¿Cuántas veces en nuestras vidas no hemos echado de menos estar más tiempo en casa? Creo que a casi todas las personas nos ha pasado alguna vez. Sin embargo, no siempre es tan fácil como uno lo imaginaba, ¿verdad?
Resulta que en las actuales circunstancias, como resultado de las medidas para prevenir y controlar el nuevo coronavirus, esa es una de las sugerencias que se nos hace con mayor insistencia desde las autoridades sanitarias y otras instancias gubernamentales.
Mantenernos lo más posible en nuestro hogar, limitar las salidas a lo indispensable, trabajar incluso desde allí, cuando así lo permita la naturaleza de la labor que desempeñamos, es la indicación.
Para ello se han tomado decisiones que lo facilitan, desde la suspensión temporal del curso escolar, hasta protecciones laborales y salariales que permitan a nuestros trabajadores atender a la vez sus funciones y a sus familias.
Pero una cosa es ese deseo un tanto romántico que la mayoría hemos compartido alguna vez de quedarnos en casa, y otra es la realidad de tener que permanecer en ella por necesidad y como medida de protección.
Para hacerlo, no basta con que tengamos ahora la compulsión social, es preciso que cada familia se organice en función de ese propósito.
Ello puede resultar particularmente complejo en núcleos familiares numerosos, y también en otros muy pequeños, hasta de un solo individuo.
Circulan en las redes consejos psicológicos y recomendaciones para afrontar esta etapa imprescindible de cuidados, que implica permanecer en casa por un tiempo mayor que el habitual.
Desde la planificación de las tareas, hasta su diversificación y distribución entre quienes comparten una misma morada, pasando por una atención diferenciada a adultos mayores, infantes y adolescentes, hay múltiples sugerencias y modos de enfrentar este periodo de restricción en nuestros movimientos habituales.
Pero no hay fórmulas mágicas ni recetas universales para conseguir esto. Porque hay que tener en cuenta las diferentes condiciones en que vive cada familia.
De la inteligencia y madurez de sus miembros dependerá que esta permanencia prolongada en casa, por una —podríamos decir— imprescindible prescripción facultativa, resulte una experiencia lo más enriquecedora posible, que contribuya a estrechar los nexos familiares, y no se convierta en fuente de conflictos o, algo incluso peor, lleve a las personas a desconocer esta medida preventiva tan esencial en la actual coyuntura.
Las organizaciones de masas que actúan en los colectivos laborales y, sobre todo, en la comunidad, pueden y deben estar muy atentas a contribuir en esta orientación a las familias, y hasta en facilitar el proceso cuando conozca de núcleos vulnerables o personas que no tengan en sus viviendas las mejores condiciones para cumplir con este objetivo.
Siempre hemos visto a las familias, al ámbito hogareño, como un importante refugio donde sentimos amparo, confianza, amor. Ese sentimiento es el que debemos reforzar ahora, y que cada integrante ponga lo mejor de sí para conseguirlo, en medio de las especiales condiciones a que nos obliga la pandemia de la covid-19.
Cuidar y cuidarnos, cumplir con las medidas de higiene personal y colectiva, aprovechar el tiempo de la mejor manera posible, como si al fin pudiéramos cumplir, de buena gana, ese deseo un tanto romántico que la mayoría hemos compartido alguna vez de quedarnos en casa, y que ahora nos llega por imperiosa necesidad. Pensemos, entonces, y sobre todo actuemos, para que nuestro hogar sea, ahora más que nunca, armonía y seguridad.