Como el aroma de una buena sazón, lo óptimo no se puede esconder. Eso ha sucedido con el hotel Velasco de la occidental provincia de Matanzas, la instalación de Cubanacán por estos días sobrada en arte de la culinaria y en la defensa de su economía.
Situada en la urbe capital del territorio matancero, muy cerca del céntrico Parque de La Libertad, la instalación de la marca Encanto rinde honores a su procedencia y consigue deleitar diversos gustos, lo mismo con comida criolla que con su ya famosa repostería.
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Imandra Rodríguez asegura venir dos o tres veces por semana a comprar ricas palmeras, luego le agrega dulce de guayaba, una combinación que le sabe a gloria, confiesa, mientras las envuelve con cuidado para preservarlas hasta llegar a su casa y distribuirlas urgentemente. “Nada más entro y ya todos esperan con las manos estiradas”, dice y se va feliz con su botín.
Detrás de ella le sigue Grisel Armenteros, otra cincuentona inclinada al pan de molde, una forma que tiene de complacer a su esposo, acostumbrado a comerse un par de tostadas antes de irse al trabajo. “Él no engorda, pero yo sí. Esto con mantequilla es una delicia…”, sonríe, mientras guarda la barra.
Al igual que Imandra y Grisel, otros habitantes de Matanzas llegan al Velasco en las mañanas para esperar por sus ofertas. La cola se hizo común por parte de un pueblo que convirtió al Velasco en alternativa de alimentación en tiempo de la COVID-19.
Conquistar el paladar
Yosbany Fernández Pérez, el chef del Velasco, explica la diversidad de las ofertas de un sitio donde un día antes deben hacerse los encargos de la variedad de menú para llevar, lo mismo de los platos incluyentes de pollo, hamburguesa o los cakes. También le prestan servicios a las empresas. “No hemos parado en este tiempo de la pandemia”, confiesa satisfecho.
Cerca de la cocina donde prepara sus delicias está la dulcería. El panadero-repostero José Evangelista Hernández Escalona se ufana de la aceptación de todo lo que pasa por sus manos. “Aquí todo se vende. No queda nada para el día siguiente”, asegura, mientras pasa el rodillo por la estiradísima masa de las palmeras.
Azúcar blanca, manteca, harina, un trío de ingredientes para salir corriendo, le digo y él asienta con un movimiento de cabeza. Así y todo tienen tremenda salida las palmeras. “Estas de ahora son la segunda tanda de la jornada”, acota sonriente.
Por encima de las palmeras hay otras preferencias, aclara. En la posición uno está el pastel (relleno con carne o con mermelada de guayaba), luego el doboch y el pay de coco, precisa. “Lo importante es hacerlo todo con la misma calidad, conquistar el gusto, quedar bien con los clientes de antes de la COVID-19 y los que hemos ganado con la llegada de la pandemia”.
El apoyo al comercio minorista, con la elaboración y venta de alimentos, devino inteligente vía para mantener activa la fuerza en un sitio donde el habitual expendio de alimentos listos para consumir aumentó en cantidad de las ofertas y en su variedad.
Sin embargo, cuando el 11 de marzo Cuba informó la llegada del Sars Cov2 a la Isla, el Velasco venía registrando un comportamiento en sus ingresos que no se recuerda en la historia de sus nueve años, desde la reapertura en diciembre de 2010.
Yelena Gómez, subdelegada de Cubanacán en la provincia de Matanzas, se refiere con satisfacción a las utilidades acumuladas al cierre del mes de mayo de este 2020, todo un suceso para un hotel habituado a operar con pérdidas económicas.
La tesis de que un colectivo se parece mucho a quien lo dirige parece funcionar en el Velasco. Lianny De la Rosa Betancourt, su joven directora, no lleva aún un año en la instalación. Asumió el cargo exactamente el 10 de septiembre de año 2019.
Desde entonces ella y su equipo no han parado en el propósito de sacar al Velasco de su penuria financiera, cumplir los planes de ingresos, posicionarlo como auténtico producto de cuidad, un empeño que cualquiera pudiera comprobar en su activa gestión en las redes sociales.
Pese al inobjetable perjuicio global del nuevo coronavirus a la industria de ocio, resulta estimulante el saldo de utilidades solo con el expendio de comestibles, apunta De La Rosa Betancourt, a lo que agrega con orgullo el récord obtenido en febrero, el segundo mes del año donde los clientes foráneos y nacionales sobrepasaron la cifra de mil, “lo cual nos llenó de regocijo”, reconoció.
En el mes de junio, acotó, han seguido teniendo un óptimo comportamiento como consecuencia de los expendios y esperan concluir con óptimos resultados, debido a la alta demanda y aceptación de ofertas como los dulces, lo cual constituye el 30 por ciento de las ventas totales.
De una escuela formadora de cuadros como el emblemático Sol Palmeras, el treintañero hotel mixto más viejo de Cuba, proviene esta mujer, líder de un colectivo que en medio de tan desafiante epidemia decidió no distanciarse de la misión de ofertar servicios y prefirió quedarse cerca de sus clientes, serles fiel a los que siempre se han alojado en las elaboraciones del Velasco.
Tanto ha trascendido la labor de la instalación matancera, que la brigada del Velasco se convirtió en la primera del país en recibir la bandera Elpidio Casimiro Sosa González, un gesto con el que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Hotelería y el Turismo premió la actitud del hotel del grupo Cubanacán.
Junto con la elaboración de alimentos, su colectivo realiza labores de mejoras a la instalación y capacita a su personal con las normas de bioseguridad para la etapa postpandémica, un momento al que el Velasco llegará en una muy buena posición económica y fogueado en el arte de encantar con su culinaria.