La reacción daba por ganada la pelea. Envalentonada por la caída del socialismo en Europa del Este hasta hablaba del fin de las ideologías, de la historia. El neoliberalismo hacía lo suyo en el saqueo de los recursos de nuestros pueblos. De repente apareció un poderoso swing de izquierda salido de las inteligencias y voluntades del Comandante en Jefe de la Revolución cubana y del líder del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT).
En tan singular escenario, Fidel y Lula levantaron bandera y crearon un espacio de diálogo, concertación e integración de las fuerzas progresistas. Los revolucionarios debían continuar la lucha por la segunda independencia, la definitiva, avizorada por Martí tempranamente. Nacía el Foro de São Paulo (FSP) en los primeros días del mes de julio de 1990.
Medio centenar de partidos y organizaciones de izquierda de América Latina y el Caribe acudieron al encuentro inicial en el hotel Danubio de la ciudad brasileña. Era necesario entender lo sucedido, sacudirse de cualquier desesperanza, pasar a la ofensiva. Un deber supremo de juntarse a los pueblos, dolientes por siglos de explotación, llamaba a las organizaciones políticas, movimientos sociales, fuerzas de avanzadas a encabezar la batalla.
Aquel primer encuentro sumó un amplio espectro de formaciones progresistas de la región. Un núcleo inicial, integrado por el Partido Comunista de Cuba, el PT de Brasil, el Frente Amplio, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el Partido Comunista de Argentina y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), de México, echó a andar el espacio político de articulación que es hoy el FSP.
Fidel insistió en el principio que garantiza la victoria más temprano que tarde: la unidad. El camino se hizo espinoso. La última década del siglo XX se consideró perdida para América Latina, porque el neoliberalismo impuso sus reglas de depredación.
Pero hacia finales del decenio se encendió la luz. El Movimiento Bolivariano lidereado por Hugo Chávez dijo presente, triunfó en las urnas y su ejemplo irradió hacia no pocas naciones para dar clara señal de que en la nueva centuria los pueblos tomarían la palabra, las calles y las conquistas sociales que merecen.
Llegaron otros gobiernos populares: el de Lula da Silva, Daniel, Evo, Kirchner, Correa, Tabaré, Lugo; luego Dilma, Cristina, Mujica…
Cada encuentro del FSP es un esfuerzo de perseverancia en el trabajo de marchar unidos, en frente común, sobre todo hoy que proyectos de restauración conservadora se han salido con las suyas para llegar al poder, pero que como enseñan los zigzags de la historia ese hecho para nada es definitivo, porque los pueblos siempre tendrán la última palabra.
Grandes desafíos quedan por delante para los integrantes del Foro de São Paulo, más allá de trabajar por la unidad más amplia posible. Entre estos se cuentan fortalecer sus estructuras funcionales, lograr avances concretos en la formación de cuadros, el desarrollo de la comunicación política de estos, imprescindible en los tiempos actuales, la defensa de la identidad cultural como elemento de raíz para darle sentido a la lucha y agrupar las bases sociales que constituyen mayorías.
Un documento programático, Consenso de Nuestra América, sirve de guía en el presente para enfrentar la arremetida de la derecha y desbrozar el camino hacia los cambios políticos y sociales.
“Cuba es luz, compañeros. La Revolución cubana es el proceso más transformador ocurrido en el continente. En tal sentido es referente”.
La frase escuchada en la cita de Ciudad de México en el año 2015, cuando se celebraban los 25 años de la creación del FSP, emocionó entonces a los presentes, y emociona hoy, porque como verdad inmensa de emancipación martilla sobre las intenciones macabras de quienes defienden ese proyecto recolonizador llamado neoliberalismo.
La historia tiene sus coincidencias simbólicas, y en eso el mes de julio no se queda atrás. Justo en el período en que surgió el espacio político que significa el Foro de São Paulo ocurrieron en otros años sucesos como la independencia de Venezuela, el natalicio de Simón Bolívar; también el alumbramiento de su discípulo Hugo Chávez Frías; el asalto al cielo que fue atacar los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes; el triunfo de la Revolución sandinista…
¡Qué buen golpe de zurda aquel de hace 30 años, cuya contundencia llega hasta nuestros días, y promete más!