Vacilante oscilar de péndulo de El milagro secreto (libro Ficciones, Jorge Luis Borges) a La bella durmiente del bosque (versión en Todos los cuentos de los Hermanos Grimm). Cierta pretensión provoca: someter a Saturno (Padre Tiempo) antes de que nos devore.
Todo un año concedió Dios al judío Jaromir Hladík para que culminara su obra (El milagro secreto); un siglo el hada a la princesa Aurora hasta que llegara el príncipe (La bella durmiente…): ¿destino?, ¿azar?; creación de un tiempo para ellos dentro de un tiempo simulado dentro de un cuento de ficción…
Infinitas asociaciones permisibles (también la vida es un texto que se mueve extraño). Miro el reloj de pared y en solo dos minutos de lectura ha pasado todo un año en una oración de la historia; otro transcurrir… leo.
“Miserable en la noche, procuraba afirmarse de algún modo en la sustancia fugitiva del tiempo. Sabía que este se precipitaba hacia el alba del día 29; razonaba en voz alta: Ahora estoy en la noche del veintidós; mientras dure esta noche (y seis noches más) soy invulnerable, inmortal” (El milagro secreto).
El judío Jaromir Hladík ―apresado en Praga, el 14 de marzo de 1939, es condenado a fusilamiento el día 29 de ese propio mes, a las 9:00 a. m.― frente a la proximidad de la muerte pide a Dios que le conceda un año para terminar el drama en verso Los enemigos. “Otórgame esos días, Tú de Quien son los siglos y el tiempo”. El ruego de Hladík nos contiene ―aunque sus circunstancias difieran aparentemente de las nuestras―; lo presentimos…
Igual premonición será la que opere “… en tiempos remotos”, cuando en un lejano reino la primogénita de los reyes fuera también condenada a morir por capricho de un hada. “La princesa se pinchará con un huso en cuanto cumpla los quince años, y caerá muerta”; acaso siempre esa inminencia (todos estamos condenados para algún día preciso que desconocemos) nos haga crear otra posibilidad que nos dé un margen de justificar quienes somos. “La princesa no quedará muerta, sino durmiendo un sueño profundo que durará cien años”.
Así lo temporal acaece desde otra fuerza. Somos, quizás en literatura, quienes elegimos.
En El milagro secreto: “Un año entero (el judío) había solicitado de Dios para terminar su labor: un año le otorgaba su omnipotencia. Dios operaba para él un milagro secreto: lo mataría el plomo alemán, en la hora determinada, pero en su mente un año transcurriría entre la orden y la ejecución de la orden”. / En La bella durmiente del bosque: “… realizóse la profecía; (la princesa) se pinchó el dedo (…). En el mismo momento cayó sin sentido sobre la cama que había en el cuarto y quedó profundamente dormida. Y su sueño se propagó por todo el palacio”.
La Praga de Hladík, el deseo de Hladík en esa Praga, Borges, la Reina y el Rey, los Hermanos Grimm, la princesa Aurora, quienes leen y bifurcan sus historias, el vértigo de la confluencia… la certeza (o duda) de que algo escapa.
En los dos cuentos la detención del tiempo físico es concedida (al menos así lo perciben sus personajes, y también nosotros). Ciertos paralelismos en el modo de narrarlo… “Las armas convergían sobre Hladík, pero los hombres que iban a matarlo estaban inmóviles. El brazo del sargento eternizaba un ademán inconcluso. En una baldosa del patio una abeja proyectaba una sombra fija. El viento había cesado, como en un cuadro” (El milagro secreto).
“Y su sueño se propagó por todo el palacio. / El Rey y la Reina, (…), quedáronse dormidos, y con ellos toda la Corte. Y se durmieron los caballos en la cuadra; los perros, en el patio; las palomas, en el tejado; las moscas, en la pared… Hasta el fuego que llameaba en el hogar quedó inmóvil y dormido, y el asado dejó de cocer, (…). Amainó el viento, y en los árboles que rodeaban el palacio ya no se movió ni una sola hoja” (La bella durmiente…).
No obstante, sabemos que tanto el judío como la princesa se mueven, inevitablemente, hacia su destino (el de sus historias), que esa detención es fingida (necesaria/inmedible). “(Hladík) Dio término a su drama: no le faltaba ya resolver un solo epíteto. Lo encontró; la gota de agua resbaló en su mejilla. Inició un grito enloquecido, movió la cara, la cuádruple descarga lo derribo”. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
“No bien la tocaron sus labios (los del príncipe), la princesita abrió los ojos (…). Bajaron juntos y, despertando al Rey, a la Reina y a los cortesanos, todos quedaron contemplándose mutuamente con ojos de asombro. Y los caballos del establo se incorporaron y sacudieron; los perros de caza pusiéronse a brincar y menear el rabo; las palomas del tejado sacaron la cabecita de debajo del ala y, echando una mirada a su alrededor, emprendieron el vuelo; las moscas siguieron andando por la pared; avivóse el fuego del hogar, echó llamarada y se puso a cocer la comida; (…)”. Imposible definirlo.
Un profundo deseo nos lía, a fin de cuentas, somos invulnerables… como ellos. Un poco de redención en cada milagro; otro fluir (indetenible fluir) en el que imaginar la forma del Tiempo es un camino posible para desbaratar la estructura: ¡liberarnos!, antes de que Saturno nos devore.
El tiempo, siempre el tiempo…me gusta
Me encantó.
Excelente artículo, lo compartiré, felicitaciones a la autora.