Todo el planeta se encuentra profundamente inmerso en la pandemia del coronavirus. La situación es trágica en todos los continentes. Miles de familias lloran a sus muertos, cientos de miles sufren la enfermedad y millones de personas viven con la ansiedad y el miedo. Les expresamos a todos nuestra solidaridad.
Grupos de monopolios y transnacionales están sacando provecho de la pandemia, despidiendo a trabajadores o limitando sus derechos. Muchos gobiernos, aprovechando el coronavirus, prohíben derechos democráticos y sindicales. Su objetivo es seguir los desplazamientos y las actividades de los ciudadanos a través de medios electrónicos. Se ha demostrado a nivel mundial que, con ocasión de la pandemia, las libertades están en peligro.
Esta situación ha desenmascarado una vez más la barbarie del sistema social explotador en que vivimos, así como su incapacidad para enfrentar a las crisis en favor de los pueblos.
Por mucho que intenten los gobiernos capitalistas, la burguesía y las cúpulas del sindicalismo amarillo oscurecer la verdad y ocultar las responsabilidades del sistema capitalista, no lo van a conseguir. No lograrán poner la reflexión de los pueblos en cuarentena. No lograrán prohibir, a las mentes de la gente sencilla, reflexionar y juzgar; sacar conclusiones de su propia experiencia.
Las condiciones en que vivimos durante este período demuestran que:
Primero: Se confirma una vez más la superioridad moral de la clase obrera frente al parasitismo de la clase dominante. Mientras que los parásitos especulan, los trabajadores arriesgan sus vidas en la primera línea del fuego contra la pandemia, produciendo todos lo esencial para la vida. Mientras que los grandes industriales, los reyes, los cardenales están escondiéndose en sus palacios, los trabajadores manuales y del conocimiento dan la batalla en la primera línea para producir alimentos, medicamentos, transportes, limpieza, comunicaciones, energía y todos lo necesario para que la vida sea posible. El campesinado pobre, en común con los estratos populares, contribuyen al esfuerzo de seguir la producción de bienes.
En el otro lado se encuentra la clase especuladora dominante. Despiadada y deshumana, saca provecho de la pandemia, aumentando los precios, robando los bolsillos a la gente sencilla, escondiendo los productos para generar penurias artificiales. Como en las guerras, en las crisis ellos solo creen en un solo dios: el lucro.
Por una parte, pues, la clase obrera con sus aliados y, por otra, la burguesía con sus instrumentos. Dos mundos. Dos éticas.
SEGUNDO: ¿Quién carga todo el peso del tratamiento y la curación, el sector privado o público? En muchos países europeos, la gente sencilla, en su desesperación, sale a sus balcones para aplaudir a los héroes de la salud pública, a los hospitales públicos, a los científicos de las estructuras públicas de salud.
Este sistema público calumniado, los médicos y enfermeros calumniados, así como todo su personal, están librando una lucha desigual porque los gobiernos, tanto los socialdemócratas como los neo-conservadores, con sus políticas despojaron el sector público de mano de obra y de equipamiento; son los que durante años estuvieron pidiendo “privatizaciones y menos Estado”.
Aun así, el sector público de salud, sector abandonado, lucha hoy como un ejército invencible, muchas veces sin armas, sin protección individual, pero con valentía. Decenas de médicos en Italia enfermaron y perdieron la vida, murieron en la primera línea de la lucha desigual. Lo mismo acontece en España, Francia, Grecia y EE.UU…
En el otro lado se encuentran los especuladores de los monopolios privados que roban al sector público, venden sus camas y pruebas de la COVID-19 a precios exorbitantes, explotan el sufrimiento de la gente sencilla y, en connivencia con los gobiernos, manchan de sangre sus ganancias.
TERCERO: Esta crisis volvió a poner de manifiesto la verdad: solo entre los trabajadores y los pueblos puede desarrollarse una solidaridad y apoyo auténticos, sincero.
El ejemplo de Cuba heroica que envió a 60 médicos al norte de Italia en el fragor de la batalla, es una oportunidad para que los pueblos reflexionen y evalúen seriamente. En el día en que los médicos cubanos llegaban, Alemania se negaba a enviar equipamiento médico a Italia, país que a su vez prohibía las exportaciones hacia Grecia; España hacía lo mismo; el estado de California en EE.UU. se negaba a vender mascarillas a Nueva York, mientras otros estados de la misma nación escondían respiradores, etcétera.
En la cumbre de los líderes de la Unión Europea del 26 de marzo 2020, un grupo de países (Alemania, Países Bajos…) se negó a adoptar medidas que solicitaban países con gran número de muertos, como España, Italia y Francia.
El capitalismo es una jungla, con alianzas predatorias y peleas de perros…“Muerte tuya, vida mía”…
En el otro lado, existe la humanidad y la solidaridad que solo los trabajadores y la sociedad socialista pueden desplegar.
CUARTO: La pandemia, con los datos disponibles hasta la fecha, “desnuda” la política de EEUU, un país que se encuentra en el vértice de la pirámide imperialista. Sus admiradores en todo el mundo ven ahora cómo su sentimiento se convierte en desengaño.
Ese país tiene un sinfín de misiles, aviones de combate, submarinos y mercenarios. ¿Pero cuántas mascarillas, respiradores, hospitales públicos, seguridad social, camas disponibles para la gente pobre…?
Enormes son las carencias. Ahora solicitan material médico a la República Popular China y a la Federación de Rusia. Los Estados Unidos son el país con el peor sistema de salud para los pobres, los desempleados y los económicamente débiles. ¡El peor del mundo!
Nada allí es gratis. En sus hospitales se debe pagar por todo y, de hecho, a precios muy altos para todos, sin excepciones.
En esa nación hay 28 millones de personas no aseguradas; 33 millones de personas con seguridad precaria; 8 millones de personas que, aunque pagan sus impuestos; carecen de documentos de legitimación y desempleados; ancianos y personas de bajos ingresos reciben una asistencia básica solamente si se les aprueba la solicitud que deben presentar.
Y mientras que los estratos populares en EE.UU. sufren la pandemia y las políticas de su Gobierno, el presidente Trump anunció un paquete de medidas de 500 mil millones de dólares de refuerzo a los grupos monopolísticos. Además, se anunciaron 29 mil millones de dólares para las compañías aéreas, 17 mil millones para las empresas de seguridad, entre otras.
Al mismo tiempo, el lobby de armas en EE.UU. ha interpuesto una acción judicial para que no cese la operación de negocios de armas. En un país en que, según los datos oficiales del 2019, 40 mil 100 personas han perdido la vida por el uso de armas, de los cuales 24 mil 100 de ellas por suicidio.
En ese sentido, se refuerza la presión de los capitalistas a EE.UU. , Brasil, Reino Unido y otros países en el norte de Europa, para que las empresas funcionen, afirmando que no se necesitan medidas de protección. La economía lo es todo, la vida y la salud de los trabajadores no es nada. Es esa la estrategia a la que que sirven declaraciones como las de Trump, Bolsonaro y Boris Johnson, quienes afirmaron que en pocos días acabarían con la pandemia.
QUINTO: Los antagonismos infra-imperialistas por la producción de la vacuna y de medicamentos eficaces contra el coronavirus, están mostrando la verdadera cara de las transnacionales.
Cuando se trata de decidir conjuntamente sobre medidas anti-laborales y políticas anti-obreras se unen contra su enemigo común, los trabajadores y las luchas de ellos. Pero cuando se trata de especulación se matan entre ellas. Cada uno intenta robarle los secretos al otro. Saben que quien descubra primero la vacuna, disparará sus ganancias. Es una pelea de perros por los beneficios económicos, no por la protección de la salud pública.
Por lo tanto, según lo expuesto, se confirma que no todos somos iguales ante la pandemia, ni el lema “todos unidos para salir de la crisis” tiene contenido pro-obrero. Si los ricos se infectan por la enfermedad, tienen la posibilidad de recibir un tratamiento distinto al de un desempleado. Además, en la crisis, es la gente sencilla la que sufrirá las peores consecuencias a nivel laboral, salarial y económico.
Entonces, es cierto que la burguesía y sus mecanismos van a sacar provecho de la pandemia para limitar drásticamente los derechos democráticos y las libertades de los trabajadores y los pueblos.
En estas circunstancias es importante que los trabajadores entiendan que el capitalismo solo genera y reproduce enfermedades, tormentos y explotación. El capitalismo es anacrónico, es una barbarie. No se puede humanizar. Los reformistas que proyectan como solución la modernización del sistema explotador se convierten en sirvientes de la explotación social. No existe, ni se va a encontrar vacuna para humanizar el capitalismo. Contiene la desigualdad social desde su propia matriz.
La pandemia lo desnudó, quitándole la máscara y la ropa elegante.
Así que hoy, el deber de todos los militantes es imprescindible y urgente. Hemos de aunar a los trabajadores y pueblos por una sociedad sin capitalistas ni explotación. Todos juntos podemos conseguirlo. Nuestra lucha contra los problemas diarios es justa. Nuestra lucha por la liberación social de la clase obrera es necesaria.
Acerca del autor
George Mavrikos
Secretario General de la Federación Sindical Mundial (FSM)