Este 14 de diciembre la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) cumplió 15 años. Durante la etapa inspiró proyectos de profundo compromiso social, muchos de los cuales se han visto afectados por el retorno de Gobiernos neoliberales a algunas naciones y por la más brutal oleada de sanciones de Estados Unidos y la burguesía regional contra Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia.
El ALBA “ha demostrado tener la capacidad práctica de impactar en la vida de nuestros pueblos, no solo en lo político o en lo diplomático, sino unir fuerzas para luchar por causas justas en temas claves y urgentes como la emergencia climática, la paz, la independencia, la soberanía y la autodeterminación de los pueblos”, dijo el presidente venezolano Nicolás Maduro en el acto político de cierre que tuvo lugar en el Escalinata de la Universidad de La Habana.
La Alianza nació para acunar, inspirar y respaldar una plataforma viable de integración para los países de América Latina y el Caribe donde el acento principal radique en la solidaridad, la complementariedad, la justicia y la cooperación. Es, además, una alianza política, económica y social.
La región padece una deuda histórica con sus pueblos que, atomizados por la colonización española primero y por el capitalismo salvaje y extractivo después, aguarda por un proyecto capaz de potenciar sus riquezas, fortalezas y capacidades en un entorno de transformaciones estructurales y sistémicas que propicien su desarrollo integral. A ese sueño ha contribuido el ALBA-TCP.
No obstante, hoy la realidad podría resultar hostil a los intereses que le animan. Dos de los líderes más carismáticos y convencidos de que la integración es la única forma de enfrentar al capital globalizador y neoliberal —Rafael Correa y Evo Morales— han sido víctimas del giro de 180 grados dado por los Gobiernos que les sucedieron en el poder —Lenín Moreno y la usurpadora Jeanine Áñez— al punto de que ambas naciones, Ecuador y Bolivia, han salido de la Alianza.
A pesar de ello, los países miembros han ratificado su compromiso con los principios fundacionales, así como con los postulados de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, aprobada en La Habana en el 2014 por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), espíritu que vive en la Declaración Final de la XVII Cumbre efectuada este sábado en La Habana.
Las naciones que son parte del mecanismo se han declarado “en sesión permanente de consulta” para coordinar la respuesta a afrentas como la del golpe de Estado contra el pueblo boliviano y su líder Evo Morales Ayma.
Para Ralph Gonsalves, primer ministro de San Vicente y las Granadinas, el ALBA es “la plataforma unitaria más importante de la historia de la civilización de América Latina y el Caribe”.
En ese contexto, Maduro anunció la revitalización de PetroCaribe “para lograr la seguridad energética definitiva del Caribe, la Misión Milagro y el ALBA Cultural”. La noticia es halagüeña.
PetroCaribe, en sus años de mayor vitalidad, demostró que es posible estructurar una cooperación y un comercio justo, donde el tributo al petróleo se realice de la forma financiera menos onerosa posible o con productos y servicios valorados a un precio razonable.
Según expertos, este pacto amortiguó los impactos de la crisis económica mundial de los últimos años sobre gran parte de las naciones miembros y les permitió preservar su soberanía sin caer en manos del FMI o el Banco Mundial, sobre todo en momentos en que el barril de petróleo llegó a superar los 100 dólares. En algunos casos, la financiación de Venezuela llegó a representar el 20 % del PIB, como ocurrió en Haití en determinada etapa.
En los últimos años Venezuela ha impulsado la iniciativa PetroCaribe Solar que, respaldada por el petro (criptomoneda), financiará proyectos que aprovechan las energías renovables, incluidas la geotérmica y eólica, en el contexto de la reconversión energética a que está llamado el mundo.
Pero esas aspiraciones de PetroCaribe, gestadas al calor del espíritu del ALBA-TCP, benefician a los pueblos y despiertan la ira de Estados Unidos.
“Somos pequeños en tamaño, pero grandes en dignidad, afirmó una vez el presidente de Nicaragua Daniel Ortega. Desde que llegaron los conquistadores hemos peleado por nuestra autodeterminación contra el monstruo del expansionismo colonial”. Tal es el desafío que tiene aún el ALBA-TCP.