Un buen día el amor tocó la puerta de Rosa Figueredo y Sergio Rosabal, compañeros en la vida y ancianos que viven solos. Ese amor tuvo y tiene el rostro de la joven trabajadora social Niurbis González Serrano que labora en el comedor ‟Los Patios”, uno de los más de cien establecimientos que en la provincia pertenecen al Sistema de Atención a la Familia (SAF).
Casi dos décadas de andares en esta profesión tiene ya Niurbis. Ha visto mucho y, a estas alturas, sabe cuánto vale el amparo de su profesión para quien lo necesita. En la comunidad donde trabaja tiene muchas familias vulnerables: madres con más de tres niños, abuelos solos y embarazadas de riesgo…un sin número de situaciones que demandan más que de recursos, de sensibilidad humana.
Por suerte, cuando un nuevo coronavirus pone a la humanidad ante un panorama desolador y genera básicos instintos de sobrevivencia en muchas naciones del orbe; en Las Tunas y en Cuba, existe todo un sistema de trabajo y personas como Niurbis que acompañan sostienen, salvan.
‟Salimos a distribuir el almuerzo y la comida, promediamos entre 10 y 15 casos por trabajador social. Además, atendemos a los impedidos físicos que no son resguardados por la asistencia social dentro de las pensiones, sino que están protegidos por nosotros por invalidez parcial, a ellos también les trasladamos el alimento hasta el hogar y los visitamos en días alternos”.
Al hablar de las nuevas dinámicas en estos días en los que la COVID-19 demanda de mayores empeños en la labor, concluye: ‟Más que dinero les estamos dando apoyo y ellos sienten que no están solos. Es inexplicable la satisfacción que se siente de poder ayudar”.
De los nuevos andares, bien saben y dan fe, Rosa Figueredo y Sergio Rosabal.
‟Agradecidos de esta atención que tenemos”, dice Rosa, mientras Sergio, más dispuesto al diálogo, comenta que son tres ancianos solos, pues tiene bajo su guarda a un hermano contemporáneo con él y, además, con discapacidad intelectual. ‟Agradecidos”, reitera. Le pregunto qué cree de la idea de traerles hasta la casa, como medida de protección ante la COVID-19, el alimento que antes recibían en el comedor y responde: ‟Nos atienden muy bien en todo. La idea es maravillosa, ya no tengo que coger la calle. Es muy bueno porque algunos son más viejos que yo, y necesitan esta forma de hacerles llegar el alimento, otros viven más lejos, o son impedidos, y es una gran ayuda”.
Rosa y Sergio sonríen, él subraya: ‟Ella es maravillosa y como si fuera familia”. Habla de Niurbis, la trabajadora social. ‟Todos ellos son extraordinarios”, dice, finalmente, para referirse a los trabajadores de ‟Los Patios”.
‟Los Patios”, una luz
En el comedor ‟Los Patios” no se sirve comida y ya. Aunque posee una larga experiencia en la administración, Roberto Nápoles Ruz, el encargado del lugar, solo tiene un año de trabajo en el SAF. Al hablar de la labor con los abuelos dice que ‟es un encanto trabajar con ellos”. Siente orgullo de esta obra de país que se materializa, con modestia, pero con decencia, en sitios como éste. Tal vez por razones así y por el interés de «hacer las cosas bien», el lugar «brilla» por su higiene.
Nápoles Ruz habla ‟del esfuerzo y el amor que se les dedica a los adultos mayores en estos tiempos difíciles”.
‟Hemos reforzado la composición de la cocina, con cuatro obreros en cada área, por turno. Entramos a las seis de la mañana para que entre 10:30 am y 11:00 am, ya salga el servicio y los trabajadores sociales cumplan su función. Nos hemos puesto de acuerdo, ha sido un trabajo mancomunado y hasta ahora ha funcionado bien, todo para que los ancianos permanezcan en sus casas”.
Yasmisleydis Leyva Soria, dependienta y trabajadora de ‟Los Patios” durante 16 años, es de los artífices de esa acción diaria que a veces sobrepasa las estrechas responsabilidades de un puesto laboral.
Aquí la satisfacción del deber cumplido no es frase dicha, sino obra concreta: más de una vez, esta tunera ha tenido que socorrer a alguien ante un «bajón de azúcar o de la presión». En este tiempo hasta aprendió a lidiar con los «caracteres, nervios y maneras» de los cerca de 130 comensales del establecimiento. Sobre todo, de los abuelos que son mayoría, aunque también se incluyen otros grupos etarios.
‟Yo me siento orgullosa. Bueno, ¡imagínate si me siento orgullosa que estoy aquí desde jovencita, prácticamente he crecido aquí, ya mira la edad que tengo! Pero seguiré trabajando con ellos porque me gusta”.
En el comedor cada esfuerzo cuenta, pero la verdad es que el de Ramona Roja Herrera es esencial pues ¿qué sería de este sitio sin la cocinera? Entre el aroma del carbón, trabaja esta mujer.
‟Trato de ser lo mejor de la vida con ellos. Les cocino como mejor puedo, con todo el amor. Y al que cocina con amor, la comida siempre le queda buena. ¿No es así?”.
Ramona se despide con una sonrisa, anda de apuros pues se aproxima el horario de servir y distribuir los alimentos. De su fogón saldrá hoy arroz, potaje de chícharo, huevo, picadillo, yuca, ensalada y natilla de chocolate; todo distribuido entre almuerzo y comida, con una proteína para cada cena.
Mientras tanto, a la espera está Yannaris Romero, graduada de la primera formación de trabajadores sociales. En casa tiene dos niños que aguardan por ella, pero aquí también hace su parte del deber. Honra, otra vez, el compromiso contraído con Fidel. Antes lo ha hecho durante la Revolución energética, en el municipio de Colón, en Matanzas, la Misión Milagro y otras contiendas donde ha dado su aporte, como esta contra la COVID-19.
Yannaris habla con pasión de su trabajo y del líder histórico de la Revolución Cubana, creador de este programa de profunda vocación humanista: ‟Es algo muy bonito. Es nuestra verdadera labor porque aquí es donde demostramos la razón del trabajador social que, como ya dijera nuestro Comandante: somos médicos del alma”.
El SAF, acompañar a los más vulnerables
Con 22 años en funciones, el Sistema de Atención a la Familia, es otro ejemplo del humanismo del proyecto cubano. Una muestra de cómo, a pesar de las limitaciones materiales, siempre se puede hacer más cuando persiste la voluntad de no dejar a nadie a su suerte, pues cada cubano cuenta.
Esa filosofía está íntimamente ligada a la circunstancia del envejecimiento poblacional en el país, pues la mayoría de los beneficiados con esta prestación son adultos mayores y ante el abandono o la soledad, el SAF más que un sitio para el alimento, constituye un lugar para la integración social.
Karina Leen Machado, responsable de esta actividad en el Grupo Empresarial de Comercio y Gastronomía en Las Tunas, explica que en el conjunto de los municipios de la provincia funcionan 116 establecimientos de este tipo los cuales complementan la alimentación de 3 mil 888 habitantes.
‟Hasta el pasado domingo, un total de 3 mil 607 tuneros, recibían esta prestación a través de mensajeros, trabajadores sociales, administrativos y empleados de la Empresa de Comercio. El objetivo es llegar a todos, hasta cada vivienda”.
Quienes asisten a estas instalaciones son casos sociales, discapacitados, jubilados, impedidos físicos, adultos de la tercera edad que viven solos, embarazadas de riesgo y, en general, personas imposibilitadas de gestionarse, por sus propios medios, el alimento diario.
En estos predios, la vulnerabilidad tiene rostro y también manos que alivian las imágenes de tristeza o abandono. Ante el oscuro signo de la COVID-19, Leen Machado, declara que han sumado nuevos comensales, a partir de la pesquisa en las comunidades y la gestión de los gobiernos locales. ‟Es el caso- comenta- de diez personas en la comunidad de Cascarero en el municipio de Jesús Menéndez o de los deambulantes acogidos en el centro de protección ubicado en el Palacio de Pioneros de la capital provincial”.
En días como los actuales, las dinámicas cambien y puertas adentro de los Sistemas de Atención a la Familia el ajetreo es más intenso. En sus casas muchos esperan y hasta ellos llega no solo el pan diario sino atención y amor, ese sentimiento que mientras más se da, más bienestar genera. Y deja huellas.
(Tomado de periodico26.cu)