Un juez de Brasil rechazó por «inepta» otra denuncia de la Fiscalía de ese país contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, en un caso por el supuesto pago de sobornos por parte de la constructora Odebrecht. El magistrado de primera instancia de Sao Paulo, Ali Maloum, dijo que no halló «causa justa para la apertura de la acción criminal» contra el exmandatario.
Se trata de apenas un capítulo más de la zaga Lula versus Justicia, en el que la injusticia sigue mandando para que el líder histórico del Partido del Trabajo cumpla actualmente una pena de ocho años y 10 meses de prisión bajo cargos de corrupción.
El exlíder sindicalista tiene sobre los hombros otra condena de 12 años y 11 meses de cárcel por similares acusaciones, pero es una sentencia aún no confirmada en segunda instancia.
Otros procesos judiciales pesan sobre él, en todo un montaje que, más que una campaña anticorrupción, resulta una jugada de la derecha brasileña que inició con el golpe de Estado parlamentario contra la presidenta Dilma Rousseff.
Lula califica de «canalla» la cruzada judicial en su contra, cuyo real motivo fue y sigue siendo impedir que vuelva a la presidencia de la República, sobre todo cuando el Palacio de Planalto es ocupado por Jair Bolsonaro, cuya gestión resulta fallida en diversos órdenes.
A favor del encarcelado están dos peticiones de hábeas corpus ante la Suprema Corte de Justicia, mientras su equipo de abogados se declara optimista respecto a que en los próximos meses recupere la libertad o al menos le concedan arresto domiciliario.
Resulta hoy un preso que se siente más libre en su celda que los jueces que lo condenaron. Así lo confirmaron el Premio Nobel de la Paz argentino, Adolfo Pérez Esquivel, y el sociólogo y periodista español Ignacio Ramonet, quienes lo visitaron recientemente en la sede de la Policía Federal de Curitiba, capital del sureño estado de Paraná.
Allí cumple prisión política desde abril del 2018, por mucho que sus acusadores y condenadores se empeñen en considerarlo un delincuente común.
Han sido más de 500 días de encarcelamiento en los que el exdirigente obrero no ha decaído en el desánimo, por el contrario. Lula acusa, defiende su inocencia, analiza la depredación social y ambiental provocada por el Gobierno de Bolsonaro, se suma a otras causas regionales y mundiales a los apoyos a la dupla electoral presidencial brasileña Alberto y Cristina Fernández.
“Él sabe que la justicia brasileña no renunciará a mantenerlo en prisión política. Pero tiene la fuerza de un inocente y piensa que es más libre aquí que los jueces que lo condenaron”, expresó Ramonet.
Tanto el activista argentino como el intelectual ibérico son parte de la campaña internacional Lula Libre, que en el recién efectuado Festival de L’ Humanité escuchó la voz clara de denuncia y solidaridad de la expresidenta Rousseff.
Pérez Esquivel es, a su vez, autor del manifiesto que reclama para Lula el Premio Nobel de la Paz, empeño para el que dedica esfuerzos en favor de la movilización internacional.
Lula ha recibido a diversas personalidades en la prisión, incluido un mensaje de aliento del papa Francisco. En este dice mucho de cómo el mundo ve su encarcelamiento y la injusticia que le mantiene tras las rejas y expuesto a la campaña de mentiras de políticos, jueces y, sobre todo, la red privada O Globo, todo un poder mediático y tiránico en Brasil.
Los cargos que no se dicen están detrás de sus condenas: sacar a 36 millones de brasileños de la miseria y marginalidad; llevar como nunca a más compatriotas a las universidades, expandir de manera inédita la salud pública a comunidades preteridas; apostar por la integración regional y por una política exterior independiente, soberana y cercana a las causas justas contra la opresión, el imperialismo y el neoliberalismo.
O como dijo hace unos días a Página/Doce sobre sus verdaderos delitos: generar 22 millones de empleos, aumentar en un 75 % el salario mínimo, poner a disposición 52 millones de hectáreas de tierra para hacer la reforma agraria, hacer el mayor programa nacional de historia de Brasil y entablar amistad con todos los países de América del Sur, según sus propias palabras.