Hace cuatro años, seis meses y unos días comenzó todo; o más bien, que cambió todo. La salud de la camagüeyana Mirna Yermat Pérez arrojaba datos problemáticos desde hacía algún tiempo, pero no fue hasta el 2014 que las complicaciones con el funcionamiento de sus riñones la llevaron a tener que realizarse hemodiálisis periódicamente. Hoy es otra mujer.
“Lo más complicado de esto —explica— son las horas que hay que pasar acostada. Siempre he sido una persona muy activa, conversadora, y estar así, sin hacer nada todo ese tiempo no es lo mío. Pero como las personas que trabajan aquí son tan buenas y desde que llegas te hacen sentir en casa, el proceso de hemodiálisis se me va ‘volando’”.
Mirna es uno de los 38 pacientes que regularmente asisten a la sala de nefrología del Hospital Pediátrico Leopoldo Rey Sampayo, en el municipio camagüeyano de Florida. Fue una de las primeras en recibir el servicio en este lugar, que ya cuenta con cerca de cinco años de creado.
El primer reto
Los floridanos y los residentes de otros municipios aledaños que debían recibir hemodiálisis, por años fueron atendidos en la cabecera provincial. El deseo de contar con un servicio de este tipo en un lugar más cercano se tornaba necesidad; por eso, cuando al territorio llegaron unos riñones artificiales se formó la algarabía.
“Los primeros en dar el paso al frente y donar una de nuestras áreas fuimos lo del Rey Sampayo. Pero para la sala se requería todo un proceso inversionista que debíamos asumir nosotros. El director de ese entonces nos decía que podíamos y así fue. Lo asumimos, lo construimos y hoy destaca a nivel nacional”, rememora la licenciada Miriam Gallardo Montejo, directora de esa institución médica.
A partir de entonces el pediátrico no solo atendería infantes, sino además, pacientes adultos; “un reto enorme, pero que podíamos asumir”, continúa la directiva. “La vida de estos pacientes es muy limitada, requiere de mucho cuidado, pero ellos salen satisfechos con el trato. Incluso cuando han tenido que ir a Camagüey por complicaciones se molestan, se sienten mal porque prefieren quedarse aquí”.
Cuatro turnos de trabajo, cada uno de cinco horas —cuatro de hemodiálisis y una de limpieza— rigen la dinámica de la sala. Allí los pacientes pueden merendar, almorzar, comer… elementos que atiende muy de cerca Tomás Sánchez Arcea, jefe del área de servicio de Nefrología. “El paciente es lo primero, quizás ese es el secreto para que reconozcan nuestro trabajo”, asegura.
Para Julia García Allen, jefa del Departamento de Enfermería, el éxito radica también en la calidad de su instalación y del servicio, en que siempre atienden con una sonrisa y en que se enfocan en alegrarles el día con simples detalles. “La enfermedad genera muchas secuelas pero no por eso debemos maltratarlos o perder la ternura”, asevera.
El orgullo de casa
Desde que comenzaron a funcionar, unos cuantos números generaban inquietudes: una sesión de hemodiálisis se contabiliza en alrededor de 325 pesos moneda nacional, mientras que solo el dializador (filtro por donde circula la sangre y se encarga de purificarla antes de retornar al paciente) cuesta entre 11 y 14 dólares, y cada uno de los pacientes debe emplear uno nuevo en cada una de sus tres sesiones semanales.
Aunque más de la mitad del presupuesto de la sala se emplea en satisfacer las necesidades de equipamiento, sus trabajadores son de los que prefieren ahorrar. Por ello, diseñaron un sistema de reutilización, que “aunque emplea elementos costosos, como el ácido para acético para esterilizar el dializador, a la larga ahorra mucho más”, explica la enfermera García Allen.
También se enfocan en otras formas de ahorro con el agua, la electricidad. Al hacerlo no afectan la efectividad del tratamiento en cada paciente, más bien logran que otros, en un futuro tengan garantizado su atención, al controlar parte del presupuesto destinado a estos menesteres.
Y es que este personal ama lo que hace y solo quieren aliviar el malestar de estos pacientes. “Aquí entendemos de amor, eso es lo que necesitan los que llegan”, dice Julia en un intento de justificar el deseo inmenso que tienen de ampliar sus metas, de lograr un quinto turno de trabajo, y de, a pesar de no ser un país millonario, continuar aliviando estas almas gratuitamente.