Con casi siete décadas vividas y algunos quebrantos tras voltear tantas páginas al almanaque, ascender las escaleras hasta un quinto piso, dos veces al día, resulta un desafío para Miriam Gutiérrez Cadalso. Pero cada vez que se abre la puerta de ese pequeño apartamento ubicado en el reparto 23 de Diciembre de la ciudad de Sancti Spíritus, rejuvenece.
Allí la espera – confinada en su torre mientras perduran los rayos del sol- Ashanty Pérez Barroso, una preciosa niña de 9 años, de rizos anaranjados y mejillas coloreadas por pequitas, con unos deseos inmensos de conocer el mundo a través de las lecciones que le ofrece la consagrada educadora espirituana.
Desde el inicio del curso 2019- 2020, Miriam es la maestra ambulatoria de Ashanty, una pequeña imposibilitada de asistir a la escuela por estar diagnosticada con Xeroderma Pigmentosum (XP), condición genética que afecta la piel y se agrava por la exposición a radiaciones ultravioletas.
Aún a la espera de la realización del examen genético que acuñe el diagnóstico (Estudio Cometa) y que le permitirá recibir todos los beneficios del Programa de Atención Integral a los Enfermos de XP en Cuba, desde el inicio de la edad escolar, ella ha recibido el apoyo incondicional del sector educacional, reconocen sus padres. Agradecen disponer de una maestra a tiempo completo, que le permite aprovechar las dos sesiones del programa educativo cubano como cualquier otro infante de su edad.
Tras cuatro décadas en el magisterio, y ya retirada de las aulas, convertirse en la maestra de esa niña, llevó a Miriam a colocar otra páginas en la historia de su extensa trayectoria profesional.
“Volver a enseñar me ha llenado de vida porque he logrado cumplir la función formativa y humanista del magisterio: más que impartir materias, nos conduce a sobreponernos a los obstáculos cotidianos de la existencia”.
“Con Ashanty trabajamos el mismo programa escolar de los niños del aula de tercer grado de la escuela primaria Federico Engels donde está matriculada. Esa institución facilita los materiales imprescindibles y los programas educativos correspondientes a ese grado. Es una niña muy inteligente y asimila los contenidos con facilidad. La sala del apartamento donde vive, es un escenario difícil como aula porque es un espacio reducido donde interactúa una familia numerosa- con otras dos menores-, pero hay cooperación y respeto por los horarios de clases.
“Lo más complicado ha sido romper las barreras de su carácter. A veces, es muy espontánea y otras muy tímida. Darle alas a sus preferencias y a sus sueños nos ha permitido establecer una gran empatía y cariño mutuo. Ella sueña con ser bailarina y la estimulo a eso. A veces me cuesta pararme, pero hago el intento de realizar los ejercicios correspondientes a la Educación Física y motivarla a bailar. Me la he ganado de esa manera”, comenta Miriam, con la sapiencia de una veterana de su profesión.
La experimentada educadora reconoce las habilidades de Ashanty para las artes plásticas. Por ello, al notar el agotamiento de las materias elementales, ocupa el tiempo vespertino en asignaturas como El mundo en que vivimos o Educación Laboral, donde la niña dibuja y moldea la plastilina, auxiliada por guantes porque sus manos se resecan y su piel se ampolla con frecuencia.
“Pretendo prepararla para la vida, que su limitación no le impidan ser útil a la sociedad. Hemos logrado que se inserte y hasta ha recitado poesías en las actividades nocturnas del barrio.
“La considero como un ejemplo para el mundo en estos momentos, porque respeta su confinamiento. En esa etapa, que no podía visitarla, las teleclases fueron maravillosas. Durante ese tiempo interactuamos a través del teléfono. Su mamá me traía las libretas y yo revisaba los ejercicios, le indicaba las orientaciones y está orgullosa porque aprendió el procedimiento de la división.
Ahora estamos listas las dos para reiniciar el curso y pretendo llevarlas hasta 6to grado. Ser maestra de Ashanty me llena de fuerzas para subir al hasta el quinto piso”, expresó Miriam.