Ya no hay angustia en su voz, tiene color, brillo… Su tono sigue siendo dulce, repite incansablemente el agradecimiento al personal que la atendió en el Hospital Militar Manuel Fajardo, de Santa Clara.
Cuando entrevisté hace más de un mes a Magalys de la Caridad Rodríguez Guerra, lo hice en medio de un momento difícil. Era conocida como la ciudadana cubana de 67 años de edad, residente en el municipio de Santa Clara, provincia de Villa Clara, que arribó al país el 11 de marzo del presente año procedente de New Jersey, Estados Unidos. El caso nueve en el país.
En aquella ocasión tenía la esperanza en sus labios, pidió a todos con desespero tomar todas las medidas indicadas y reconoció el apoyo del Estado cubano con los pacientes. Hoy Magalys ríe y lo hace con soltura.
Dice que la vida le premió porque su familia creció. “El personal que me atendió está unido a mí, confieso que los extraño, me aferré a ellos con la misma fuerza con que quería vivir. Siempre tuve la esperanza de que saldría adelante porque en las miradas de cada uno de ellos había cariño, fuerza, inteligencia y compasión, y la mayoría eran jóvenes eso me daba aliento, incluso en el momento más complicado”, comentó, aunque no quiero que recuerde el episodio.
“El tercer día, el más complicado para mí porque sentí la sensación del desmayo, tuve a tres médicos a la vez auscultándome, en ese instante trajeron sueros, antibióticos… Son médicos maravillosos, venían a cualquier hora a darme vuelta. Quiero volverlos a ver para saludarlos, para que aprecien lo bien que estoy.
“Volví a la vida el pasado día 30 cuando me dieron el alta, ellos hicieron el milagro. Es indescriptible la sensación de saberse ganador, había pasado el umbral de lo imposible, comenta.
«Siempre tuve el presentimiento de estar enferma. Regresé del viaje con una tos rara casi alérgica, no quise besar a mis nietos, ni a mi esposo, me fui a un cuarto sola y tenía razón, al otro día fui al médico. Esa decisión que tome por intuición y precaución los salvaron a todos, ellos fueron negativos”, dijo.
Su voz es alegre y a la vez enfática cuando recomienda otra vez y sin cansancio cuidarse, cumplir las medidas de aislamiento social y las higiénico-sanitarias.
Mi relación con Magalys sigue siendo tras un auricular por razones obvias, aunque hemos establecido confianza y empatía al punto de pedirme permiso para terminar la conversación.
“Voy a aplaudir; desde mi portal ovaciono fuerte todas las noches a esos gigantes que lo dan todo sin pedir nada a cambio. Agradezco de corazón y con el alma que me hayan renacido. Si hoy disfruto de mi familia es únicamente por la entereza de mi país y por ese portento que se ha gestado que es nuestro orgullo: la medicina cubana”.
Tras el auricular escuché sus manos palmoteando animada a quienes ella llama sus salvadores.