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Lima.- Miguel Albán es un viejo “zorro” del sóftbol, lleva más de tras décadas vinculado a la disciplina en puesto de dirección, técnico o federativo. Por eso cuando asegura que el equipo masculino está en Lima 2019 para luchar por la medalla de oro se impone escuchar su criterio, siempre acompañado de interesantes y lúcidas reflexiones.
“La meta de discutir el título en los Juegos Panamericanos está bien fundamentada. Recientemente regresamos del Campeonato Mundial en la República Checa, justa a la que regresamos después de 32 años y donde se apreció que tenemos posibilidades de vencer a los rivales que veremos aquí”.
Albán sostiene que en la cita del orbe se perdió con marcadores cerrados, aspecto que indica calidad. “Caímos 3-2 frente a Argentina, que fue el campeón, sin embargo, reconocemos que el juego no supimos dominarlo. No estuvimos a la altura técnica-táctica en un inning y el rival fabricó las carreras que nos condenaron”.
Afirmó que en suelo peruano chocarán con contendientes que ya conocen nuestra calidad. “Estados Unidos, México y Venezuela son selecciones antes las que ganamos y perdemos, y a los argentinos, a pesar de su gran nivel ya los retamos, y estamos al corriente de sus virtudes y defectos. Por eso digo que la meta trazada no es descabellada. En la actualidad somos sólidos en pitcheo y ofensiva, la defensa nos ha flaqueado, pero hará su trabajo”.
El también director de la Escuela Nacional de esta disciplina, en Ciego de Ávila, aseguró que si en la actualidad el sóftbol goza de buena salud es gracias al apoyo del Inder.
“Los últimos años han ido beneficiosos. Se pudo asistir a varias bases de entrenamientos y topes de confrontación A ello se suma la ayuda de nuestro organismo, siempre atento a lo que necesitamos, y que redunda en que cada día se fortalezca más nuestro deporte. Una muestra de ese respeto hacia nosotros es que tras llegar aquí varios rivales decidieron jugar con nosotros. Eso se llama prestigio”.
Miguel Albán sabe de lo que habla. Su olfato de avezado cazador casi nunca le falla. Los ojos del viejo “zorro” siempre resplandecen cuando se despide ratificando que vienen a ponerla “dura” en una batalla donde se juega con una bola blanda.
