Según el resultado de las recientes elecciones legislativas, Israel está próximo a estrenar un nuevo Gobierno de unidad nacional.
La salida del ultraderechista primer israelí, Benjamín Netanyahu (Bibi) líder del Partido Likud, y su previsto reemplazo por el exgeneral Benny Gantz, de muy cercana filiación ideológica, encargado por el presidente israelí, Reuven Rivlin a formar ese gobierno, no supone cambio alguno en la agresiva, represiva y expansionista política del estado sionista de Tel Aviv en la Palestina ocupada o en el Oriente Medio.
En su partida como jefe de Gobierno, Netanyahu dejará tras de sí 14 años de crímenes, asesinatos selectivos, limpieza étnica, y exterminio de la población palestina, guerras y ataques armados e inhumano bloqueo a la Franja de Gaza, la ampliación de las colonias judías en los territorios ocupados y agresiones armadas a Siria y el Líbano, y constantes amenazas a Irán.
Fiel aliado y gendarme de los Estados Unidos en la región, el mandatario ha sido un protagonista fundamental en el estancamiento de las negociaciones para solución del conflicto árabe-israelí, por su negativa a la constitución de un Estado Palestino independiente dentro de las fronteras de 1967 con Jerusalén oriental como capital, y su decisión de declarar a la Ciudad Santa como única eterna e indivisible capital de Israel, que contó con todo el soporte del presidente norteamericano Donald Trump, cuando este hizo público su abominable plan denominado el Acuerdo del Siglo.
Pero Bibi no se despide de su cargo, ni de la vida política de la nación con elogiosos discursos y aplausos a su gestión administrativa, lo hace cargando el fardo de las acusaciones de corrupción, sobornos, tráfico de influencias y fraude en manejos de fondos administrativos de la casa oficial, que le son imputados por el Fiscal General de Israel, Aluf Avichai Mendelbli, hechos por algunos de los cuales ya fue anteriormente sancionada su esposa Sara Netanyahu.
No obstante, y ante las previsiones tomadas en el país por la presencia de la pandemia de la Covid-19, el ministro de Justicia Amir Ohana, ordenó la suspensión temporal de las labores de todos los tribunales, lo que prolongará la espera ante un juicio sin precedentes contra un jefe de Gobierno de Israel en pleno ejercicio de su cargo.
Paradójicamente, la Asociación de Prisioneros Palestinos (PPP) ha denunciado el contagio de miles de presos políticos palestinos hacinados en infrahumanas condiciones en las cárceles israelíes, carentes asistencia médica, medicamentos e higiene, con el mayor riesgo para la pérdida de sus vidas..
Sobre el sucesor de Bibi, el exgeneral Benny Gantz, líder del Partido Azul y Blanco, encargado por el presidente de Israel, Reuven Rivlin, de formar nuevo Gobierno, medios de prensa señalan tener en su aval haber dirigido el Ejército durante la guerra en la Franja de Gaza en el año 2014 y que, tras irrumpir en la política el pasado año, ha conseguido unificar a la oposición en la Kneset (Parlamento) para, con ajustada mayoría, poner fin a la era de Benjamín, al que acusa de fomentar el odio y la división.
La candidatura de Gantz fue respaldada por el ultrarreaccionario y antiárabe exministro de Defensa Avigdor Lieberman, antiguo aliado de Bibi, que cuenta con un amplio expediente de violencia y racismo. Lieberman controla votos claves del partido Israel Nuestra Casa, necesarios para alcanzar un nuevo Gobierno.
El cambio de poderes entre el premier que se marcha y el que llega no va más allá de un relevo de posta. La naturaleza sionista del sistema político ideológico del Gobierno del Estado de Israel, no admite otra perspectiva y el de Washington tampoco lo permitiría.