“Enséñeme su identificación. Una bata no lo hace médico”, así me dijo el señor con mal carácter cuando abrió la puerta y le pregunté por su estado de salud´”, cuenta todavía indignado el oftalmólogo Héctor Luis González Cuadra.
Héctor Luis no hizo mutis y puso en su voz los principios de Cuba: “No es la bata, señor, la que me hace médico, sino que esté hoy tocando su puerta, preocupado por usted que es de la tercera edad y está en grupo de riesgo ante la pandemia. Me hace médico tolerar, por dignidad, su ofensa y el maltrato y yo insista, y le pregunte ¿Cómo se siente señor?
“Me hace médico, prosigue sin perder el aliento, tener a mi familia lejos, y convertirlo a usted en mi prioridad. Si usted cree que la bata no me hace médico; amigo mío, le diré que llevo en mi alma fe en la salud que me viste más que mi bata. Sepa usted señor que, aunque no le agrademos ni el gobierno ni yo, los dos estamos pensando en usted…”.
¿Su interlocutor? Un opositor que se deja embaucar por posiciones de clases élites, a las que quizás pertenezca, las mismas que no ven más allá de sus riquezas y su zona de confort e ignoran la existencia de gente humilde en los cerros, los sitios de difícil acceso, en la selva amazónica, en las regiones fronterizas…, a donde han llegado fundidos por el amor y la solidaridad médicos cubanos y venezolanos a procurarles seguridad y sosiego a sus habitantes, quienes en contraste con esa ofensa dan muchas muestras de agradecimiento.
Me hace el relato y percibo el palpitar de su corazón, sus ojos brillan y reconozco las enseñanzas de Martí y Fidel reflejadas en su vigorosa respuesta y en las interminables jornadas de despistaje que, Héctor Luis y los más de 22 mil colaboradores cubanos protagonizan todos los días desde que la COVID-19 irrumpió en la República Bolivariana de Venezuela.
Santo y señas del galeno
Héctor Luis es un joven de 27 años de edad. Estudió en la Universidad de Ciencias Médicas de Guantánamo, su provincia de origen, se diplomó en Oftalmología, donde completó su formación humanista, la misma que le ayuda en estos azarosos días a desafiar los riesgos de la pandemia buscando posibles enfermos en las comunidades de la Parroquia José Casanova Godoy, del sector San Ignacio, en la ciudad de Maracay, Estado de Aragua.
Hace 29 meses llegó a Venezuela y ahora trabaja en el Centro de Diagnóstico Integral (CDI) Atanasio Girardot, y asume con valentía el cambio de sus rutinas y sale cada mañana decidido a cortar la propagación del nuevo coronavirus en una población estimada en alrededor de 70 mil habitantes.
En Aragua, con proverbial sencillez, ha escrito páginas con acciones que enaltecen su currículo, pero prefiere hablar de su hermanita Wendy, “ella es oftalmóloga como yo. Tiene 25 años y está aquí, en Venezuela. Vivimos juntos, pero trabajamos en CDI diferentes y estamos dando igual batalla por nuestros hermanos venezolanos”.
Una decisión irrevocable
A pesar de su aparente fragilidad física y de la probable ingratitud de los hombres, el doctor Héctor Luis con hidalguía, junto a sus colegas, vuelve cada mañana a desandar calles, trillos, veredas… consciente de que “esa Red de Atención Comunal, que hemos ido tejiendo en compañía del gobierno bolivariano como base de la Atención Primaria de Salud, convierte a la comunidad en el escenario fundamental de enfrentamiento, desde la prevención, para vencer esta batalla contra la COVID-19”.
Siente los temores naturales que supone darle cara a un peligroso enemigo, invisible y que puede ser letal, miedos que ayudan a preservarse ante la amenaza real, pero “estoy tranquilo, asegura, utilizo los medios de bioseguridad y mi CDI cuenta con especialistas y personal sanitario muy bien preparados. Pondría, sin titubeos, mi vida en sus manos. Confío en Cuba y en sus médicos que hoy son mis compañeros”.
Y de su irrevocable decisión dan fe sus mensajes de compromiso y lealtad: Al Gobierno que “confíe en el ejército que formó Fidel para la humanidad y nos mantenemos atentos a sus decisiones y las apoyamos”; al pueblo, que “ese aplauso de cada noche a las 9:00 lo recibimos con regocijo y nos estimula a seguir salvando vidas”; y, a la familia “que se cuiden, porque regresaré sano para devolver el abrazo limitado durante todo este tiempo”.
Epílogo
Los jóvenes cubanos no tendrán festejos este 4 de Abril, pero desde el emblema que los identifica Julio Antonio Mella, Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara sentirán orgullo de sus seguidores y aplaudirán las proezas que materializan inspirados en su legendario ejemplo.