Este 23 de julio se cumplieron 24 años de la mejor actuación de la natación cubana en Juegos Olímpicos. La final de los 100 metros espalda en Atlanta 1996 reservó plata y bronce para un país que jamás había figurado en el podio a ese nivel. Rodolfo Falcón tocó detrás del estadounidense Jeff Rouse y muy pegado a ambos entró Neisser Bent. La felicidad de esas dos preseas permiten declarar esa fecha como la más vistosa y trascendental de este deporte en nuestro país.
Años después, pudimos conversar con ambos protagonistas para el libro Medallas al Corazón. Sirvan estos testimonios para conocer mucho mejor a los dos tritones más grandes que han nacido en esta isla.
Rodolfo Falcón: El hijo más grande de Neptuno en Cuba
Neptuno fue el nombre que los romanos antiguos le dieron al dios griego de los mares y los terremotos, Poseidón. Era representado como un hombre barbudo, aguantando un tridente y sentado en un caracol tirado por caballos de mar. En Cuba nació el 25 de octubre de 1972 uno de los hijos predilectos de este Dios, Rodolfo Falcón, aunque su representación siempre fue y es, la de un hombre delgado, con trusa y capaz de nadar aproximadamente 30 000 kilómetros en 20 años.
Falcón entró en la historia de nuestro deporte por el honor de tocar la gloria olímpica y mundial desde una piscina. Cuando dio la última brazada en el 2001 estalló el aplauso justo, emocionado y consciente de su pueblo. Sin embargo, el mejor tritón de la Isla en todos los tiempos conserva aún intacta muchas anécdotas de su carrera y las comparte ahora como si fuera la primera vez que enfrentara una entrevista
En medio de la tranquilidad de su hogar en El Vedado, y tras celebrar su cumpleaños entre amigos y familia, Falcón se dispuso a hablar de todo, por complicada y comprometedora que fuera la pregunta. Y otra vez salió a relucir su estirpe de hombre-Neptuno, o mejor, de Neptuno hecho persona.
¿Nadador por carambola?
«Sí, y escucha por qué. En mi familia no había tradición deportiva, pero yo quería de todas maneras ser deportista, como le sucede a muchos niños. Cuando estaba en tercer grado fueron a la escuela e hicieron captaciones para polo acuático. Hice las pruebas y me dijeron que fuera en septiembre a matricular. Llegué con días de retraso y como no quedaba capacidad para polo, el director me llevó para la clase de natación. Recuerdo que la profesora dijo que estaba un poco pasadito de edad, tenía nueve años, pero hice algunos exámenes en la piscina y decidió dejarme a prueba un tiempito, que se convirtió en 20 años”.
Pero 20 años de éxitos…
“Los momentos que viví en la natación son indescriptibles, son parte de mi vida más íntima. Me sentía realizado, pleno y no voy a negar que en ocasiones los extraño. Sin embargo, para llegar al éxito tuvieron que pasar muchas cosas. Nadar 14 kilómetros diarios, aproximadamente 2 000 al año y según algunos cálculos de periodistas no menos de 30 000 kilómetros en toda mi carrera. También sufrí muchas privaciones, dieta estricta, pocas fiestas, lejanía de la familia, y sobre todo el desgaste psicológico que provoca este deporte, quizás uno de los más solitarios en los entrenamientos”.
¿A qué aspirabas entonces?
“He dicho siempre que salí por Pedro Hernández, pechista que abrió la senda de triunfos internacionales para Cuba en la década de los ochenta del siglo pasado. Él me haló emocionalmente porque cuando entré al equipo nacional (1987) era el cuarto espaldista y dos años después fui campeón. El que va delante de ti es lo que motiva tu esfuerzo y el resultado final. Y hay que ser ambicioso para lograr medallas a cualquier nivel. Aspiraba a superar lo hecho por Pedrito, y lo logré. Llegué a estar entre los 10 primeros del mundo de mi especialidad por varios años”.
Con el punto culminante en los Juegos Olímpicos de Atlanta, 1996.
“Desde el punto de vista de resultado, la plata olímpica en Atlanta fue el tope, pero en cuanto a tiempo no. Mi mejor marca fue en los Juegos Panamericanos de 1999, en Winnipeg. Claro, aquella medalla en los 100 metros espalda —y el bronce de Neisser Bent en esa misma prueba— significó la mejor actuación histórica de la natación cubana y en lo personal, la mayor alegría, no sólo por haber tocado la gloria olímpica, sino por todo lo que representó para el futuro. Después de Atlanta, un entrenador norteamericano vino a Cuba 3 meses para ver cómo nos preparábamos porque no entendía que Cuba tuviera dos medallistas olímpicos”.
¿Y qué pasó la noche antes de la final olímpica?
“¿Cómo te enteraste de eso?”
Periodismo y revelaciones
“La noche del 22 de julio no podía conciliar el sueño. La experiencia me dijo que debía acostarme temprano, pero no logré dormir. Pudiera decirse que casi no dormí, que amanecí despierto, y dando vueltas en la cama. Ese día nadie supo nada sobre mi pequeño insomnio. Logré la concentración necesaria antes de empezar, y lo otro es historia. El 23 de julio, con una felicidad desbordada y después de compartir con toda la delegación, caí rendido. Apenas puse la cabeza en la almohada me quedé dormido”.
¿Por qué el retiro con 29 años?
«Me retiré con muchas ganas de seguir, aunque físicamente no era el mismo, incluso llegué a presentar pequeños problemas cardiacos. Si a eso sumas que no conseguí lo que esperaba en el campeonato mundial del 2001, en Japón, entonces la decisión pudo haber sido sorpresiva para algunos, pero muy acertada para mi porque perdí los deseos de nadar y anímicamente no estaba bien. Para un deportista de alto rendimiento, sobre todo para los que alcanzamos algún resultado, salir de la presión mental y física de los entrenamientos es un cambio muy brusco. Eso sólo se recupera poco a poco y así ha sido”.
¿Qué haces ahora: abogacía o natación?
“Un poco de ambas cosas. Me gradué de Derecho al retirarme y luego trabajé en la comisión nacional de natación, en la cual llegué a ser comisionado. Quizás soy el único abogado vinculado directamente a la natación, pero si de algo estoy seguro es que nunca voy a abandonar las piscinas”.
¿Cómo valoras el presente y futuro de Cuba en esta disciplina?
”El presente es duro, porque hay mucha menos gente nadando que cuando empecé en el Parque José Martí del Vedado. Y para aspirar a campeones hay que tener a miles de niños y jóvenes entrenando. En la actualidad pocas piscinas funcionan en el país. Antes teníamos condiciones materiales, pero faltaba conocimiento técnico. Y ahora que tenemos conocimientos nos golpean las condiciones materiales. Si llegamos a tener atletas de nivel mundial quedó probado que funciona nuestro sistema de entrenamiento. Pero este es la suma de muchos factores, incluido el fundamental y más difícil de conseguir: nadar todo el año, con frío o calor. Y en eso consiste la preocupación mayor para el futuro, pues sería penoso dejar caer nuestra natación después de tanto esfuerzo y sacrificio. Soy de los que trabajarán sin descanso por ese renacimiento que piden todos”.
¿Y la vida en casa, como padre y esposo?
“Me gusta la vida en familia. Y desde pequeño fui así. Ahora que estoy casado con otra nadadora, Luisa María Mojarrieta y tenemos dos hijos no he cambiado en nada. Mi mamá, mi hermano, mi esposa y mis hijos han sido impulsos necesarios en cada momento. Por supuesto, mis mayores premios son ellos, Rodolfito y Luly, a quienes educamos en nuestros mismos valores. Paseamos mucho, visitamos amistades y seguimos compartiendo en familia. En la casa ayudo en lo que puedo, aunque confieso que no sé cocinar.”
¿La suerte, la popularidad y los gustos?
“Hace poco en otra entrevista dije que me consideraba con suerte en la vida, pero en lo que respecta a la posibilidad y oportunidades dadas para hacer realidad mis sueños. Sobre la popularidad soy realista. La acepto, pero sin tanto bombos y platillos, porque puede hacerte daño. No me considero popular, aunque las personas me paran en la calle para saludarme. Eso lo veo como cuando dos amigos se saludan después de años sin verse. Leo mucho —en la época de atleta me costaba más trabajo— y no tengo predilección por un tipo de música. Voy sistemáticamente al gimnasio y nado al menos una vez por semana.”
¿Satisfecho, feliz?
“Me siento satisfecho con lo que he logrado y agradezco a toda la gente que me ha ayudado. Siempre pienso que hubiera podido hacer más dentro de las piscinas, pero querer virar la vida hacia atrás es una locura. Sí, soy un hombre, un padre, un deportista y un cubano muy feliz… «
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Neisser Bent: ¿Un pelotero dentro de las piscinas?
El sueño infantil de uno de los mejores nadadores cubanos de todos los tiempos, Neisser Bent, era ser pelotero como su padre Ricardo Bent William, primera base del equipo Isla de la Juventud. La lejanía de un estadio de béisbol y la coincidencia de tener una piscina cerca de la casa cambiaron batazos por brazadas y fildeos por kilómetros y kilómetros de nado diariamente.
“Cuando empecé en la natación a los 5 años le decía a mi mamá que me cambiara para la pelota, pero a ella le era más fácil, aunque cueste trabajo creerlo, llevarme a la piscina que al estadio por lo lejos que estaba de la casa. Después me enamoré del agua y entonces ya no hubo marcha atrás hasta hoy”, contó el tritón, retirado del deporte activo el 23 de junio del 2005 en los I Juegos del ALBA.
La huella más significativa del amor que siente por este sacrificado deporte son los más de 20 años que estuvo dentro de las piletas. “Nos cansamos mucho psíquicamente porque es aburrido entrenar solo tanto tiempo. No obstante, el promedio de edad a nivel mundial de los nadadores ha subido, y ello obedece a nuevas motivaciones que van encontrando”, explicó Neisser antes de sintetizar el tema con esta frase: “mientras tengas la mente entera puedes nadar todo el tiempo que quieras”.
La dicha de compartir una época con el más excepcional nadador antillano, Rodolfo Falcón, subcampeón olímpico en Atlanta 1996, multimonarca mundial y campeón panamericano en 1999 la recuerda con cierta nostalgia. “Un motivo decisivo en mi acelerado avance y en los resultados fue haber entrenado con Falcón. Él ya era un atleta de nivel cuando empecé en el equipo nacional y eso creó una necesaria y sana rivalidad entre nosotros”.
“Luego de su retiro busqué otros métodos como nadar junto a mariposistas o libristas, pero nada fue igual. Me hubiera gustado tener a alguien con sus características en mi estilo para sentirme presionado y lograr el nivel que tuve hasta 1998, cuando gané mis mayores premios”, acotó el espaldista, ejemplo de voluntad y entrega para la selección nacional que decidió su adiós del deporte luego del regreso de los Juegos Panamericanos del 2003 en República Dominicana.
EL BRONCE OLÍMPICO Y MÁS
“Para los Juegos Olímpicos de Atlanta nos preparamos muy bien —se refiere también a Falcón— e incluso realizamos bases de entrenamiento en Puerto Rico, donde llegamos a nadar 14 y 16 kilómetros diarios. También competimos mucho y hasta cumplimos una dieta estricta de alimentación acorde con los objetivos que nos propusimos. Falcón era favorito a luchar por medallas, pero yo iba sin pronósticos y logré ese bronce histórico”, comentó mientras pasaba la vista por varios álbumes fotográficos en su casa.
“Los topes míos en medallas fueron el bronce olímpico de Atlanta y los títulos mundiales en piscina de curso corto y en el Mundial Universitario al año siguiente. Después de 1998 me relajé un poco y aunque conté con la ayuda de todos, entrenadores, psicólogos, amigos y en especial, mi familia, no pude lograr lo que quería, regresar a la élite.”
Autocrítico con respecto a su desempeño en el último quinquenio antes del retiro, el fornido Hijo de Neptuno asegura que en ese período (1999-2004) pensó tomar un segundo aire con el mismo entrenador que lo llevó a la elite, Pepe Vázquez. Sin embargo, este último valoró de esta manera lo sucedido a Neisser: “perdió el ojo del tigre, es decir la ambición de ganar”, algo que los psicólogos trabajaron con él por más de un año.
Las condiciones materiales mínimas que requiere un deporte tan caro como la natación también le jugaron más de una mala pasada a Neisser. “La parte técnica y organizativa de nuestros entrenadores se probó a nivel mundial con las medallas obtenidas en la década de los 90 del siglo pasado. Sin embargo, las condiciones materiales se tornaron cada vez menos favorable, no sólo para el equipo nacional, sino para seguir desarrollando la natación en la base.
“De no revertirse eso, cada vez será más difícil lograr un campeón, una medalla en cualquier competencia centroamericana, panamericana y mundial. Por eso ayer nosotros y hoy los nuevos nadadores piden apoyo, condiciones mínimas, esas que pudimos lograr de 1994 a 1996 y dejaron medallas olímpicas y mundiales”.
Descansar y compartir con amistades son las opciones preferidas en el escaso tiempo libre que le quedaba en medio de los entrenamientos a este joven, impresionante a los diecinueve años con aquel tercer lugar olímpico y batallador luego por darle nuevos premios a su pueblo “La natación es parte de mi. La amo. Y por eso sufro las cosas que no pude lograr tras aquellos años de gloria”.
APRENDER A NADAR, PERO QUE SEAN PELOTEROS
Si de historia repetida se habla, Neisser Bent es categórico: “Quisiera que mis hijos aprendieran a nadar, pero que no fueran como su padre, es decir atleta de alto rendimiento. Los incentivaré a que sean peloteros como su abuelo y como quise ser yo”, añadió con extrema seguridad y cariño paternal.
Según sus propias palabras nunca fue blanco de críticas injustas por parte de la prensa, y mucho menos del pueblo, incluso en los momentos en que las cosas no le salieron bien. “La gente me paraba y preguntaba qué pasaba, pero sin reprocharme nada y sin hacerme críticas. En esos tiempos tampoco la prensa encendió ninguna polémica, tal y como sucedió en otros casos, sólo se resumió a darme confianza y aliento, los cuales agradeceré siempre”.
Casi en la despedida, Neisser retomó las interioridades de las piscinas: “Me gustaba entrenar y competir, aunque disfrutaba al máximo las competencias. El tema del retiro llegó sin grandes complicaciones porque lo había venido preparando desde meses atrás y ahora lo que más deseo es aportar con mi experiencia y conocimientos a la natación. Si antes decía ante cada nuevo ciclo olímpico: hay Neisser para rato; ahora puedo repetirlo con más fuerza si se trata de enseñar”.
La tarde termina y la conversación no es comparable a aquellas sesiones de entrenamiento, en las cuales el cansancio compartía espacio con la voluntad y la perseverancia. Sin embargo, parece fácil adivinarle un pensamiento al laureado tritón, de mirada complaciente y contradictoriamente dura. “Mami, gracias por las piscinas, pero tenías que haberme matriculado en béisbol”. Y entonces el arrepentimiento se lo lleva el viento.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.