El incremento de casos positivos a la COVID-19 en el país durante los últimos quince días, luego de los resultados muy alentadores que ya existían, ha motivado múltiples reacciones de preocupación, alarma y hasta indignación entre muchas personas.
En particular la situación en la capital y a partir del foco que originó una indisciplina en el municipio artemiseño de Bauta, motivan desde hace días comentarios y exigencias de la población cubana, para la adopción de medidas que permitan retomar el camino de la disminución de los contagios.
El anuncio hecho este jueves por las autoridades provinciales y nacionales en el grupo de trabajo para el control y prevención de la COVID-19 originó enseguida numerosas manifestaciones de respaldo, y también otras, de quienes piensan, incluso, que todavía podrían ser más severas las restricciones impuestas para ambos territorios.
El asunto, no obstante, va más allá de pedir un mayor o menor rigor, o debatir con más o menos pasión nuestras consideraciones personales, sino de comprender la importancia de cumplir, simple y llanamente, con lo que se nos pide hacer en este preciso momento, no antes ni después.
El desgaste que produce ya casi cinco meses de epidemia no nos puede llevar a la desmovilización, ni tampoco al desespero. No se trata de excederse, ni tampoco de subestimar los riesgos. Es indispensable mantener la ecuanimidad y la madurez, con el mayor aporte que podemos dar: nuestras propias acciones.
Hay que combinar la labor de persuasión con las exigencias administrativas, judiciales y sociales de todo tipo, para conseguir que si no existe la conciencia suficiente, o si la disciplina se resquebraja, haya modos de hacer prevalecer el interés colectivo sobre la dejadez o indolencia individual, con la participación y el apoyo popular.
Parecería una paradoja que hayamos sido capaces de acorralar con efectividad al nuevo coronavirus en su peor momento, a partir de una respuesta ejemplar de las instituciones y de la ciudadanía, y que en este momento donde hay ya más experiencia acumulada, y evidencia demostrada sobre cuáles son los métodos más eficaces de actuación, no consiguiéramos revertir el actual repunte de la enfermedad.
Argumentos para ofrecer, sobran. Desde el significado que desde el punto de vista humano tiene evitar el dolor y el sufrimiento a las familias y personas que podrían resultar afectadas por el SARS-Cov-2, hasta las implicaciones económicas y sociales que tiene para nuestro país, en condiciones tan complejas como las que vivimos en el mundo, la prolongación del control sobre esta epidemia por mucho más tiempo.
Lo complicado de esta pandemia es que nadie se logra salvar solo, y la gran interconexión entre los distintos territorios del país, y hasta entre naciones distintas, obliga no solo a preocuparnos, sino a ocuparnos, de manera conjunta, para que las soluciones en verdad lo sean.
Así que continuemos prestando atención, y tratemos de cumplir con lo que a cada quien le corresponde, para rescatar los indicadores favorables que ya demostramos que sí son posibles de lograr. Al final, lo que nos piden hacer, tampoco es nada del otro mundo.