Nueve años después de la devastadora guerra de agresión y terrorismo impuesta a la República Árabe de Siria por las potencias occidentales, secundadas por Israel y varios países del Golfo Arábigo Pérsico, la nación árabe se encuentra, con la asistencia de sus aliados Rusia e Irán, más cercana de la derrota total de las fuerzas mercenarias que ocuparon su territorio.
El enorme costo de este conflicto ilegal e injusto, iniciado en marzo del 2011, cientos de miles de muertos, heridos y mutilados, millones de desplazados y refugiados, la destrucción de incontable número de viviendas, hospitales, escuelas, monumentos históricos, centros administrativos y de la economía del país, fracturada en grados extremos.
Tan horrenda masacre, violatoria de los derechos humanos a la vida y las normas del derecho internacional ha sido consumada ante la ineficacia de la Organización de Naciones Unidas, nacida para erradicar el flagelo de la guerra de la faz de la tierra y la nulidad de su Consejo de Seguridad, dominado por las potencias imperialistas.
Con la artera intervención extranjera en sus asuntos internos, la cual trajo consigo la muerte, desolación y enormes sacrificios, la vida normal, pacífica, política, económica y social del pueblo sirio se transformó de forma radical.
El falso argumento de la lucha contra el terrorismo internacional, esgrimido por el entonces presidente de Estados Unidos, George W.Bush, tras los atentados en New York y el Pentágono no logró encubrir su avieso plan de un Oriente Medio Ampliado, que incluía Iraq, Siria, Líbano, Yemen y la República Islámica de Irán.
La realidad no era otra que subvertir el orden institucional en esos países, fraccionalizarlos y controlar mediante el uso de la fuerza militar un recurso vital: sus vastos yacimientos de petróleo, gas u otras riquezas naturales, y, a la par, alejarlos de la influencia de sus estrechas y crecientes relaciones con Irán, Rusia y China.
En esos propósitos, la República Árabe de Siria representaba uno de los mayores obstáculos a los designios imperialistas por ser un firme bastión antisionista, de irrestricto apoyo a la lucha del pueblo palestino y una república independiente que no aceptaba los dictados de Washington, Tel Aviv y de las capitales europeas.
A tal plan se sumaron posteriormente, los sucesores de Bush, Barack Obama y Donald Trump, aun mucho antes el Estado sionista de Israel y ahora Turquía con el despliegue de sus tropas y equipos militares en una porción del territorio de Siria, tratando de contener el avance del ejército sirio en Iblid, último reducto de unos 15 mil terroristas de autodenominado Estado Islámico y Al Qaeda, que pudieran huir a refugiarse en Iraq o a algunos países de Europa.
Tras la recuperación de Alepo, la segunda principal ciudad Siria y de otras importantes ciudades desalojadas de las hordas del denominado Estado Islámico el panorama militar y político ha mostrado cambios fundamentales muy favorables a Siria que con la ofensiva del Ejército Sirio hacia Iblid, donde se refugian milicias de la alianza Al Nusra integrada por la también terrorista organización Al Qaeda. Siria mantiene la iniciativa de su parte, y cada vez más cercana la posibilidad de una derrota definitiva a los invasores.
De ahí que Israel aumente los ataques de su aviación a Siria, Estados Unidos y Turquía maniobren abiertamente para contener la ofensiva y los terroristas concentrados en Iblid siembren el caos para crear una crisis humanitaria en esta localidad, y prolongar la victoria del pueblo árabe, su legítimo Gobierno y de sus heroicas fuerzas armadas y de seguridad, que han dado un ejemplo al mundo en la defensa de la soberanía e independencia de su patria.