Una noche entera de vigilia en la cabecera de los enfermos; y, sin perder la perspectiva de su responsabilidad, varias veces el viaje imaginario a Jamaica, su pueblito natal del municipio de Manuel Tames, en el extremo más oriental de la provincia cubana de Guantánamo, donde habita otra parte de su cuerpo y de su alma.
Así recibió la enfermera intensivista Aislena Vargas Ramírez, el Día de las Madres, pues cumplía su turno de guardia en la sala de cuidados intensivos del Centro de Diagnóstico Integral (CDI) Alcides Rodríguez, ubicado en la parroquia El Valle, municipio de Libertador, en Caracas.
Con extrema sinceridad me dice “en estos momentos mi mayor deseo es estar junto a la familia, mis niñas Anabel y Carelia Susan, que son lo más grande; mi mamá Sorayda; mi madre mayor Ana Lidia, convertidas en mi retaguardia segura, y mis hermanos”, se les humedecen los ojos y su mirada trasciende la distancia física que la separa de sus seres queridos.
Fidelidad y compromiso
Hoy hace tres años que llegó a Venezuela, “sabía que me iba a enfrentar a enfermedades conocidas solo en la literatura y a otras situaciones difíciles por la amenaza constante del imperialismo, pero vine dispuesta a prestar mis mejores servicios donde más me necesitaran”, enfatiza
Arribó a Caracas el 10 de mayo del 2017, “en plenas guarimbas”, afirma y recuerda “aquello era horrible y yo pensé que no íbamos a sobrevivir esa situación y la pasamos y la vencimos. Todos sin miedos, aunque era algo inusual para nosotros”.
En el CDI María Genoveva Guerrero, ubicado en Montalbán, Caracas, comenzó su recorrido internacionalista, “es uno de los centros centinela, que atiende, además, a los colaboradores cubanos que lo requieren, dispone de muy buenas condiciones materiales para hacer el trabajo y de personal médico y de enfermería con mucha preparación”.
Desde el 8 de octubre de 2018 continúa su arduo bregar en el CDI Alcides Rodríguez, donde hace equipo con su esposo, el doctor intensivista Romilio Mir Martínez, y juntos como en el policlínico de Jamaica batallan por restablecer la salud de los aquejados.
Y ahora la COVID-19, ¿un reto mayor?
“Atendí a una paciente de 23 años positiva de Sars-CoV-2 que hizo un distrés respiratorio. Enseguida la acoplamos a la ventilación mecánica invasiva, la remitimos a un hospital de Caracas y sobrevivió.
“Hace tres días, ya recuperada, ella nos visitó junto con su madre, nos dio las gracias y en los ojos se les veía el agradecimiento, los enormes deseos de abrazarnos y besarnos que ahora la enfermedad impide.
“Entonces, remarca, una siente tremenda satisfacción por haber correspondido a esa confianza de poner la vida en nuestras manos y comprende que estos sacrificios bien valen la pena, aunque nos impongan nostalgias, añoranzas por la familia y por la Patria”.
A pesar de que acumula ya 13 años como intensivista y está acostumbrada a lidiar con pacientes graves, críticos, “eso fue algo estremecedor, lamenta, una experiencia nunca antes vividas, porque esta enfermedad es diferente, desconocida para todos y sus síntomas provocan estrés, impaciencia, desesperos, temores, una difícil situación psicológica”.
¿Entonces, cómo contribuyes a la relajación del paciente?
“Con carisma, con mucho apoyo y mucho amor, que son piedras angulares de la escuela cubana de Medicina que nos forma con los principios de humanismo, y eso ayuda al equilibrio emocional y a la recuperación de los enfermos”.
Día de las Madres en otras tierras
“En estos momentos lo que más deseo es estar con mi familia, con mis niñas que son los más grandes, mi mamá, mi abuela, mi retaguardia segura, sé que nuestros sentimientos coinciden, pero todos reconocen la importancia de esta misión, que la Revolución ha confiado en mí y no la voy a defraudar. Voy a cumplirle y bien. Ellos están preparados para eso.
“A las niñas les envío vídeos de cómo me quito y me pongo el traje de seguridad para que estén tranquilas y vean que cumplo las medidas de seguridad. Insisto en que sí yo me cuido todo va a estar bien. Y que contamos con los medios necesarios para protegernos. Eso no puede ser una preocupación para ellas.”
Y su firmeza tiene bases sólidas, “en Fidel que nos inculcó esos sentimientos de humanismo, de internacionalismo; a nuestro pueblo que ha dado numerosas muestras de entrega y a mí familia consciente de la importancia de esta labor”.
Hasta el jueves pensaba que le faltaría, también, el acompañamiento de su esposo Romilio, quien cumplía el periodo de cuarentena después de tratar a un paciente sintomático de Covid-19, “pero no, solo fueron sospechas, dice y sonríe, las pruebas dieron negativo y este domingo en el descanso postguardia estaremos juntos”.
Con su actitud Aislena y sus colegas honran el humanismo de la heroína Celia Sánchez Manduley, en el centenario de su natalicio, y el Día Mundial de las Enfermeras, este 12 de mayo, que reconoce en Florence Nightingale el ejemplo infatigable de esta profesión que hoy asumen más de 20 millones de personas.
Aislena sigue con valentía a la vanguardia en el enfrentamiento de la pandemia, consciente de que en Cuba tiene retaguardia segura y aplausos que agradece y recomienda a sus compatriotas el respeto estricto a los protocolos de bioseguridad.
Y, porque su desempeño cotidiano y su perseverancia ayudan a fundar las plataformas de un mejor porvenir confía en que el día del reencuentro llegará, “estoy segura”, vuelve a sonreír como si se imaginara ya en su natal Jamaica, ese pueblecito rural del extremo oriente cubano donde habita otra parte de su cuerpo y de su alma.