Aunque Fernando en sus trece años tiene la capacidad de comprender muchas complejidades de la vida, el que su madre no esté con él, le cuesta. Sabe que está cumpliendo con su deber, que así ella ayuda a muchos, pero es su mamita y en estos días en los que debe aprender cosas de la escuela con una maestra nueva que desde la distancia de un televisor le muestra un mundo diferente, la extraña más.
Daimarelys González Diéguez, su madre, es una joven doctora camagüeyana del municipio Carlos Manuel de Céspedes, que en marzo voló hacia Caracas, Venezuela, como parte de una brigada médica que combatiría la expansión de la Covid-19.
“A mí ella me lo explicó, me dijo que podía ser parte de esta lucha, pero igual me sentí muy mal. Cuando ya se tenía que ir le dije que se cuidara y se protegiera. Eso se lo digo todos los días. Pero la extraño”, cuenta Fernando.
“Es que es duro”, aclara Inés María, la abuela materna. “Ellos nunca se han separado, hasta dormían juntos, siempre estaban viendo películas y ella lo apoyaba con la escuela. Pero el orgullo que siento por lo que está haciendo se lo he transmitido a él, para que entienda que combatir esta epidemia es algo muy importante”.
Daimarelys desde la distancia les cuenta sobre lo que hace, sobre lo lindo de ser médico y ayudar a los demás. Fernando lo va entendiendo; va captando que ella era la mejor persona para ser heroína. Controla su “extrañadera” y ya no llora, ahora sonríe cuando hablan por teléfono.
Quizás por eso cuando se apareció en su casa el secretario del Comité Provincial de la CTC, junto a la dirección del Consejo de Defensa Provincial y otras organizaciones de masa, a leerles una carta de agradecimiento y a identificar la vivienda para que todos sepan que allí vive un médico que ayuda en la lucha contra la Covid, Fernando se sintió feliz y muy orgulloso de lo que hace su mamá.