La escarapela de Carlos Manuel de Céspedes, la que por los azares de la historia llevaba José Martí en su último combate, es mucho más que una prenda: es símbolo de una cultura que nace, toma cuerpo y se proyecta desde la nacionalidad.
Sin cultura no se puede hablar de nación.
Cultura, por supuesto, es mucho más que las expresiones artísticas y literarias de un pueblo.
Es precisamente la cultura la que establece los lazos entre los hombres, es el testimonio de sus saberes y sus “haceres”, el ámbito de su realización espiritual.
Cuba celebra su cultura el día en que Perucho Figueredo compartió con el pueblo de Bayamo la letra de la marcha de combate que devendría nuestro Himno Nacional.
Apenas diez días antes, hace 151 años, Carlos Manuel de Céspedes había iniciado la primera de nuestras guerras por la independencia.
Esa revolución era, primero que todo, una revolución cultural: fue el resultado de la eclosión de lo cubano.
El grito de Yara fue la consolidación absoluta de nuestra nacionalidad. En Bayamo, el 20 de octubre, la Revolución fue dotada de uno sus principales símbolos.
Más que justo que este año las jornadas por el Día de la Cultura Cubana estén consagradas al homenaje a los grandes patricios de nuestras gestas independentistas, particularmente a Céspedes, en el aniversario 200 de su nacimiento.
No existimos fuera de una cultura. Los hitos de nuestra historia y su expresión artística y popular han conformado el mosaico maravilloso de nuestra nación.
Cuba es su cultura.