Por los salones de Danza Contemporánea de Cuba han pasado muchos de los mejores, de los más emblemáticos, de los más influyentes bailarines, coreógrafos y maestros de la danza moderna cubana de las últimas seis décadas.
Y hoy por hoy este lugar sigue siendo un laboratorio de vanguardia. Por estos días se ensayan aquí las obras que integran el próximo programa de la compañía, que festejará el aniversario 60 del debut escénico de la agrupación.
Jorge Brooks, el manager, cree que el mejor homenaje a tantas generaciones de artistas es asumir un repertorio diverso, que demuestre la versatilidad del actual elenco. Ese esa es la esencia misma de una temporada que comienza el 28 de febrero e incluye varias obras muy bien recibidas por el público y la crítica.
La Ecuación (2004) y Mambo 3XXI (2009), de George Céspedes; Cenit (2016), de Laura Domingo Agüero; Equilux (2017) de Fleur Darkin, y Coil (2017) de Julio Cesar Iglesias serán las piezas que se alternarán durante dos fines de semana.
Los que siguen el trabajo de la compañía saben que se trata de creaciones con demandas disímiles.
«Pero Danza Contemporánea de Cuba ha probado que puede asumir coreografías muy diferentes, con una calidad que asombra y complace a los que vienen a montar aquí», opina Laura Domingo, cuya pieza honra una tradición decididamente neoclásica.
«Es que yo me aburro muy rápido y por eso estoy buscando nuevas obras, nuevas maneras de asumir la danza», concluye el director Miguel Iglesias.
La temporada se extenderá hasta el 8 de marzo en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.