A las puertas de iniciar el mes de julio, no son pocas las incógnitas que tenemos por delante sobre cómo será este año el periodo vacacional por excelencia en nuestro país.
Con la mayoría de las provincias en la primera fase de la etapa de la recuperación de la epidemia de Covid-19, con excepción de La Habana, y luego de más de tres meses sin clases presenciales en las escuelas, así como muchos trabajadores que debieron quedar en sus casas y ahora tendrán que regresar a sus labores habituales, este julio y agosto serán sin dudas muy distintos a los que siempre conocimos.
Es cierto que existe a nivel nacional un plan de medidas con bastantes detalles, pero igual estamos ante una situación completamente novedosa, nunca antes vista, donde es imposible prever todas las variantes y complejidades que pueden surgir sobre la marcha.
No quiere decir esto que no pueda haber un disfrute de la temporada veraniega, pero la circunstancia impone dar continuidad a un conjunto importante de medidas de precaución, para evitar cualquier retroceso en el enfrentamiento al nuevo coronavirus.
Hace unos días yo mismo bromeaba en las redes sociales de Internet sobre lo inédito que será, por ejemplo, concebir las playas como espacios para una disciplina estricta. Sin embargo, está claro que ni esta, ni otras opciones recreativas tradicionales, las podremos vivir igual que hacíamos antes.
Las restricciones en el uso del transporte público, la limitación de capacidades de acceso a diversos servicios, áreas de recreo y centros culturales, las medidas de distanciamiento físico en restaurantes y otras opciones gastronómicas, son una necesidad para los meses por venir, de acuerdo con las recomendaciones sanitarias.
Aunque no resultará fácil ajustarnos a tales exigencias, y otras que podrían surgir en dependencia de las condiciones específicas de cada lugar, lo esencial será entonces tratar de colaborar en todo lo que esté a nuestro alcance con las autoridades locales para su más estricto cumplimiento.
Habrá que continuar con una ardua labor de comunicación social, para brindar a toda la ciudadanía, de una forma oportuna y lo más cerca posible al lugar de los hechos, la debida información y los argumentos sobre cada decisión en relación con el acceso y la forma de explotación de cada instalación recreativa, de acuerdo con las nuevas exigencias que nos impone la Covid-19.
Esa imprescindible labor educativa y de persuasión, sin embargo, también tendrá de seguro sus límites; pues ante la indisciplina o la desobediencia, sin consideración hacia las demás personas que podrían sufrir por ello daños a su salud, habrá necesariamente que reforzar la exigencia y control del orden público, con las medidas disuasorias que sean necesarias, en correspondencia con la actitud y la gravedad de las faltas.
La búsqueda de alternativas ya sea para el disfrute en familia, el entretenimiento a distancia, el ejercicio físico, la diversión sana, sin aglomeraciones ni riesgos innecesarios, pondrá a prueba otra vez la creatividad de nuestra gente, como lo hizo ya durante todo este segundo trimestre del año con la más estricta cuarentena, pero ahora para tratar de concebir una modalidad de vacaciones nunca antes vista, en este verano que, sin dudas, será… tan diferente.