En una entrevista realizada en la Casa Blanca el viernes 19 de junio, el sitio web estadounidense Axios informó:
«Cuando le preguntaron si tendría un encuentro con Maduro Trump dijo: —Quizás piense en eso … a Maduro le gustaría una reunión. Jamás me opongo a reuniones, como sabrá usted, rara vez me opongo a tener reuniones. Siempre digo que se pierde muy poco con tener reuniones. Pero de momento, he rechazado invitaciones.”
El contexto de lo que puede parecer una súbita inversión en la política venezolana de Trump está consignado en las recientemente publicadas memorias de John Bolton sobre la vida bajo Trump, cuyo título es “The Room Where It Happened” (La habitación donde sucedió: Una memoria de la Casa Blanca). Según Bolton (tal como se cita en Axios), a pesar de que ha cargado a cuestas todo el peso diplomático que el gobierno estadounidense le echó encima, los sentimientos personales de Trump respecto de su protegido eran ambivalentes:
“A su parecer Guaidó luce ‘débil’ en contraste con Maduro, cuya figura es ‘fuerte’”.
“Ya en la primavera [de 2019], Trump empezó a calificar a Guaidó como el ‘Beto O’Rourke de Venezuela’, [refiriéndose al candidato del Partido Demócrata a las elecciones presidenciales de 2016 que Hilary Clinton venció] —difícilmente el tipo de cumplido al cual un aliado de los Estados Unidos podría esperarse.”
En el vocabulario de Trump, el calificativo honorífico aplicado a O’Rourke equivale a “perdedor”; vocablo que emplea cuando critica a opositores políticos. Es posible que la tentativa de comunicar con Maduro, contrariamente al hecho de aferrarse a una causa perdida, como incluso Trump lo consideraba, tenga sus raíces en deliberaciones anteriores sostenidas por miembros del gabinete de Trump.
Todo contacto eventual entre Trump y Maduro es una discusión controvertida aún no concluida que deriva de los medios corporativos estadounidenses, la Casa Blanca y tal vez de Bolton. De hecho, al día siguiente de que Trump parecía mostrarse abierto a discutir con Maduro, el 22 de junio, tuiteó.
“Solo me reuniría con Maduro para discutir una cosa: ¡su salida pacífica del poder!”
No obstante, “reunión” y “discutir” son términos que resuenan todavía en las noticias. Por ejemplo, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, aseguró el día 22 de junio que sostendría una reunión con su homólogo de Estados Unidos (EE.UU.), Donald Trump, teniendo como premisa el respeto mutuo.
Por otra parte, el hecho es que, tras las revelaciones antes citadas, Trump evalúa su “discusión” en posición de debilidad. Tal como Trump lo admite, su consagrado “presidente” es hasta la fecha un fracaso rotundo.
La situación en Canadá difiere. De momento es posible tomar medidas, ya que no hay nada que esperar. El gobierno de Trudeau desempeña un papel preponderante en la implementación de la política de cambio de régimen, impulsada por Trump, a través del derechista Grupo de Lima con la manifiesta ambición de derrocar a Maduro e instalar a Guaidó.
Es un momento oportuno porque el 17 de junio, el gobierno de Trudeau sufrió una humillante derrota en su notoria candidatura para obtener un mandato en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Una de las puntas de lanza que captaron la atención en las semanas que precedieron a la votación fue la estrecha relación de Trudeau con Trump. De hecho, muchos canadienses han calificado esto de servilismo.
Esta consideración incluso se hizo visible en editoriales de medios corporativos que abordaban la derrota. También bajo escrutinio en la debacle del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se ha mencionado el incumplimiento del derecho internacional y las resoluciones de Naciones Unidas por parte del gobierno de Trudeau.
En resumen, desde el 17 de junio, Trudeau no tiene ni mandato internacional ni nacional para desarrollar una política exterior como lo ha hecho desde su llegada al poder. De concierto con otras organizaciones populares y personalidades, el Instituto Canadiense de Política Exterior (Canadian Foreign Policy Institute) contribuyó presionando el voto contra la candidatura de Canadá y creando apoyos internos para respaldar los llamamientos internacionales.
Si Trudeau quisiera compensar sus errores pasados y mostrarle al mundo que realmente existe una diferencia entre los EE. UU. y Canadá, y que quizás no respaldemos cada movimiento de Trump, ¿qué mejor oportunidad para sacar provecho de la breve apertura de Trump hacia Maduro?
¿Por qué Trudeau no declara que, a diferencia de Trump, le gustaría tener discusiones justas y abiertas con Maduro, como debería hacerlo cualquiera que cree en la “adhesión universal a la primacía del derecho”? Desde luego, se requiere valor para hacerlo. Pero esto se acerca mucho más a los “valores canadienses” que lo que Trudeau ha estado repitiendo en las últimas semanas. Una postura de esta valentía también constituiría una refutación de los métodos pertinaces y dictatoriales de Trump.
Desde la votación del 17, el Instituto Canadiense de Política Exterior, alentado por sus triunfos y el de otros en romper la barrera habitual de los principales medios informativo, está siguiendo lo que muchos ven como un mandato de la ciudadanía. Por consiguiente, hace un llamado para llevar a cabo un debate popular y consultas sobre política exterior en estos términos:
“Excelentísimo Primer Ministro Trudeau:
Es hora de reevaluar fundamentalmente la política extranjera de Canadá
La siguiente es una de las 10 preguntas que se le hacen.
- ¿Por qué se implica Canadá en los esfuerzos para derrocar al gobierno de Venezuela reconocido por Naciones Unidas cuando esto implica una violación manifiesta del principio de no intervención en los asuntos internos de otros países?
Trudeau ha admitido que debe realizar una reflexión profunda sobre una política exterior que atrajo el rechazo categórico de los Estados miembros de Naciones Unidas. Al revisar su política nociva y fallida hacia el pueblo venezolano, contribuiría a una atmósfera indispensable de discusión y consulta sobre la política exterior de Canadá impopular y vetusta.
Acerca del autor
Arnold August, periodista y conferencista canadiense, es el autor de los libros Democracy in Cuba and the 1997–98 Elections (1999), Cuba y sus vecinos: Democracia en movimiento (2014) y Relaciones Cuba-EE.UU: ¿Qué ha cambiado? (2018). Es un colaborador de Trabajadores. Twitter: @Arnold_August FaceBook: Arnold August
Muchos canadienses se avergüenzan del servilismo de Justin Trudeau… Ha manchado el legado de Trudeau padre… Ya se sabe algo y también intuye el por qué de esa postura.
Muy bueno este artículo.