Caracas− Es domingo. Las manecillas del reloj marcan las 7 y 30 de la mañana y un ejército cubano de batas blancas toma por asalto la comunidad Los Rusos, ubicada en la parte baja de los cerros Las Mayas y Turmerito, dos de los tantos que circundan la Gran Caracas, cual símbolo de esperanza a una vida más confortable.
El conjunto habitacional da cobija en confortables apartamentos a unas 5 mil personas de barrios y sectores populares afectados por las fuertes lluvias del año 2010. Estamos en El Valle, una de las 22 parroquias del municipio Libertador, en el Distrito Capital de Venezuela.
Muchos vecinos se asoman a los balcones y saludan. Ellos, la mayoría, saben que esa tropa, al margen de las infamias del imperio, realiza grandes esfuerzos como parte de la vigilancia epidemiológica para romper la cadena de propagación de la pandemia que mantiene en vilo a la humanidad. Las pesquisas casa a casa cierran el cerco al Sars-Cov-2, causante del mal que enluta a la humanidad.
Juntos todo es posible
El presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro Moro, insiste en la unidad como alternativa, entre otras, frente a los inmensos desafíos planteados por la COVID-19, y así andan cubanos y venezolanos procurando adelantarse al nuevo coronavirus y aislarlo de la gente sana.
El núcleo de este despliegue, hoy son rutinas en todo el país, es el Consultorio Popular Luisa Cáceres Arismendi en la base de misiones Tiuna; y, allí, entre tantos guerreros por la vida, encuentro a la venezolana Rosa Elena Tobar, una septuagenaria que pondera y acompaña voluntariamente, desde su jubilación, el trabajo del Consultorio Popular Luisa Cáceres Arismendi atendido por la doctora camagüeyana, especialista en Medicina General Integral, Yaremis Leyva Fernández y su homólogo venezolano Carlos Flores.
“Esta ayuda es lo más bello que tenemos. Sus consultas son impecables. Atienden muy bien a los pacientes. Están haciendo el trabajo como Dios manda, por eso, aunque soy venezolana yo me paso a su bando”, enfatiza Rosa con frases cortas pero convincentes.
Los temores de la doctora Yaremis
A pesar de su juventud, la doctora Yaremis hace ya casi cuatro años que echa suerte, y ganas, velando por la salud de la gente más humilde de este aguerrido pueblo y ha lidiado con otros patógenos asociados al dengue y Zika, de la que enfermó a los tres meses de su primera misión, “en esa oportunidad hubo muchos contagios y 8 colaboradores fuimos hospitalizados, pero rápido recibimos los cuidados y controlamos el foco. El desenlace fue feliz”, recuerda.
Empero, esa no es la razón de sus miedos de hoy, “claro que siento temores, porque veo el impacto de este nuevo coronavirus en el mundo. Su rápida propagación y su letalidad”, y esa amenaza real a la vida le da fuerzas y la estimula a seguir su labor centinela frente al desafío.
Yaremis muestra seguridad, pues “no estamos solos en esta contingencia y tan pronto como la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia fuimos capacitados y nos autopreparamos para enfrentarla”; y trasmitieron esos saberes actualizados a la comunidad, casa a casa, las escuelas y utilizaron otras vías que llevaron –y llevan- los mensajes de prevención a las familias.
La conversación termina con un mensaje de optimismo “los colaboradores cubanos vamos a seguir aquí defendiendo la vida ante cualquier circunstancia, porque vinimos a ayudar a este pueblo” y otro de orientación a sus (nuestros) compatriotas “extremar las medidas de protección: mantener el distanciamiento social, quedarse en casa, usar nasobuco, lavar las manos y cumplir las orientaciones del Gobierno y las autoridades sanitarias”.