Sin duda, amo a Santa Clara.
La quiero por sus colores, por su luz diversa y diferente en cada espacio: ámbar en el Parque del Carmen, lugar de fundación, más brillante en el centro, azul hacia la Plaza del Che, verde por el Capiro y hasta gris en la zona industrial.
La amo porque, aunque no nací aquí mis padres decidieron bautizarme en la Iglesia del Carmen, eso me hace un poco pilonga desde la raíz y siento a las liras de las rejas de sus inmuebles, tatuadas como una canción de cuna muy dentro de mí. La quiero porque admiro y encuentro bellas sus ruinas, sus parques, las aves del atardecer, por la envolvente música que es singular: unas veces coral, otras trovadoresca, también porque su silencio se convierte en un grito en días memorables como aquel del regreso del Che y sus compañeros de lucha, o la madrugada triste de la partida hacia la eternidad de Fidel.
La quiero porque quiso el azar que mi hija naciera en esta ciudad el día en que Doña Marta Abreu, cubana excelsa, benefactora y patriota, cumplía 150 años, eso me la hizo aún más entrañable.
Amo a esta ciudad del centro del país porque su historia siempre conmueve, marcada por batallas y luchas que se ha decidido aquí : la de Titá Calvar en la contienda grande de los diez años, la de Leoncio Vidal en la Guerra Necesaria, o la batalla contemporánea del Che Guevara, ese guerrillero, que me ha seguido o he seguido, a “todas partes”, en las escuelas donde estudié , colgado en una foto de la pared de las casas como un familiar amado, o desde la Plaza y Memorial, que son templo al valor y la entereza, recinto que cada vez se me hace más intimo y personal, en la medida en que se vuelve más universal.
Es que desde aquel día en que Guevara llegó por un camino vecinal para libertar la ciudad y quien luego regresó para continuar batallando junto a todos, Santa Clara fue la misma y a la vez distinta, sus habitantes fuimos otros, más fuertes, más santaclareños.
Quiero a Santa Clara por la capacidad de resistencia de sus gentes, por la entereza e inteligencia de ese pueblo, por la resolución a ser siempre mejores, por alzarse entre entuertos y emprender caminos certeros, por desarrollar la ciencia, la cultura, la industria, la vida integra en medio de las más adversas dificultades.
Mi Santa Clara recupera su esplendor en el aniversario 330 de su fundación, estos años no la volvieron añeja, se ha rejuvenecido con el esfuerzo de muchos. Está altiva en medio de su bohemia, con sus poetas, pintores y cantores, con sus nuevos colores, con la savia que robustece y allana el alma para seguir queriéndola y hacerla triunfar siempre como la dama elegante del centro de Cuba.