Lo que más recuerda de aquellos días era lo pronto que caía la noche. Empezaban a trabajar temprano y cuando menos lo esperaban, ya habían pasado unas 10 horas. “Pero había que cumplir”, se justifica Elsa Mesa Peláez.
Ella es una de las tres costureras, que junto a una cortadora y la administradora de la Atelier Ensueño, Migadalia Varona Méndez, en Camagüey hicieron lo imposible: reparar o casi elaborar cuanto uniforme escolar fuera necesario, en unos 45 días.
Tiempo récord
Era conocido que había problema con la entrada de la materia prima, así que Migdalia se imaginaba lo que vendría luego. Cuando fue oficial la información, recuerda, solo quedaba asumirlo con valentía, “había que hacerlo, pero velando por la calidad también.
“Los uniformes venían con muchos problemas de talla y, en cuanto las personas los adquirían, se llegaban a la atelier directamente a transformarlos. Unos 583 prendas tuvimos que rehacer”.
En tiempos normales, hacer un uniforme nuevo, sin muchas complicaciones implica unas pocas horas, mientras uno bien complejo demanda días. El oficio de coser, como explica Elsa, quien con 66 años aún sigue en el taller, es algo que cansa, que afecta la columna, por lo que muchas horas seguidas sería dañino.
También es una profesión que se practica cada vez menos y por eso, como alega, costureras como ella deben seguir haciéndolo. “Los que vienen aquí llegan buscando ayuda o por una necesidad. A veces son viejitos que viven solos, y les hace falta un remiendo o, como esta vez, madres desesperadas.
“Estaba a punto de comenzar el curso escolar y muchas mujeres se sentaron aquí a esperar a que termináramos. Nos pusimos fuertes, no pensábamos en el esfuerzo ni en las horas, solo en terminar”.
El premio
“La situación que se vivió fue muy particular, nunca se había hecho nada parecido: en 45 días se elaboraron más de 3 millones de uniformes escolares. Y había que reconocer el esfuerzo y la entrega de todos los colectivos que apoyaron en la elaboración, reparación y distribución de los uniformes escolares”, aseguró Pedro Víctor Simón Rodríguez, secretario general del Sindicato Nacional de los Trabajadores del Comercio, la Gastronomía y los Servicios (SNTCGS).
Tanta entrega generó la creación de una emulación a nivel nacional y de todos los talleres que apoyaron, tres destacaron y recibieron la condición de Proeza Laboral: la de Camagüey, una de Villa Clara y otra en Artemisa, esta última provincia reconocida nacionalmente por el mejor procedimiento en la elaboración y gestión de ventas, aseguró el dirigente.
El acto de entrega del reconocimiento a las agramontinas fue sencillo, en medio de su centro de trabajo. Y ellas con las cintas métricas colgadas del cuello, con un ojo puesto en la prenda, que esperaba por la última puntada, agradecían los aplausos, y como Elsa, decían que este premio era un alto honor, algo nunca pensado, “porque no trabajamos pensando en eso, sino en los niños”.