Ella no estuvo en la improvisada plaza de aquel 10 de mayo de 1990 cuando Fidel Castro Ruz solicitara convertir el naciente Hotel Sol Palmeras en imperecedero ejemplo para el turismo cubano.
A la instalación del afamado balneario de Varadero Yiansy Hernández Pérez llegó exactamente 19 años después de que otros firmaran aquel el simbólico juramento de reverenciar la “orden” dada por el Comandante en Jefe.
Cumplir la solicitud, honrarla, no es su problema. Cualquiera que llegue a esa conclusión pudiera equivocarse. La palabra empeñada hace casi 30 años es también la palabra de Yiansy.
“De los fundadores hemos aprendido la entrega total en la misión que se les encomiende. De ellos y de otros que llevan mucho tiempo en Sol Palmeras recibimos lecciones diarias de cómo no debemos cansarnos de darlo todo por la calidad del servicio, de responder cuando más falta haga”.
Luego del cierre de las operaciones turísticas en la Isla, como consecuencia de la expansión global de la Covid-19, la gran mayoría de los más de 18 mil trabajadores de Varadero han tenido que ser reubicados en labores que nada tiene que ver con su habitual desempeño.
A partir del lunes próximo, la joven de 34 años sabrá si comienza en el puesto de realizar pesquisas activas para evitar el contagio y la transmisión del virus Sars-Cov-2 o si le tocará llevar los alimentos a los hogares de las personas vulnerables.
“Lo que sea, lo haré orgullosa. Estamos pasando por un momento muy difícil. Hay que estar donde se nos necesite. Por eso enseguida di el paso al frente. Nosotros también queremos ayudar a salvar vidas”, expresa con auténtica determinación, mientras dirige una mirada de cariño a su novio Yadiel García, los dos dependientes en el restaurante bufet del hotel mixto más viejo del país.
Ella de la ciudad de Matanzas, él de Limonar, la reubicación laboral y el cobro del salario devinieron pretextos para el recuentro de la pareja, obligada por la Covid-19 al aislamiento social, pero no sentimental. “Ya habrá tiempo para el amor, los besos y todo lo demás”, dice pícaramente Yadiel, y Yiansy le devuelve la confesión con otra tierna caricia desde el verde de sus ojos.
En la puerta de la institución donde se vieron necesitados de acudir, la pareja se abraza, lo hace desde el casi metro de distancia entre los dos. A veces menos centímetros, o a veces más, porque si uno de los dos se pega mucho, sin darse cuenta, el otro trata de retroceder. En esa lucha entre “sepárate que estás muy cerca o no “te alejes tanto”, dejé a los enamorados.
Escucharlos hablar refuerza la creencia de la particular hidalguía alojada en Sol Palmeras, una herencia compartida, enseñada, legada a todo el que allí se incorpora a trabajar.
Yiansy y Yadiel no estuvieron en la histórica apertura del emblemático hotel, pero convirtieron en propia la promesa de reverenciar eternamente la petición de Fidel. Desde la actitud de la joven pareja, y de muchos más, la instalación respalda la lucha cubana por salvar vidas y derrota la Covid-19.
Ellos protagonizan la última década de triunfos de la instalación gestionada por Meliá y Cubanacán. Por 10 años consecutivos ha sido Vanguardia Nacional el hotel que nació derecho y se mantiene igual, las palabras con las que en su época del titular del sector turístico resumiera el desempeño de Sol Palmeras el Primer Ministro cubano Manuel Marreo Cruz.