Cuando el joven turista argentino Julián Anchoverri supo que trabajadores del capitalino hotel Lido estaban donando sangre para nutrir los bancos hoy disminuidos por la realidad epidemiológica, se dijo: “Nosotros no vamos a ser menos que los cubanos”, y de inmediato movilizó a un grupo de sus compatriotas hasta sumar nueve para extender sus brazos en acto de generosidad.
Entonces intercambiaron con el doctor José Luis Álvarez Gómez, especialista en Medicina General Integral, quien por estos días vela y controla la salud de los huéspedes extranjeros del hotel.
Conocieron por el galeno que en Cuba es una tradición aportar sangre en favor de pacientes que padecen enfermedades como las oncológicas, y en particular la leucemia, males que también afectan a no pocos niños.
Llegó la mañana de la donación. Como si amaneciera más temprano los jóvenes esperaron al doctor en el vestíbulo de la instalación turística. Y minutos después, en una habitación acondicionada por el personal de la salud, se hizo presente la sangre argentina para salvar vidas.
Algunos ya lo habían hecho en ciudades de la hermana nación. Para otros, como las mellizas Deborah y Nadia, fue la primera vez. Más allá de la lógica impresión, todos quedaron complacidos, según contaron.
Parece que la técnica María Elena tiene buena mano para punzar venas o llevó para la ocasión agujas mágicas cuyos pinchazos no sintieron los muchachos. Además de ser mayoría, las mujeres fueron las primeras en ofrecer su sangre. Cumplido el acto, al salir cada uno recibió el aplauso de los demás, y un certificado que guardarán como recuerdo.
Para Cuba, gratitud y cariño
La alegría de estos jóvenes puede más que la pandemia. Casi todos se conocieron y se hermanaron en Cuba. La venían pasando de maravillas en Trinidad, Varadero, Viñales, La Habana… cuando apareció el inoportuno SARS-CoV-2. Corrían los días de mediados de marzo; sobrevino la cancelación de vuelos y el necesario aislamiento en hoteles.
Estuvimos alrededor de un mes en el Tulipán y acá llevamos una semana, apunta Lautaro Diez. “La atención sanitaria ha sido muy buena; por eso quisimos, con este gesto, hacer un acto de devolución a Cuba por tanto amor entregado”.
“Nuestros familiares saben que estamos seguros y controlados médicamente. Eso es lo más importante”, señala Deborah Tuosto.
Y como idea compartida por todos, Florencia Güesnett propone reencontrarse un buen día en Cuba, ya que “quedaron cosas por hacer…”.
El médico con su andar inquieto y dedicación al trabajo se ha ganado el cariño del grupo. Lo ven como un familiar; lo admiran, todavía más desde que conocieron que José Luis ha logrado en apenas mes y medio más de 60 donaciones de sangre entre los trabajadores de hoteles, la agencia de protección Sepsa, voluntarios de la Cruz Roja de La Habana Vieja y dos unidades policiales de ese municipio.
Vale la experiencia de este doctor, su paso por el nivel de atención primaria, sobre todo la labor que desde hace 13 años cumple con niños autistas y síndrome de Down en la Escuela Primaria Especial Enma Rosa Chuy.
Contagia tanto espíritu de solidaridad, la bondad expresada por estos jóvenes. Casi en la despedida, otro grupo de cinco argentinos le pide al doctor que vuelva pronto con ese banco de sangre móvil, que ellos también quieren manifestar su gratitud a Cuba, la tierra que los ha acogido en momentos difíciles, y los cuida como a hijos.
Lindo y humano gesto de estos hermanos argentinos. Gracias a ustedes también!
Muchas gracias por escribir. Lo tenemos por lector y recibimos con agrado sus valoraciones.