Forma parte de la tradicional política exterior estadounidense el chantaje, las presiones, el soborno y las amenazas, aunque todos los mandatarios que han pasado por la Casa Blanca se especializaron en las sanciones, pero Donald Trump rompió los récords anteriores. Comenzó con sanciones, termina con ellas y se esperan otras para el nuevo año.
Enumerarlas necesitaría mucho espacio, por lo que comentaré solo las últimas del 2019, relacionadas con las empresas que participan en la construcción del gasoducto Nord Stream 2 que desde Rusia llevaría gas hacia países europeos a mejor precio, con más calidad y de una manera segura.
Un proyecto pacífico, puramente comercial, se ha convertido en el centro de una batalla económica y política que Moscú no piensa perder, pues seguirá adelante hasta concluirlo, tal y como dijo ante la prensa el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov.
El gasoducto submarino, construido ya en un 80%, permitirá duplicar las entregas directas de gas natural ruso hacia Europa occidental, vía Alemania, principal beneficiaria del proyecto. Tiene una capacidad de 55.000 millones de m3 por año, igual que su «hermano mayor», Nord Stream 1.
Las sanciones de Washington «no son del agrado de Moscú ni de las capitales europeas. No gustan a Berlín ni a París», agregó Dmitri Peskov, denunciando una «violación clara del derecho internacional», y un «ejemplo perfecto de competencia desleal.
Sancionados “enemigos” y aliados
Parecería que solo resultan sancionados los supuestos enemigos de Estados Unidos. Pues no, cada vez resulta más evidente que también los aliados son víctimas de tal política, directa o indirectamente.
La Unión Europea y Berlín denunciaron unas sanciones contra empresas que ejercen una actividad legítima y que suponen una injerencia de Estados Unidos en la política energética europea. Estas incluyen congelación de haberes y revocación de visados estadounidenses para los empresarios vinculados con el gasoducto. El Departamento de Estado comunicará en 60 días, tras la promulgación, los nombres de las empresas y personas que participaron en su construcción.
El gasoducto está financiado por el gigante ruso Gazprom y por cinco sociedades europeas (OMV, Wintershall Dea, Engie, Uniper y Shell).
Desde el principio, el proyecto Nord Stream2 se ha enfrentado a varios obstáculos. En octubre, a última hora recibió luz verde de Dinamarca para atravesar sus aguas.
Un colega de Sputnik reflexiona sobre esta situación y precisa que las sanciones de Estados Unidos a países que se manifiestan contrarios a sus políticas integran una larga lista que crece. ¿El argumento?… proteger los derechos humanos y luchar contra el terrorismo y el comunismo. En Latinoamérica, los casos de Cuba y Venezuela son ejemplos emblemáticos de su gusto por castigar.
Crece la lista de sancionados
Las sanciones a las empresas constructoras del gasoducto no son las primeras que sufren los rusos. Las relaciones entre Rusia y el Occidente empeoraron a raíz de los conflictos en Ucrania y la reincorporación de Crimea al territorio ruso tras el referéndum de 2014, en el que más del 96 por ciento de los votantes avalaron esta acción.t
Desde entonces, Estados Unidos, la Unión Europea y otros países aprobaron varios paquetes de sanciones contra Rusia, aunque el Gobierno de Vladímir Putin subrayó en reiteradas ocasiones que la adhesión de Crimea se había llevado a cabo respetando la legislación internacional y la Carta de la ONU.
En el año que termina, según especialistas en el 2019, la lista de naciones sancionadas incluye a Irán, Iraq, Somalia, Congo, Sudán, Líbano, Corea del Norte, Libia, República Centroafricana, Yemen, Sudán del Sur, Bielorrusia, Afganistán, Burundi, China, Haití, Myanmar, Siria, Ucrania, Zimbabue, Balcanes, Costa de Marfil, Chipre, Fiji, Laos, Kirskinstan, Liberia, Palestina, Ruanda, Sri Lanka, Vietnam y Turquía.
Las medidas tomadas por el imperio para castigar a “enemigos” y aliados abarcan todo el globo terráqueo y van desde Moscú a Teherán, de Damasco a Caracas, de La Habana a Pyongyang e incluye a muchas otras naciones..
Las últimas sanciones de fin de año constituyen una amenaza directa en materia de seguridad energética, no sólo para Rusia, sino también para Alemania, Austria, Polonia, Bulgaria, Finlandia, Suecia, Dinamarca, Hungría, Francia, Italia, Serbia, Grecia, Eslovaquia, República Checa en incluso la propia Ucrania – como también países latinoamericanos vinculados con la compra de recursos como en proyectos de inversión para explotar en conjunto riquezas naturales.
El año termina, pero no las sanciones. Una enseñanza del 2019 es que los aliados de Estados Unidos ven con recelo esta relación y tratan de librarse de su dominio.
Cobra fuerza, en especial entre los europeos, la necesidad de una alianza militar y un proyecto económico propios, mucho más cuando se ven obligados a seguir como simples corderos la disparata política del actual Gobierno estadounidense.