“No hemos parado en ningún momento”, dice enfático José Antonio Olivares Díaz, director de la Empresa de Servicios Portuarios del Oriente, cuando se le pregunta por los procesos de descarga de mercancías en medio de las limitaciones energéticas que vive el país.
Su respuesta tiene como telón de fondo el cotidiano ajetreo que se vive en las diferentes zonas del puerto de la ciudad de Santiago de Cuba.
Por estos días, por ejemplo, se concluyeron las operaciones de buques de contenedores con maíz y arroz, y se espera otro con soya.
Pero no solo en tierras santiagueras se garantiza el movimiento de mercancías, siempre “con los ajustes necesarios en el uso del combustible”, precisa Mario Sierra, director adjunto de la entidad:
“También los puertos de Boquerón, Niquero y Manzanillo están activos, y en el de Baracoa continúa el proceso inversionista que ya se desarrollaba allí”.
El trasiego de mercancías en los puertos orientales se realiza con apego al cumplimiento de las medidas adoptadas en la Empresa, pensadas para ahorrar todo cuanto sea posible sin afectar el flujo de productos que sustentan la canasta básica y la producción de pienso animal, entre otros.
A sabiendas de la alta responsabilidad que tienen sobre sus hombros los trabajadores del puerto Guillermón Moncada renuevan el ímpetu que les caracteriza, y “una vez más se demuestra que con los de aquí se puede contar para lo que sea, y bajo cualquier circunstancia”, dice Mariucha Lenzano Pascual, diputada a la Asamblea Nacional y orgullosa de ser parte de ese colectivo.
Lo ratifica igualmente Ismael Fernández Duany, quien comanda las operaciones en las zonas 1 y 2 de la rada suroriental. “Estamos conscientes de la situación coyuntural que vivimos y cumplimos con las acciones diseñadas, entre ellas el reajuste de los turnos de trabajo, el uso de montacargas, tractores y otros vehículos tecnológicos más eficientes, y evitar los movimientos innecesarios de equipos especializados para optimizar el combustible”.
Fuera de los predios del puerto santiaguero, en los almacenes de la Empresa Mayorista de Productos Alimenticios y Otros Bienes de Consumo (Empa), se tensa la cadena puerto-transporte-economía interna y se confirma la valía de tener eslabones sólidos, garantía de que ni el pueblo ni las entidades estatales sufran afectaciones.
“Nuestra disposición es total para trabajar el tiempo que sea necesario en la recepción, almacenaje y distribución de los productos”, expresa Noel Silva, uno de los 42 trabajadores de la Nave Lorraine, perteneciente a la unidad básica 610 de la Empa en Santiago de Cuba.
“Aquí tenemos las mercancías que van al consumo social, en particular a centros de la salud y la educación, acota Arturo Arrate Cardero, jefe del mencionado almacén, y en este mes nos asignaron apoyar la distribución de la canasta familiar de uno de los distritos de la ciudad.
“Con mucho celo cuidamos que los camiones viajen con la capacidad cubierta al ciento por ciento, ya sean los de 10 toneladas o los de seis, además ajustamos mejor las rutas para cubrir siempre una misma área y que exista un uso óptimo del combustible”.
Ángel Góngora, Danilo Gutiérrez y Rolando Hechavarría, también estibadores de la Nave Lorraine, en la ciudad santiaguera, aseguran que más que palabras lo que vale ahora es la acción; por eso, no ponen reparo cuando se les convoca a apoyar la distribución a la hora necesaria, incluidos los domingos, espíritu de trabajo que se disemina por la geografía santiaguera en esta hora difícil de la patria.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.