No es lo mismo ver el bosque desde afuera, que mirarlo desde adentro. Cuando lo caminas, sientes el fresco, el verdor, la sombra, el trinar de las aves, indicadores de la salud ambiental que se recupera o establece con la labor ingente de mujeres y hombres.
Hace una década, el índice de boscosidad en La Habana era de 4,87 por ciento. La reforestación, el manejo integrado del bosque, y la voluntad del país sitúan ese indicador en 18,52 %, y de seguro seguirá creciendo con la acogida de nuevos brazos que la lleven adelante.
La diversidad biológica, la recuperación de la biodiversidad en las zonas costeras, la forestación de las fajas hidrorreguladoras, el mejoramiento del uso y cuidado del agua y el suelo, la producción de alimentos y de recursos maderables también han sido elementos determinantes para otorgar a La Habana la sede de las actividades por el Día del Trabajador Forestal, que se celebrará el 21 de junio.
La Empresa Agroforestal es responsable desde la administración de bosques, la producción de alimentos y recursos maderables hasta los servicios de jardinería que dan valor social y embellecen el entorno capitalino.
Para otorgar la sede se tuvo en cuenta además, el fomento de los frutales, la atención a las áreas protegidas, el aserrado de árboles, la obtención de postes y carbón vegetal, comercialización de leña combustible y cujes para el tabaco.
Verde que crece
Hay que adentrarse en las fincas forestales que bordean a la capital para reconocer el esfuerzo de quienes hacen crecer el bosque. Muchos comenzaron casi sin instrumentos para tumbar el marabú y establecer las plantaciones; sin un techo decoroso para vivir, sin luz eléctrica ni agua potable.
En lo que antaño fuera el patio de chatarra de Antillana de Acero, en el Cotorro, resurge la vida. Aún quedan ciertos vestigios de los metales; sacarlos para usar el suelo fue el mayor de los retos; sin embargo, hay mujeres como Digneria González que sonríen al describir todo lo que ha conseguido con su trabajo y el de la familia.
La finca El Palmar, en sus 12 hectáreas, pare prodigiosamente. “No solo son árboles lo que plantamos; tenemos cultivos varios y flores, y las producciones las comercializamos a través de la Empresa. La mayoría garantiza la fuerza de trabajo en sus propias familias”.
Ella cultivaba una tierra en usufructo en Guisa, provincia de Granma, pero decidió encaminar sus pasos hacia la capital. “Mi esposo hizo un bajareque con tablas de palma y fibrocemento, y aunque lo hemos mejorado, no podemos hacer una vivienda confortable porque nos consideran ilegales, aunque tenemos dirección en La Habana”, asunto que perjudica a tantos de aquellos que como Digneria hacen producir la tierra en esta región.
Freiman, venido desde Holguín, fue un poco más dichoso, pues cuando llegó a su “pedacito de tierra” ya estaba encaminado, y ha ido mejorando la estructura de los cultivos para sacar más frutos.
Alexander Motolongo, director de Desarrollo de la Empresa; e Isidro Sigle, funcionario de la Delegación de la Agricultura en La Habana, destacan los resultados que tienen estas fincas integrales, que se iniciaron sin maquinaria ni equipos para preparar el suelo, y hoy disponen de algunos tractores, que formados en un pelotón, hacen las labores más pesadas.
Egidio Páez, presidente de la filial provincial de la Actaf (Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales), resaltó la contribución de los presupuestos asignados por el Fondo de Desarrollo Forestal, proyectos de colaboración y los programas de capacitación que se acometen para ampliar “los pulmones” de la capital.
Y desde la preciosa finca La Cantera, el solitario Félix relata cómo ha logrado hacerla sustentable, no solo creando el bosque, sino también produciendo posturas que lo ayudan a él y a otros a prosperar en este mundo diverso, bello y armonioso que significa vivir dentro del bosque.