Unas breves palabras de presentación fueron suficientes para que Lidia Mendive Martínez abriera su corazón a estos reporteros, instantes después de que ella, junto a otros compañeros, recibiera el homenaje de los trabajadores de su único centro laboral desde 1985: el Complejo Científico Ortopédico Internacional Frank País.
La licenciada en Enfermería llegó a La Habana como parte del primer grupo de colaboradores cubanos que prestaron servicios en Bolivia, misión que se interrumpió por el doloroso golpe de Estado al presidente Evo Morales.
En el departamento de Beni, en la ciudad de Guayaramerin, en la frontera con Brasil, Lidia conoció muy de cerca la nobleza de sus habitantes, y también la de muchísimos brasileños que todos los días llegaban hasta allí para beneficiarse de las bondades de la medicina cubana.
Antes de partir hacia Bolivia se preparó (en un curso intensivo) para desempeñarse en el campo de la Oftalmología, especialidad en la cual se consagró como enfermera de pre y postoperatorio en la única instalación hospitalaria que había en la zona, donde ella permaneció durante un año y cinco meses.
“Los 13 cubanos que allí estábamos fuimos acogidos muy bien. Trabajamos mucho, todos los días se operaban alrededor de 17, 18 cataratas y más de 20 pterigium. Era sorprendente encontrar tantas mujeres, incluso madres e hijas, que habían quedado ciegas. Gracias a nosotros recuperaron la visión y pudieron conocer a sus hijos y demás familiares”.
Los recuerdos la entristecen, sobre todo cuando hace alusión a la partida. “Luego del golpe de Estado la población quería que siguiéramos operando, nos iban a buscar a la casa, pero por razones de seguridad se nos prohibió salir. Fueron momentos difíciles y tampoco pudimos despedirnos.
“Nos llamaban por teléfono, ellos no sabían por qué no respondíamos. El silencio era necesario en tales circunstancias. Gracias a las medidas tomadas por la misión médica pudimos regresar a la patria”.
A las vivencias adquiridas en Venezuela, donde permaneció durante 6 años, desde el 2004 y hasta el 2010 —“mi segunda patria”—, se suman ahora las experiencias de Bolivia, donde tuvo la oportunidad de conocer a gente humilde, noble y honrada, entre las cuales mencionó con particular cariño a Isabel, la empleada de limpieza, y a su niña que siempre le acompañaba.
Hoy Bolivia cierra una etapa importante de su vida. No obstante, ella asegura que está dispuesta a prestar sus servicios donde sea preciso. “¡Es difícil imaginar cuántos enfermos no pueden pagar ni siquiera 50 pesos para hacerse un electrocardiograma! Muchas personas nos necesitan en el mundo. ¡Por ello nunca renunciaremos a la solidaridad en el sector de la salud!”.