En el Reporte sobre tráfico de personas presentado por la Administración de Barack Obama se afirma que “ya que el gobierno dedicó suficientes recursos para redactar un plan que, de ser implementado, representaría un importante esfuerzo para cumplir con las normas mínimas, Cuba recibió una exención conforme a la Ley de Protección de Víctimas de la Trata; de lo contrario (…) habría descendido obligatoriamente al Nivel 3. Por lo tanto, Cuba queda en la Lista de vigilancia del Nivel 2 por tercer año consecutivo”. Esto ocurrió en el 2017.
La relatora especial de Naciones Unidas sobre la Trata de personas, Maria Grazia Giammarinaro, realizó una visita de trabajo en abril de ese mismo año y en la conferencia de prensa de cierre reconoció la voluntad política de las autoridades cubanas para enfrentar, con tolerancia cero, los delitos asociados a la trata, destacó el enfoque multidisciplinario con que se afronta el fenómeno en el Plan de Acción Nacional para la Prevención y Enfrentamiento a la Trata de Personas (2017-2020) y dio fe de que este “es un país menos vulnerable que otros”, aunque sugirió la necesidad de actualizar algunos conceptos y prácticas en el sistema jurídico.
En Cuba los ciudadanos cuentan con “un elevado nivel de educación, conocen sus derechos” y “los servicios sociales tienen una amplia cobertura”, lo cual ofrece a “las autoridades la oportunidad de intervenir cuando, por ejemplo, hay un menor en riesgo”, declaró Maria Grazia en esa ocasión.
Dos años después hemos llegado al Nivel 3 de la lista estadounidense, según anunció esta semana Mike Pompeo, Secretario de Estado de los Estados Unidos. La vieja amenaza se convirtió en realidad gracias al presidente Donald Trump y al resto de los actuales inquilinos de la Casa Blanca.
La pregunta es por qué ahora.
Que Cuba sea incluida en una lista como esa —o en la de países patrocinadores del terrorismo, con lo cual también amenazan— es una afrenta más, sobre todo de índole moral, pues, en lo material, a los Estados acusados se les restringe la asistencia económica (que no recibimos), o se les retiran los apoyos del Fondo Monetario Internacional y de organismos de desarrollo global, con los cuales hemos preferido mantener distancia para, entre otras razones, no dar cabida a chantajes como ese.
¿Trata o treta?
El artículo 3, párrafo (a) del Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, define el flagelo “como el reclutamiento, transporte, traslado, refugio o recepción de personas, mediante la amenaza, el uso de la fuerza u otras formas de la coerción, el secuestro, el fraude, el engaño, el abuso de poder o de una posición de vulnerabilidad, o la entrega o recepción de pagos o beneficios, para lograr el consentimiento de una persona (…) con el propósito de explotación”. refiere a “la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, al trabajo o servicios forzados, a la esclavitud o prácticas similares a la esclavitud, a la servidumbre y la extracción de órganos”.
Es difícil comprender cómo tales conceptos condujeron a quienes confeccionan el reporte estadounidenses al programa de colaboración médica cubana en el exterior y vincularlo a la trata de personas, pero el tema se transparenta cuando conocemos tras ellos aparecen los senadores Marco Rubio y Bob Menéndez.
Ambos políticos han presionado por diversas vías para que el actual Gobierno restablezca un viciado programa de visas para los médicos llamado Parole acerca del cual el medio público de radio y televisión británicos (BBC) afirmó que “esa política incitó al personal cubano de la salud que colabora en terceros países a abandonar sus misiones y emigrar a los Estados Unidos, convirtiéndose en una práctica censurable que dañó los programas de cooperación médica internacional de Cuba. Fue uno de los programas migratorios de Estados Unidos que aplicaba sólo a cubanos. El 12 de enero de 2017, el gobierno de los Estados Unidos decidió poner fin a este programa, al igual que a la Política de pies secos-pies mojados”.
Ante la nueva treta del imperio contra Cuba no vale siquiera recordar aquello de que la mentira tiene piernas cortas, pues la de ahora ni siquiera camina. Su intención es empañar la imagen de Cuba y para ello usarán el amplio y tóxico arsenal imaginario de que disponen.
La doctora cubana Niurka Santiesteban Villalón, quien actualmente labora en el Centro de Diagnóstico y Orientación de Canaima, Estado de Carabobo, Venezuela, escribió en su página de Twitter:
Quien dice que al amor se puede obligar? los que no entienden de amor no deberian hablar de #Cuba. Los que no entienden de #Solidaridad no deberian hablar de los medicos cubanos que brindan salud y amor en cualquier parte del mundo¡¡ #CubaEsSalud pic.twitter.com/IiSFqbok9l
— NIURKA SANTIESTEBAN (@niurkstgo) 22 de junio de 2019