El del Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez en la clausura del IX Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, es ya un discurso esencial en la historia de la cultura nacional. El entusiasmo de los delegados e invitados a la cita era manifiesto este domingo a la salida de la sala donde sesionó el plenario, en el Palacio de Convenciones. Fue un cierre de altura para un programa muy bien organizado, que pudo resumir en dos jornadas varios meses de encuentros previos.
La historia explicita ciertos vínculos: justo el día en que se conmemoraban los 58 años de las célebres Palabras a los intelectuales, el discurso con el que el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz puso las bases de lo que sería la política cultural de la Revolución, Díaz-Canel —máximo exponente de una nueva generación de dirigentes— marcaba en su intervención la continuidad de un nexo estrecho entre la nación y sus creadores, fundamental en el proyecto de un país mejor.
Los asistentes “interrumpieron” varias veces al Presidente con aplausos y aclamaciones; el plenario se puso más de una vez de pie para apoyarlo. “Es que dijo lo que había que decir, sin medias tintas, sin complacencias, con un dominio de los principales problemas de los artistas y una sensibilidad especial. Yo me sentí como seguramente se sintieron los que escucharon a Fidel en 1961. Sentí que estaba siendo testigo de un momento excepcional”, contaba una delegada.
Ha sido, a todas luces, un Congreso intenso. Y no solo por la renovación de parte del equipo de dirección y gobierno de la Uneac, no solo por la cantidad de momentos emotivos (la decisión del nuevo Consejo Nacional de distinguir a Miguel Barnet con la condición de Presidente de Honor; el homenaje a grandes figuras de la cultura cubana…), sino también —y sobre todo— por la calidad de las discusiones.
No fue un debate sindical (para eso está —y no solo para eso— el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura): fue un debate centrado en los problemas de la creación; en la proyección del arte; en la relación de los artistas con las instituciones (las instituciones están “por y para los creadores y para su obra, no a la inversa”, recalcó Díaz-Canel); en los desafíos de las escuelas de arte (“… si deseamos toda la libertad posible, que es hija del saber y la virtud: ¡hay que fortalecer la escuela cubana!”: la frase que leyó la actriz Corina Mestre en el dictamen de la comisión de Enseñanza artística fue una de las más aplaudidas); en los vínculos del turismo, la economía y las industrias culturales con la creación; en el potencial de las nuevas tecnologías para socializar lo mejor de la cultura; en la necesidad permanente de la crítica…
No ha habido engañosa y superficial unanimidad en las sesiones; se le ha dicho al pan, pan, y al vino, vino; se hicieron propuestas concretas.
Después de que se constatara la abrumadora mayoría de votos que recibió en las elecciones para el nuevo Consejo Nacional, el realizador audiovisual Luis Morlote Rivas, hasta ayer vicepresidente primero, fue presentado como el nuevo presidente de la Uneac. Encabeza un equipo de trabajo que ya comienza a elaborar este lunes porque el mandato que ha recibido de los delegados es un compromiso permanente: no hay tiempo que perder.
Miguel Díaz-Canel lo pidió en sus palabras finales: “¡No dejen morir el Congreso!”.
El presidente saliente Miguel Barnet habló desde la absoluta identificación con las ideas de Fidel Castro. Lo recalcó al final de su alocución este domingo: “… la cultura es lo primero que hay que salvar, porque la cultura es el imaginario y la memoria de la nación, el núcleo de su resistencia y futuridad”.