El compromiso, el afán creativo y los resultados tangibles permiten valorar la fortaleza que representa para el país contar con los más de 200 mil integrantes de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (Anir).
Así lo corroboran los años transcurridos desde su génesis y en medio de complejos escenarios, que se remontan a inicios de la década de los sesenta cuando los trabajadores con el talento colectivo e individual garantizaron la vitalidad de fábricas y talleres ante el éxodo de técnicos y la carencia de piezas de repuesto motivada por la hostilidad de Estados Unidos hacia la Revolución cubana.
La llegada del período especial trajo aparejado nuevos avatares con un impacto negativo en todos los sectores algo que vino a reiterar —como ahora con el nuevo coronavirus— que entre cubanas y cubanos ha sido esencial la habilidad innovadora para sobrevivir y desarrollar la economía.
Claro, no podemos obviar que aunque existe, una legislación que protege las innovaciones y racionalizaciones, a la vez que estimula su realización mediante fondos para retribuir su aporte, no siempre las administraciones han sido suficientemente sensibles y hábiles para entender, favorecer y aprovechar el gran talento de nuestros aniristas.
Los recursos, en cualquier circunstancia, nunca son ni serán suficientes, de ahí que su administración, ahorro, conservación y crecimiento requieren del compromiso y participación efectiva de los trabajadores.
Para nadie es secreto que han sido y son incontables los equipos, maquinarias, procesos productivos y actividades de servicios que se han mantenido activos gracias al tesón que día a día dedican los aniristas. Para ese destacamento los retos son permanentes y no dejan de serlo en los momentos actuales.
De numerosos centros laborales fluyen iniciativas, muchas de ellas relacionadas con el enfrentamiento a la COVID-19, entre estas la confección de lavamanos múltiples utilizados en la desinfección con agua e hiploclorito al 0.1 %, ideados en el municipio guantanamero de Imías.
Sobresale la recuperación de ventiladores para procederes de respiración artificial y de una máquina de anestesia para la zona roja; ambos aportes provenientes del taller provincial de electromedicina en Sancti Spíritus.
No menos valiosas resultan, igualmente, las acciones que se realizan en centros de investigación científica y en talleres de reparación de ambulancias, ómnibus y otros vehículos de diferentes tecnologías, cuyas piezas de repuesto son deficitarias.
La contribución al combate contra la pandemia ya forma parte del historial laborioso de los innovadores y racionalizadores, una fuerza cada vez más útil, experimentada, capacitada, preparada y dotada de infinitas reservas en un país bloqueado y con recursos limitados.
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Acerca del autor
Graduado de Licenciatura en Periodismo, en 1976, en la Universidad de La Habana. Hizo el servicio social en el periódico Victoria, del municipio especial isla de la Juventud, durante dos años.
Desde 1978 labora en el periódico Trabajadores como reportero y atiende, desde 1981 temas relacionados con la industria sideromecánica. Obtuvo premio en el concurso Primero de Mayo en 1999 y en la edición de 2009. Es coautor del libro Madera de Héroes.