Este sábado está de cumpleaños el célebre autor e intérprete Raúl Torres Rondón, quien nació “por accidente” en Bayamo, capital de la provincia de Granma, el 27 de junio de 1966, fecha en que su madre se hallaba de vacaciones en esa legendaria ciudad oriental, donde transcurrieron sus primeros tres meses de vida para luego retornar al hogar de sus padres en Matanzas, urbe que tanto ama y a la que le ha escrito varias canciones.
Este amigable y carismático artífice es autor de célebres títulos épico-revolucionarios, como Cabalgando con Fidel, en homenaje al Comandante en Jefe inmediatamente después de su partida hacia la inmortalidad —que alcanzó más de dos millones y medio de reproducciones en la página de Cubadebate en Facebook—; además de El regreso del amigo, dedicado al Comandante Hugo Chávez; Hotel Tulipán, a las víctimas del accidente aéreo ocurrido el 18 de mayo de 2018 en La Habana; y El último mambí, inspirada en la férrea personalidad del General de Ejército Raúl Castro, y otras muchas entre las que sobresalen Tambores de la Paz, compuesta como parte de la campaña mundial de Telesur contra las guerras en el mundo; Facebuuk, que recrea la polémica trascendencia de una de las redes sociales más concurridas en internet; y recientemente Desbloquéame, a través de la cual el artista exige el cese del criminal bloqueo de Estados Unidos contra nuestro país.
Sobre esta última ha reiterado que un tema así era necesario “y desde hace tiempo venía escribiéndola”.
Tres décadas de prolífica creación musical
Asimismo, en sus 30 prolíficos años dedicados a la composición musical, este exigente artífice que asegura: “a una canción se le ve nacer, pero no puedes predecir su destino”, prontamente ganó admiración entre el público, sobre todo al difundir algunos de sus más célebres temas como Candil de nieve (junto con Pablo Milanés), Se fue, Nítida fe, Hojarasca, Insondable María y Nevasca, junto a otras muchas en las que se destaca su sensibilidad creadora, así como su interés por resaltar valores, sentimientos y emociones humanas, desde una perspectiva poética y emancipadora.
Para el también Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, elegido el 18 de abril de 2018 en la Sesión Constitutiva de la IX Legislatura, la ciudad de Matanzas es su novia “poco correspondida”, a la que en la pieza titulada San Juan evoca a su padre y en Por la calle Gelabert, escrita junto con su hermana Elba, enfatiza: “Si en tu regazo no encuentro/ La paz que me prometí/ Mi barco abandonó tu puerto/ Y se trajo en sus bodegas/ Ecos de tu frenesí”.
“Quería matricular violín, pero estudiaba guitarra”
Cuando era niño asistió a la Escuela de Artes Mártires de Bolivia, en aquella urbe conocida como La Atenas de Cuba. “Quería matricular violín, pero estudiaba guitarra. Tenía un profesor muy viejito, se llamaba Reynold, el cual impartía clases en un horario muy tarde. Yo era un fuerte asmático y a los seis meses tuve que abandonar el centro. Después ingresé en la Escuela Secundaria Básica Ramón Mathiew, donde comienza mi vida como cantautor. Hicimos un dúo que se llamaba Los Compadritos y en varios festivales de la Organización de Pioneros José Martí, obtuvimos premios”, dijo a este redactor.
Pero su verdadera escuela, la de la música, la composición, la cultura general… y de la vida, fue su humilde hogar, en la barriada matancera de Simpson, donde en 1879 Miguel Failde Pérez (Matanzas, 1852-1921), con su célebre obra Las alturas de Simpson, hizo nacer la primera pieza de salón que se impuso ante el racismo y la discriminación, Baile nacional y Patrimonio Inmaterial de Cuba. “Crecí en un hogar de artistas, que supieron cultivar en sus hijos amor y respeto hacia el arte”, enfatizó Raúl.
Familia de artistas
“Mi padre —agregó—, llamado Humberto, nacido en Matanzas, se graduó en el primer curso de Instructores de Arte, en El Comodoro, La Habana. Era cantante y dramaturgo. Mi madre, Ayda, oriunda de un lugar llamado La Julia, cerca de Bayamo, fue asesora teatral. Tenían una activa vida dentro del mundo cultural matancero. Tengo otros hermanos que igualmente son artistas, como Germán, Caridad, Humberto y Elba”, quien lleva el control de la Casa productora del músico, Novilunio Zoom.
El inmenso y probado amor de Raúl por los héroes y mártires de la patria se manifiesta desde los 13 años de edad cuando hizo su primera canción, dedicada a Celia Sánchez, tras su fallecimiento en 1980. “Mi madre —dijo— me ayudó a hacer la composición, que luego obtuvo premio en un festival de pioneros aficionados”, evento en el que, en 1984, gané un viaje por los países del entonces campo socialista”.
“Nadie es profeta en su tierra”
Empedernido devoto del arte, siendo adolescente Raúl actuó en el grupo Teatro Arenas (aficionado), donde interpretó un papel en la farsa titulada La esquina de los concejales (1962), de Nicolás Dorr, bajo la dirección artística de Rafael Rivero. También fue utilero en un grupo que se llamaba Monserrate, donde podía “cantar si ponía y cargaba los bafles. Y lo hacía, con este cuerpecito flaquito, con tal de poder realizar mi sueño”. Después recorrió “toda Matanzas como luminotécnico de una brigada de montaje de espectáculos”.
Desde la infancia, hasta 1987, el persistente compositor y cantante nunca dejó de crear, hasta que en ese último año realizó su primer concierto, Raulito está loco, en la entonces sede de la Casa del escritor (Ediciones Vigía), bajo la dirección de Alfredo Zaldívar, quien hoy es director de Ediciones Matanzas.
Y como dice el viejo refrán “nadie es profeta en su tierra”, la música de Raúl fue prácticamente relegada de los escenarios matanceros, aunque cada vez era más prolífica. En ocasiones —evoca— no se le permitía cantar en espectáculos en los que otros interpretaran sus números.
Aficionado a la pesca y judoca cinta Marrón
El también aficionado a la pesca y judoca cinta Marrón, manifestó que comenzó a trabajar “en un cargo que se llamaba misceláneas, que en realidad era de mantenimiento, en la dirección municipal de Cultura. Más tarde, pude acercarme a mis aspiraciones, pues me designaron Instructor adjunto de arte. Hice grupos de aficionados en varias escuelas, hasta que me nombraron subdirector de la Casa de la Trova, en el Edificio donde estaba Ediciones Vigía. Corrían los años 1988 y 1989, tiempo en que formé mi primer grupo musical (piano, violín, bajo y batería). Con ellos interpretaba mis temas”.
El primer disco junto con Pablo Milanés
Un buen día, el joven cantautor tuvo la mejor de sus suertes. Lynn, la hija de Pablo Milanés, asistió a uno de sus conciertos. Se interesó por su música y se la comentó a su padre, quien luego recibió un casete especialmente grabado para él por el director de programas de Radio 26, Leo García, quien además tocaba el chelo.
“Pablo se enamoró de mi música —aseveró Raúl— y en agosto de 1989 me invitó a su espectáculo denominado Conciertos amigos, en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, donde también estaba Xiomara Laugart, quien interpretó varias de mis obras, como Se fue, Hojarasca, Atrapando espacios y Nítida fe”.
En el año 1990, Torres se fue a México, donde grabó su primer disco con Pablo Milanés. “Se llamó Canto de la abuela, y en él aparece por vez primera Candil de Nieve —cuyo lirismo y belleza ha estremecido a varias generaciones—, interpretado por los dos”. En aquel país estuvo un año. Para 1993 sus temas eran del interés de conocidos intérpretes extranjeros, como la carioca Simone, a la que durante un viaje a Cuba en ese mismo año, Pablo le dijo que le tenía un regalo: un concierto de Raúl Torres. “Ella se cautivó con mis canciones y me invitó a Brasil”. Allí hizo varios espectáculos hasta 1996. En ese periodo le nacieron dos hijas.
En La Habana de nuevo
Regresó a Cuba. Grabó su primer CD en solitario, Candil de Nieve, con PM Records. “Entonces comienza mi carrera artística”, enfatizó. Detrás vinieron infinidad de conciertos en La Habana, algunos con Pablo, y uno con Sabina en el Parque Lenin.
“En abril de1998 me fui a España a promocionar mi música, gestión en la que me ayudó mi hermana Elba, que ya estaba allí. En Madrid grabé Alas de Luz”. Cuando se cumplían 20 años de sus vínculos artísticos con Milanés, hizo junto con él un concierto en Cangas de Morrazo, región de la provincia de Pontevedra, en Galicia.
Raúl Torres ha compuesto temas interpretados, además, por Ana Belén, Alba Molina, SPS (las azafatas de crónicas marcianas), Alejandra Botto, Los Van Van y Mal de amores, entre otros. En el año 2005 hizo, con la participación de algunos de sus amigos, el disco Maqueta de Platino. “Se trataba de un boceto para alguna discográfica. Una de ellas se interesó en él y se comercializó en España con ese mismo título”, puntualizó.
En España hizo varias presentaciones personales y participó en las de Sabina durante sus giras por Islas Canarias, Alicante, Barcelona, Madrid… “En algunas participó Pablo”, expresó Raúl, cuyas canciones como Se fue, Candil de nieve, y Regrésamelo todo, eran recurrentes en la radio española.
Contrato exclusivo con el sello discográfico Colibrí
De vez en cuando el internacionalmente reconocido exponente de la cancionística contemporánea insular, daba sus vueltas por Cuba, y llevaba su música a la ciudad donde se formó en el duro batallar de la vida, cuyo gran Teatro Sauto lo recibió muchas veces.
“En el año 2007 regresé definitivamente, y unos meses después hice un concierto junto con Pablo en el Teatro Mella, del que surgió el CD Raúl y Pablo, con los temas que interpretamos allí, algunos conocidos y otros nuevos, como Por la calle Gelabert (o Príncipe sediento), en homenaje al poeta, dramaturgo y ensayista matancero José Jacinto Milanés (1814-1863)”. Esa obra evidencia su interés por cantarle a las figuras de la historia y la cultura nacional, entre ellas a José Martí, a quien desde los 17 años de edad ha dedicado infinidad de temas, algunos con letras de su padre y musicalizados por él, recurrentemente llevados a su peña en el Museo de la Revolución.
Hace alrededor de dos años, este prestigioso cantautor acometió el Proyecto Candil de Nieve, auspiciado por el Ministerio de Cultura y la Empresa de Promociones Artísticas y Literarias Artex S.A., en el Centro cultural Barbaram Pepito’s Bar, donde junto al concurrido público eran frecuentes las visitas de trovadores cubanos, consagrados y emergentes.
Con cerca de una veintena de discos grabados, Raúl Torres tiene un contrato exclusivo con el sello discográfico Colibrí, del Instituto Cubano de la Música, con el que —entre otros— ha grabado los discos Fénix de cristal, Rescate de un naufragio y Vendedor de nubes.
Imprescindible dentro del variopinto panorama musical cubano este amigable y carismático artista —“con juvenil apariencia física— celebra su cumpleaños con la satisfacción de haber conquistado la preferencia de la mayoría de los cubanos que admiran, disfrutan y respetan su extraordinario legado a la cultura nacional».
Gracias