las calamidades que le impone la pandemia de la Covid-19 y sus efectos en la economía.