«Que un médico cubano atienda a un ecuatoriano equivale a decir que lo valoró un gran profesional. Ellos alaban la medicina cubana, te manifiestan que donde mejor se estudia Medicina es en Cuba, que los mejores profesionales son los cubanos, porque te escuchan, te pasan la mano». Con esas huellas de amor y agradecimiento llegó a la Patria la doctora espirituana Marena Simó Calzada, quien, desde enero de 2019, formaba parte de la Misión Médica de la Mayor de las Antillas en Ecuador.
La especialista en Medicina Física y Rehabilitación, aunque acostumbrada a los rigores de la fisiatría, por su extensa labor en el Hospital Provincial de Rehabilitación Faustino Pérez de Sancti Spíritus- entre ellos 5 años dirigiendo la institución-, quedó impactada por las necesidades y la pobreza de la población que atendió en el centro de salud Ciudad Victoria, construido en asentamiento rural y de difícil acceso de Guayaquil.
«Allí existe una elevada presencia de discapacidades dentro de la población. En todas las familias, hay alguien con una discapacidad, ya sea una parálisis cerebral infantil, infartos cerebrales y muchos con déficit intelectual. Atendí pacientes con ese tipo de patologías desde la infancia, y que ya tenían más de 20 o 30 años y nunca había sido vistos por un médico».
«Ellos vieron en nosotros la esperanza de una posible recuperación. Ya era muy difícil, pero los incorporamos al servicio con un tratamiento trazable, no inalcanzable. Muchos eran totalmente dependientes de sus familias y lograron mover sus manos y eso fue impactante en ellos. Tuve niños que lograron el sostén cefálico, que lograron girar sobre el tronco, y hasta caminar con ayudas técnicas. Brindamos mucho amor, sembramos salud con amor».
La doctora rememora que, aunque la institución sanitaria estaba muy bien equipada, no había sido utilizada previo a su llegada por carecer de personal calificado en Fisiatría. Al unísono de la asistencia médica, tuvo a su cargo la asesoría técnica de los profesionales del servicio y del personal asistencial.
«Fue ardua la tarea de socialización, de incorporación del resto del personal de salud porque desconocían del rigor y la importancia de la especialidad. Se incorporaron de manera muy profesional a las exigencias de esta área, para brindar una mayor calidad a los pacientes que allí se atendían».
«Al conocer la decisión del fin del convenio de colaboración y con ello el regreso a Cuba, la brigada se mantuvo muy unida. Fue muy triste dejar un trabajo tan intenso trunco y sin esperanzas de retomarlo. Todos los pacientes se manifestaron muy sentidos, me decían: doctorita no se vaya, doctorita quédense».