A la espera de las guaguas –que los trasladarían a La Cubana para un merecido descanso luego de intensas jornadas de trabajo– iba construyendo en mi cabeza el cuestionario. Junto a las máximas autoridades del Municipio y del sector de la Salud aguardaba a los ocho médicos que culminaban su servicio en centros de aislamiento y de atención a sospechosos.
Ver sus rostros agotados y el nervio que hablar para una grabadora les producía, me desarmó la coraza de “periodista dispuesta a entrevistar” y supe que solo con una conversación relajada podría conocer las vivencias de los galenos que tenía delante.
Para mi sorpresa todos jóvenes, aunque esa jovialidad se camuflara entre el cansancio y los nasobucos.
Iván Rubén: Mezcla de emociones
A Iván lo reconocí enseguida y no dudé en abordarlo primero, estudiamos juntos en Secundaria, por lo que sabía su edad, 28 años. Solo que hoy su carta de presentación sonaba más imponente, doctor Iván Rubén Portuondo Farrat, residente de tercer año de la especialidad de Cirugía General.
Conocía, además, que lleva el peso de un apellido sobre su espalda –su padre, el doctor Iván Portuondo, muy reconocido en esta Isla, y su madre, Finita, con muchos años dedicados a la enfermería–, cartas que juegan a veces a su favor y otras en contra, pues las comparaciones y expectativas son inevitables.
Le pedí que me hablara de ellos, de lo que expresaron cuando supieron que les tocaba estar 14 días internos de cara al peligro.
“Mis padres conocen las interioridades de la medicina y también las dimensiones del riesgo, fue una mezcla de emociones para todos; al final primó el orgullo de saber que yo iba a cumplir con mi deber y me dieron todo el apoyo del mundo».
“Creo que nadie se prepara lo suficiente para una situación como esta, para lo nunca visto, mas lo importante es dar el paso al frente. ¿Miedo?, no sé si miedo, pero sí preocupación por mis pacientes, por el resto del personal sanitario, por la familia».
“Ahora que la situación del Municipio está controlada toca desestresarse, cambiar el chip y enfocarnos en el descanso para, pasados los 14 días, volver a ponernos la bata y seguir batallando por la salud del pueblo pinero”.
Armando: Salimos vivos, sanos y victoriosos
Tras esas palabras volvió a hacerse el silencio y ante mi cara de preocupación empezaron a decir : “Armando, vamos, tú sabes hablar, te toca”.
El doctor Armando Sánchez Leal, residente de primer año de Cirugía Plástica y Caumatología, tiene 26 años y es muy alto, corpulento, como esas personas que uno supone serias y duras. Por eso me tomó por sorpresa cuando vi sus ojos humedecerse mientras me aseguraba que nunca se había planteado ponerle pausa a su vida “normal” para hacerle frente a un enemigo invisible.
“Quizás un joven de mi edad en otro país tuviera intereses distintos, pero nosotros nos hicimos médicos, para esto estudiamos».
“Al principio temí por mi familia porque no empezamos en los centros de aislamiento a tiempo completo. Al inicio íbamos y regresábamos por la noche a la casa y tenía miedo ponerlos en riesgo, así que deposité toda mi confianza en los protocolos sanitarios.
“Hoy más que siempre estoy convencido de haber tomado la decisión acertada al escoger esta profesión que es una vocación. Somos el vivo ejemplo de que sí se puede, de que quienes intentan empañar con calumnias la labor del personal de la Salud cubana no conocen nuestra realidad porque aquí atendimos a los pacientes y ellos y nosotros salimos vivos, sanos y victoriosos”.
Liannys: La mayor gratificación
Cuando dijeron que la doctora Liannys Videaux Basulto, residente de primer año de la especialidad de Nefrología, la más joven del grupo, solo tiene 24 años, la pregunta salió disparada. ¿La juventud está perdida?
“No, para nada. Es ahora cuando la juventud se está alzando, esta ha venido a ser la Sierra Maestra de mi generación, hicieron el llamado y aquí estamos, no es fácil, pero se asume con valentía».
“Las personas no siempre hacen caso a los anuncios y las recomendaciones de la Salud porque piensan que exageran, pero hay que estar adentro para saber lo que es preocuparse y ocuparse por atender bien a los pacientes y no contagiarse del virus».
“En lo personal esta experiencia me deja algo muy claro: superarse no puede ser una palabra más, sino una acción constante. Que las normas de bioseguridad no son solo para contingencias y ver a un paciente volver sana a su día a día, sabiendo que fuiste parte de ello, resulta la mayor gratificación recibida”.
Y con eso me bastó, sabía que ellos tres hablaban por los ocho, por los cientos de trabajadores de la Salud en la Isla y los miles del mundo. Me fui convencida de que a partir de ahora mis aplausos de cada noche resonarán más alto.
(Tomado de Periódico Victoria)