Buenos Aires, Argentina.- Más de 5 000 detenidos, apenas 200 sobrevivientes, en 2 818 días de dictadura, son los números macabros que marcan el “récord” del terror tras los muros de la antigua Escuela Mecánica de la Armada, temible ESMA, uno de los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio más grande de Argentina.
Atravesando el ajetreo de una ciudad, aún impactada por la toma de posesión del Presidente Alberto Fernández y la Vicepresidenta Cristina Fernández, varios hombres y mujeres, tremendamente felices por el nuevo amanecer de su país, regresaron hoy a ese campo de concentración donde fueron detenidos y torturados en plena juventud.
Son Ana, Néstor, Silvia, Mercedes, Ricardo, Graciela, Silvia, Alfredo, también Vera, la madre que tiene 92 años y perdió a su hija Franca, de 18, en las celdas de la ESMA o en los vuelos de la muerte. Poco se sabe. Vuelven de nuevo al sitio que los lacera, pero esta vez con una connotación diferente. Vienen a acompañar al Presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, por cada rincón de la barbarie.
Tenía la obligación de venir, dijo el Jefe de Estado al encontrarlos reunidos en una de las oficinas del lugar, mientras dialogaban con su compañera, Lis Cuesta, en espera de que el mandatario llegara de una reunión con el Presidente Fernández.
“Que ustedes hayan accedido a estar conmigo supera todas mis expectativas. Ustedes tienen todo el reconocimiento y el apoyo de Cuba, son parte de la energía que ayuda todos los días a resistir y a vencer”.
“Será una travesía difícil”, advirtió Alejandra Naftal, directora del Museo Sitio de Memoria ESMA, segundos antes de iniciar el recorrido. Pero este lugar es una victoria de los argentinos, es el resultado de más de 40 años de luchas. No es para la muerte, es para la vida, para el respeto, incluso para los indiferentes que niegan, aún, todo lo que pasó.
“Aquí se cometió un crimen de lesa humanidad”, sentenció a pocos segundos de que el Presidente Díaz-Canel y su delegación comenzaran a caminar uno de los símbolos más lacerantes de la dictadura que estremeció a Argentina entre los años 1976 y 1983.
En lo que fue el Casino de Oficiales de la ESMA, los sobrevivientes contaron en detalle al mandatario sobre el infierno donde estuvieron secuestrados, con capuchas de tela negra y gruesa, grilletes en las manos, acostados casi todo el tiempo en un espacio de 0.70 por 2 metros, la cabeza hacia el pasillo para estar a la vista de los guardias, con una temperatura asfixiante y la posibilidad de hacer sus necesidades básicas en dependencia de lo que ese día quisieran sus captores.
Silvia le mostró el lugar, miserable, donde dio a luz a su hija, con la que pudo estar solo una semana antes de que, “por suerte”, la entregaran a la abuela. A su lado, para volver a vivir la historia, estaba Mercedes, la otra joven que en aquel entonces la ayudó a parir en medio del terror. Hoy en una de las paredes de esa sala hay escrita una pregunta: ¿Cómo es posible que en este lugar nacieran chicos? La pequeña de Silvia podría responder.
De esas atrocidades conoció el Presidente de Cuba, justo en la voz de sus víctimas; y también del pentotal que inyectaban a los “condenados” para adormecerlos antes de lanzarlos vivos al río de La Plata; del llamado camino de la felicidad que conducía al salón de torturas; de la picana eléctrica para matar y de los gritos queriendo ser opacados por una música atronadora; de las mujeres violadas; del trabajo forzado; de simulacros de fusilamiento… todo ello en medio de la cotidianidad de una Escuela Mecánica de la Armada que, en años, no se dio “por enterada” de lo que sucedía en sus predios. ¿Podría ser eso real?
Pero el recorrido, no por gusto, terminó en el salón donde se procesaba entonces la información de todos los detenidos. Hoy, más de cuatro décadas después, en sus paredes se proyecta el nombre de los asesinos, muchos de ellos seguido por el cartel de Condenado.
Con la voz entrecortada por una emoción incontenible, el Jefe de Estado de Cuba, que estuvo dos horas en la ESMA, dijo a sus anfitriones, víctimas del terror, “ustedes son luz y amanecer”. Aquí hay un testimonio enorme de lo que es la crueldad, de lo que es el asesinato, de lo que es el maltrato, de lo que es la violación de los derechos humanos; de lo nocivo, lo perverso, de lo nefasto de las dictaduras militares.
Ustedes no pueden imaginar lo que nos han aportado en sentimientos, en convicciones revolucionarias. “Este es un recuerdo que vamos a tener toda la vida”. Y rememoró a los jóvenes desaparecidos: “la generación de mi edad”, dijo. “No los vamos a olvidar. En esta toma de posesión, y se lo explicamos al Presidente Alberto Fernández, vinimos a decirles que cuentan con el apoyo de Cuba, que cuentan con el respeto de Cuba, que cuentan con la amistad y la solidaridad cubana. Juntos vamos a andar ese camino de victoria para América Latina”.
“Lo expresé en el acto de solidaridad, como en la canción de Fito, quién dijo que todo está perdido, Cuba viene a entregar su corazón”.
Entonces, cobraron mayor sentido aquellas palabras de Graciela, una de las sobrevivientes, que, antes de comenzar el recorrido, contó: cuando estábamos presos, Cuba era nuestro faro; estar hablando hoy con ustedes es prueba de que les ganamos.
(Tomado de presidencia.gob.cu)