Cuentan que era a media mañana, y que podría venir porque estaba en Villa Clara después de muchos años. La visita resultó ser una sorpresa, porque entró como un amigo que conoce el lugar.
Los trabajadores del área de Economía de la Inpud Primero de Mayo de Santa Clara, salieron a su encuentro.
Era el 30 de septiembre de 1996: allí estaba Fidel, lo acompañaba el hoy Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en aquel entonces primer secretario del Partido en la provincia.
Quienes estuvieron allí confiesan que al verlo sintieron una atracción desconocida, una impresión casi mágica, que más allá de marcar distancia entre el líder, el jefe, el paradigma, los absorbía por tenerlo cercano, inmenso, triunfador… Aseguran que esa sensación la produjo su mirada penetrante, quizás fueron sus pasos inmensos, firmes, exactos; hay quienes piensan que se debió a sus manos, también largas, visiblemente suaves, con gestos leves, pero enérgicas sobre los utensilios que ellos producían y que tocaba con satisfacción.
“Aún siento aquel espíritu creador, enriquecedor, que nos impregnó a todos su visita”, narra Mayra Bernal Carbona, una de las trabajadoras que salió a su encuentro. Ella rememora orgullosa aquellos minutos en que la abrazó y en que recibió aquel beso cálido.
“La industria se convirtió en un hormiguero, salimos a verlo, gritamos frases de cariño y le decíamos: ¡Fidel!, ¡Fidel!, Fidel!, le aplaudíamos. Entonces en un instante informal comenzó a hablar, lo hizo tan bajito que enmudecimos para escucharlo.
“Preguntó por el trabajo, por lo que estábamos produciendo en ese momento. La industria estaba oxigenándose después de varios años difíciles producto del período especial en que casi todos nuestros renglones se vieron afectados. Fueron épocas duras que tratábamos de superar y sortear con inteligencia, él sabía de ese esfuerzo”, afirma Mayra y en sus palabras está la convicción de un colectivo que buscó alternativas y soluciones para impulsar producciones únicas en el país, en medio de una adversidad singular.
“Siento que lo que más le impresionó fue la juventud de la fuerza laboral, porque repetía constantemente, qué bueno que hay jóvenes. Su visita fue un impulso para que siguiéramos produciendo, fue un empuje, una inyección de energía que aún inspira”.
Posteriormente a este encuentro con los primeros trabajadores, llegó a la planta de ventiladores Trópico, la que se puso en marcha desde hacía un año a partir de los convenios de colaboración entre Cuba y la República Popular China.
Antes de marcharse estuvo en la sala de historia donde se conservan fotos de la inauguración del centro con la presencia del Comandante Ernesto Che Guevara, entonces ministro de Industrias, el 24 de julio de 1964. Allí se interesó por la fabricación del nuevo tipo de refrigerador Antillano de dos puertas; y que al tratar de abrir una olla de presión Pronto, y no lograrlo, expresó: “Esta olla parece un tanque de guerra”, ponderaba así la durabilidad del artículo, indispensable en las cocinas cubanas.
Como colofón, en el libro de visitantes escribió: “Me marcho con una magnífica impresión de los trabajadores, tenaces, disciplinados, capaces, y de la planta, lo que hace posible una producción de alta calidad y competitividad. Siento orgullo por este colectivo, casi todos jóvenes y muy jóvenes. ¡Así debemos marchar!”.