Especial jerarquía tiene el trabajo en una nación como Cuba por su influencia en el perfeccionamiento del socialismo en el interés de hacerlo próspero y sostenible, avanzar en el terreno socioeconómico y mejorar la calidad de vida del pueblo, cuestión refrendada en la nueva Carta Magna, proclamada el 10 de abril último, cuando se cumplían 150 años de la Constitución mambisa de Guáimaro, de 1869.
El pueblo ofreció valiosas opiniones en el proceso de consulta popular del texto, en particular a favor del Artículo 31 que refiere: El trabajo es un valor primordial de nuestra sociedad. Constituye un deber, un derecho y un motivo de honor de todas las personas en condiciones de trabajar. Es, además, la fuente principal de ingresos que sustenta la realización de los proyectos individuales, colectivos y sociales.
Existe una sabia frase, propia del lenguaje de nuestros padres y abuelos, de que la mejor herencia que puede legarse a los hijos es el trabajo, expresión paradójicamente actual e ineludible, revitalizada en estos tiempos en que se acentúa un concepto clave: la riqueza en el socialismo se asienta en el trabajo.
Hoy es inevitable convertirlo en una virtud desde la consagración, aprovechamiento de la jornada, ahorro y eficiencia en su sentido más amplio, como brújula para hallar los caminos que precisan desbrozarse, para vencer los desafíos de la difícil situación económica que afecta a Cuba, agravada por el recrudecimiento del criminal bloqueo de los Estados Unidos contra el archipiélago cubano.
Como los contextos adversos no hacen más que acrecentar su valía, en los colectivos laborales, eventos de la Central de Trabajadores de Cuba y de sus sindicatos se defiende con meridiana claridad su importancia, como resultado -en primerísimo orden- del esfuerzo personal para desde la base influir en el desarrollo socioeconómico del país.
Por eso cobran vigencia ideas esenciales del patrimonio de la nación como la declarada por Ernesto Che Guevara en la etapa de constructor de la sociedad nueva: El trabajo será la dignidad máxima del hombre, o el principio que sustenta nuestro Estado: La riqueza en el socialismo se asienta en el trabajo.
Es que esa es la expresión más plena de la creación, la manera que tiene cada cual de ser útil y dejar huellas; por ello urge el desempeño a fondo en interés de la calidad y la eficiencia, no en son de enarbolar consignas, sino para servir mejor a la nación desde el puesto laboral más humilde hasta el de mayor responsabilidad.
En especial el ahorro de portadores energéticos debe convertirse en una filosofía de vida coherente en cada centro laboral, fábrica, industria, hospital y escuela.
Ante nuestros ojos están las principales prioridades: producción de alimentos y en las industrias de ramas diversas; elevación de los rendimientos en renglones que aporten a la exportación o sustituyan importaciones, esmero porque reine la calidad en los servicios.
La Revolución en 60 años de bregar ha enseñado que todo es posible, incluso las hazañas laborales ante el déficit de recursos materiales y financieros, pero para esto debe empezarse por el trabajo, sin el cual no hay milagros.
Enaltecerlo es el desafío, desde el puesto más sencillo hasta el más comprometido, porque en términos de economía solo la eficiencia conduce al camino que se busca para avanzar y afianzar el socialismo, amén del férreo bloqueo.
El secreto está en la celeridad con que se empleen a fondo las reservas de eficiencia, que se hallan en cada lugar; hay que encontrarla en los rigores del control, la austeridad, el ahorro, la calidad de la producción y los servicios, el desempeño de los cuadros y en la dedicación individual y colectiva, interiorizando que la principal divisa que tiene Cuba es el trabajo.
Entenderlo como un ejercicio de virtud es dejarles la mejor herencia a nuestros hijos y rendirles tributo a quienes esgrimen que no hay mejor riqueza que la obtenida con las propias manos y el sudor de la frente.
(Tomado de ACN)