El martes 5 de marzo de 2013, a las 16:25 hora local, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Comandante Hugo Chávez Frías parte hacia la inmortalidad desde el hospital militar Dr. Carlos Arvelo, de la ciudad de Caracas, donde recibía atenciones médicas por una infección respiratoria contraída durante la última intervención quirúrgica para combatir el cáncer.
Y ese día, “yo iba con unos amigos en un vehículo y me desplomé, aunque ya sabía que Hugo andaba mal, pero me desplomé; y, esa noche no dormí, no comí. Ya no tenía al amigo, se había ido el amigo entrañable, el amigo que se merecía un pueblo y que dejaba a un pueblo, al cual se entregó íntegro, ese pueblo que nunca lo defraudó y lo acompañó hasta sus últimos minutos”.
Así recuerda la infausta noticia Marcos Rosales Barrueta, quien lleva con sano orgullo el mote de Rayo con el que lo bautizara su amigo de infancia, adolescencia, juventud, “de toda la vida”, afirma con tono nostálgico en los mismos terrenos donde compartieron muchas travesuras y sueños de gente humilde y honesta.
Conversamos en el patio de la casa de Rosa Inés Chávez, abuela paterna del Comandante Eterno y quien ejerciera una marcada influencia en su formación, ubicada en Avenida Bayón, entre 10 y 11, Sabaneta, municipio Alberto Torrealba, Estado de Barinas, hoy convertida en el museo Mamá Rosa e integrada a la Ruta de la Conciencia.
-¿Cómo se funda esa imperecedera amistad?
“Desde aquellos tiempos de muchachos, Chávez siempre fue un gran amigo. Hugo, Huguito para nosotros. Comenzamos a conocernos jugando pelota, con peloticas de goma, hasta que nos fuimos proyectando individualmente, pero nunca perdimos el contacto.
-¿Cuántos años tenían entonces?
“Tendríamos 10 u 11 años. Antes aquí no había liceo y por eso nos distanciamos un poco, pero el contacto siguió siendo igual. Él se va a Barinas, yo me voy a otra parte a estudiar y nos regamos, pero nos reencontrábamos con mucho afecto, mucha amistad, de forma casi natural sentíamos el apego, el amor que existía entre amigos y una camaradería que era innegable y en esos contactos siempre comentábamos, jugábamos a las chapitas. Ya éramos jóvenes.
-¿Y por qué Rayo?
“Ese mote se lo debo a Hugo. Ya casi todo el mundo me dice Rayo, pues desde que Hugo aparece en las primeras alocuciones públicas y nombra esa parte de los amigos que quedaron en Sabaneta, que no pudimos salir, él habla de Rayo y proyecta mi nombre de esa manera.
“Yo tenía unas piernas muy rápidas, era muy rápido jugando béisbol, una de las pasiones de Chávez, y con muchas habilidades, de hecho en una oportunidad por televisión me dijo: ´mira pero es que tú te las quieres agarrar todas y no dejarnos ni una a nosotros´, porque salía un flaicito y yo andaba detrás de todas esas pelotas y él insistía, pero déjanos a nosotros y yo los empujaba… y de ahí trascendió el sobrenombre de Rayo, él decía este es como un Rayo”.
-A partir de esa amistad, ¿pudo presagiar que su gran amigo llegaría a convertirse en el Líder Supremo de la Revolución en Venezuela?
“Fíjate, desde un principio se podía apreciar su liderazgo, porque él sobresalía en todo y ya se va proyectando en su carrera militar. En una oportunidad él nos comentó sobre la situación del país y entonces nosotros comprendimos que quería decirnos algo y entendimos que era otra la lucha, y había que enseriarse en ella. Ya los temas de conversación no eran la pelotica de goma, el béisbol, era la lucha por algo, por un pueblo y Chávez nos inculcó ese sentimiento y de hecho, pues, una vez él nos dijo: aquí tiene que pasar algo.
-Y también un martes, el 4 de febrero de 2003, cuando se produce el levantamiento militar, Chávez da otro paso hacia la inmortalidad, ¿sabías de su protagonismo?
“Lo presagiábamos y con preocupación aquel 4 de Febrero, desde la madrugada comenzamos a buscarnos (los amigos) y comentábamos: hay un movimiento y dónde estará Hugo, coño lo mataron, apareció, no, no ha aparecido y nosotros también fuimos sorprendidos por la televisión, cuando a las 10 y tanto de la mañana supimos que estaba vivo y era el jefe de una rebelión, de un movimiento revolucionario por la Patria.
“Y hundí la cabeza contra mi pecho y brotaron muchas lágrimas, porque no sabíamos qué iba a pasar con él, si lo iban a matar, o a desaparecer. Fueron muchas lágrimas, por las tantas batallas que Chávez tuvo que librar y nosotros sabíamos que corría riesgos su vida, era algo inevitable, porque a él le gustaba estar en batalla, en pelea por su pueblo.
“Sé que esa tristeza el pueblo la percibió desde el primer momento del 4 de Febrero, cuando él dio su cara y dijo: ´Yo asumo mi responsabilidad´, desde ese momento se enraizó en el pueblo y entonces el pueblo, todo el mundo, lloró y llorará por siempre a Hugo Chávez.”
-¿Bolívar en Chávez?
“Chávez desmontó a Bolívar del caballo y nos ayudó a reencontrarnos con el Bolívar nuestro, que estaba ya oculto, que nos tenían escondidos con historias ficticias que nos contaron, nos comentaron y nos enseñaron en la escuela. Chávez la desempolvó y nos la trajo en carne viva, en carne propia, para que el pueblo se diera cuenta de quién era Simón Bolívar.
“Y, de hecho, el bolivarianismo resurge gracias a esas enseñanzas que el pueblo no sabía, porque a nosotros nos enseñaron otra historia y desde ese momento la historia la decimos, la conocemos y la enseñamos nosotros.”
¿Y cómo fue la despedida?
“Me tocó hacerle guardia de honor y ver al amigo allí, inerte, mirando su cara ni sé cuántas cosas me pasaron por la mente, y ahora qué hacemos, y es el trabajo que seguimos realizando, porque nuestra tarea como amigos de ese gigante es continuar sus pasos, ¿cómo?, pues seguir con lealtad su pensamiento, sus ideas y sus principios, esos principios morales y éticos, que nos permiten y le permiten a un pueblo llevarlo dentro de su corazón. El pueblo lloró y llorará siempre por Chávez”