En un sencillo acto, los trabajadores del colectivo del periódico Trabajadores expresaron su solidaridad con Lula al estampar su firma en reclamo de su inmediata liberación.
La subdirectora editorial Alina Martínez Triay aportó argumentos del porqué quieren mantener en prisión al expresidente brasileño.
Comenzó con una cita del líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro, quien expresó: “Una cosa es indiscutible: el obrero metalúrgico se ha convertido actualmente en un estadista destacado y prestigioso cuya voz se escucha con respeto en todas las reuniones internacionales”.
En ese sentido el propio Lula dijo: “Yo fui elegido con un programa muy claro, firmé una carta al pueblo brasileño y por eso me eligieron presidente de la República. Y estoy cumpliendo. Dudo que haya en otro lugar del mundo una relación entre el presidente y los movimientos sociales como la que existe aquí en Brasil”.
El Gigante Sudamericano pasó a ser gobernado por primera vez por un humilde obrero nordestino que llegó a erigirse en un líder carismático y reconocido defendiendo a “los de abajo”, un representante de la sociedad civil con un fuerte compromiso con el futuro, no solo de su clase, sino de su nación, que si bien carecía de formación académica poseía un conocimiento profundo de la realidad de su país a través, primero de su experiencia como sindicalista, y después por sus fuertes vínculos con los sectores más desfavorecidos.
Tuvo la inteligencia de rodearse de una intelectualidad progresista que fortaleció su capacidad de proyectarse con mente abierta hacia el futuro con una estrategia de Gobierno dirigida a transformar una nación en la que imperaban la exclusión social y una inmensa brecha entre ricos y pobres.
Con sus programas sociales, los mayores aplicados en toda la vida republicana de Brasil, que no fueron otra cosa que política asistencial de gran sentido humanista, el Gobierno del Partidos de los Trabajadores (PT) fue sentando las bases para las significativas transformaciones que se operaron en Brasil durante los dos mandatos de Lula.
Entre estos programas pueden mencionarse el Programa Hambre Cero, Brasil Alfabetizado, el de extensión universitaria que promovió la construcción de centros de altos estudios en regiones que no los poseían, y de Universidad para Todos, que otorgó becas a estudiantes de bajos ingresos; el del Libro Didáctico y el de Alimentación Escolar; el crecimiento del presupuesto en el sector salud con programas como Farmacia Popular para hacer asequibles los medicamentos a los más pobres; Brasil Sonriente, para la atención estomatológica; el de Luz para Todos, encaminado a universalizar los servicios de electricidad; el de Territorios de la Ciudadanía, dirigido a promover el desarrollo regional, entre otros.
Los resultados en cifras del desempeño de Lula son elocuentes: baste decir que creó 21 millones de empleos, 36 millones de brasileños salieron de la extrema pobreza y 42 alcanzaron el nivel económico de la clase media.
En cuanto a su proyección internacional, desde sus tiempos de dirigente sindical ya Lula había demostrado su postura de oposición a los mecanismos de dominación de Occidente sobre los pueblos del Sur y a favor de la unidad de la izquierda latinoamericana como paso necesario para lograr el progreso de la región. En ello influyó la figura de Fidel Castro, por el cual Lula siempre experimentó una gran admiración.
Junto con Fidel Castro, Lula al frente del PT participó en la gestación del I Encuentro de Partidos y Organizaciones de Izquierda de América Latina y el Caribe, conocido como Foro de São Paulo, en 1990, año del lanzamiento del Consenso de Washington, expresión programática del neoliberalismo y de su pensamiento único. El Foro se convirtió en un espacio de denuncia, de resistencia, pero también de formulación de alternativas. Y en 2001, a instancias del PT, se efectuó en Pôrto Alegre el primer Foro Social Mundial, como una alternativa del Foro Económico Mundial que al mismo tiempo se celebraba en Davos, Suiza.
Para América Latina el papel desempeñado por Brasil en política exterior desde que Lula asumió fue de gran importancia al cerrarle el paso al Área de Libre Comercio de las Américas (Alca), con lo que abrió espacios al proceso de integración en la región al adoptar una política exterior independiente que se distanció de la tradicional subordinación de su país a Estados Unidos, lo que indudablemente influyó en el cambio de la correlación de fuerzas en el continente.
Su gestión personal como representante del Sur en la solución de conflictos políticos asociados a la guerra y la paz se inscribió en su empeño por construir un orden mundial más equitativo y justo, propósito que estaba reñido con la inestabilidad y la violencia.
Fue precisamente en Brasil bajo el mandato de Lula en diciembre del 2008 que se efectuó la cumbre de Salvador de Bahía en la que se comenzó a gestar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Su visión de la construcción de un mundo multipolar con una nueva geografía política, económica y comercial en la que los países del sur dejaran su posición de subordinación para compartir espacios con las potencias del norte fue expresada en su intervención en el pleno del 63 período de sesiones de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas: “En el pasado, los navegantes miraban a la estrella polar para encontrar el norte, como se decía. Hoy, estamos buscando las soluciones a nuestros propios problemas, contemplando las múltiples dimensiones de nuestro planeta. Nuestro norte a veces está en el sur”.
Esas son, para los adversarios de los pueblos razones suficientes para encarcelar a Lula y evitar que su pueblo volviera a tenerlo como su presidente. Por eso el colectivo de Trabajadores se sumó al reclamo de LULA LIBRE, porque el pueblo brasileño y las fuerzas progresistas del mundo lo necesitan para encabezar, junto con otros líderes de la región, las duras batallas que están por venir.