Cargando...En el principal salón de ensayos del Ballet Nacional de Cuba confluyen por estos días dos tradiciones: la del gran ballet americano, que tuvo en el inmenso George Balanchine su principal referente, y la de la escuela cubana de ballet.
Lo que sucede es que estos dos movimientos tienen, desde sus comienzos, vínculos indisolubles. Alicia Alonso fue primera bailarina del American Ballet Theatre, y entre los bailarines que fundaron la principal compañía cubana había muchos estadounidenses.
Varias décadas después llega a La Habana el coreógrafo residente del American, el ruso-estadounidense Alexei Ratmansky, quien concluyó este martes el montaje, con el elenco del Ballet Nacional, de una de sus más celebradas piezas, Concerto DSCH, sobre una partitura de Dmitri Shostakovich.
El homenaje al estilo que instauró Balanchine es evidente en el complejo entramado de esta coreografía, concebida por uno de los más demandados creadores del ballet contemporáneo.
La sucesión vertiginosa de secuencias, la alternancia vivaz de solistas y cuerpo de baile, el acento alto, la recreación desde el movimiento de la pauta musical… tributan a una poética pirotécnica y elegante, que indudablemente será un desafío para cualquier compañía de ballet.
En Concerto DSCH participan varias primeras figuras del Ballet Nacional de Cuba, junto a otros solistas y jóvenes bailarines: aquí se les reclama ímpetu, resistencia, precisión y una singular prestancia.
Las sesiones de montaje con el coreógrafo están siendo muy intensas. El estreno está previsto para el domingo 3 de noviembre, en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
Ese escenario quedará reabierto, después de un proceso de mantenimiento, este jueves 12 de septiembre con la temporada de una de las puestas emblemáticas de la compañía: Giselle. Una historia de amor que no envejece; con toda seguridad serán funciones a teatro lleno.
