Seducido por la ciudad de Matanzas, de quien confesó ser su eterno enamorado, a Eusebio Leal nada en la Atenas de Cuba lo flechó tanto como la Botica Francesa, imprescindible en la existencia de un hombre notoriamente fiel al sentimiento que le inspiró la hasta hoy conservada dama de 138 años.
Consecuente con su amor, siempre fue a su encuentro, al abrazo, al beso. “Antes de hacer cualquier cosa, primero debía venir este lugar, bautizado por él como un templo. Después hacemos lo demás, decía. Y eso a nosotros nos ha llenado de profundo orgullo”, confiesa emocionada Marcia Brito Hernández, directora de la emblemática institución, ubicada frente al Parque de La Libertad, en plena urbe matancera.
“A veces nadie sabía por dónde andaba el Dr. Leal. Él se las ingeniaba para entrar en su Botica Francesa, aunque fuera un momentico… Por su devoción con este lugar, por su demostrada admiración, se volvió una persona muy entrañable para nosotros”.
Por casi 40 años en su función de directora, Marcia no había integrado aún la plantilla del centro, cuando por vez primera el Historiador de La Habana quedó atraído por esa suerte de tesoro donde sobresalen los Ojos de Boticario de cristal bohemia y las porcelanas francesas que colman los estantes de cedro.
“Él siempre hacia la anécdota de la fascinación que le produjo la amable señora que, con voz muy dulce y suave, le explicó la historia de la Botica. Se trataba de Gardenia Tápanes, ya fallecida. Ella tuvo el honor de ser la primera en guiarlo… Luego nos tocó a Grisel, a María, Olga Lidia y a mí… Guardamos bellos momentos…
“A veces nos quedábamos calladas, porque él se ponía a contarnos esto y aquello. Ya lo sabía todo de un lugar donde ninguna pieza supera a otra en valor. Todo le gustaba, en todo hallaba belleza, porque para él todo aquí era imprescindible”.
Cuenta Marcia que justo esa devoción del intelectual le ganó un sitio especial en sus vidas y en la de la Botica Francesa, convertida en 1964 en Museo Farmacéutico. “Eso nos llevó a dedicarle al Dr. Leal la jornada por los 55 años de ese hecho, lo cual celebramos en el 2019. Al saberlo, nos dijo ser esa una honra inmerecida, algo solo entendible si se tiene en cuenta que la sencillez, modestia y decencia son de sus cualidades más notorias”.
No se pudo hacer realidad la iniciativa de la presencia del Premio Nacional de Ciencias Sociales en esas conmemoraciones. La enfermedad lo impidió. Sin embargo, “nos envió un mensaje de felicitaciones, que leímos a los trabajadores. Luego fuimos a La Habana para hacerle llegar el reconocimiento hecho por el pintor, poeta y diseñador matancero Rolando Estévez Jordán”.
Marcia guarda con especial cariño su último encuentro con Leal en Matanzas, acontecido en el contexto de la Feria Internacional del Libro, en marzo de 2018, ocasión en la que en la sala de conciertos José White el Historiador de La Habana recibiera la condición de Hijo Adoptivo de la ciudad de Matanzas.
“En aquel momento, varios organismos e instituciones lo homenajearon. Nosotros le regalamos la colección de etiquetas de los productos farmacéuticos patentados por el Ernesto Triolet Lelievre, fundador de la botica, que habían obtenido medallas en la famosa Exposición Universal de París de 1900”.
Luego de esa vez, recuerda con pesar, más nunca el prestigioso historiador volvió al Museo Farmacéutico. “En dos ocasiones fuimos a verlo a La Habana”, dice Marcia y se detiene unos breves segundos. “Estábamos pendientes de su quebrantada salud. Sabíamos de su esfuerzo por cumplir con responsabilidades en las cuales él era insustituible.
“La noticia de su muerte la entendemos como el final de un dolor largo. Es algo natural, pero increíble, porque lo símbolos no mueren y Leal es eso, un símbolo de patriotismo, de cultura, de defensa, valentía y entrega a la salvaguarda del patrimonio, condiciones múltiples que lo hacen un ser especial, tan especial, que deja de ser la persona que conocimos, para convertirse en un símbolo para la nación cubana y para muchos lugares del mundo”.
A pesar de los defensores de sus enseñanzas, de su quehacer, de su obra, Marcia teme que con la desaparición de Eusebio todo se haga un poco más difícil, desde el punto de vista de la gestión y protección del patrimonio, “eso me provoca cierto dolor”.
Sin embargo, señala, la reconforta, el buen equipo que dejó en la Oficina del Historiador: “Son personas muy preparadas, jóvenes que se han bebido de los conocimientos de Leal, de sus enseñanzas, de las posibilidades de superación que les dio”.
Para Marcia, “Leal se reveló en un completo educador y esa virtud la conocimos, la disfrutamos gracias al genio de Fidel Castro, que tuvo la inteligencia de ver las potencialidades de aquel muchacho y darle todo su apoyo. Gracias a eso, tenemos a La Habana Ciudad Maravilla, a la Habana vieja Patrimonio de la Humanidad y tenemos a un verdadero Leal, que como una vez escuché, supo llevar bien puesto su apellido”.
Si algo admira del autor del Diario perdido de Céspedes era su sentido de la decencia. “Era un ser pulcro, le gustaban las cosas bien hechas. Para nosotros representó la persona que más ha impulsado que la Botica Francesa opte por el premio . Él quería ver cumplido ese anhelo antes de morirse. No pudo ser. Ahora con más fuerza defenderemos ese compromiso. Matanzas lo merece, el Dr. Leal también”.
En varias ocasiones Eusebio le manifestó a Marcia lo que le hubiese encantado tener allá, en La Habana, una farmacia idéntica a la de la Atenas de Cuba. “Me decía, si se pudiera, la levantaría para colocarla en la misma Plaza de la Catedral”.
En honor al querido intelectual, una sábana blanca fue colgada en el balcón de la Botica Francesa. Ha sido el gesto de esta dama, a la que siempre Eusebio le fue Leal.