Aún recuerdo las trasmisiones televisivas del octavo congreso de la organización, unos cinco años atrás. Mantuvieron en vilo a todo un país reflexiones de sus participantes, capaces de palpar lo duro y lesivo de nuestra realidad en tenaz intercambio que desde lo más ilustre del intelecto cubano desechó destellos de renombre y grandilocuencias del idioma.
“Este país ha tenido que caminar recorriendo sus propios extravíos como toda revolución verdadera”, aseveró durante aquella cita el Doctor Eusebio Leal Spengler, ya no solo apuntado como Historiador de la Ciudad de La Habana a razón de los premios y honores que en Cuba y el mundo se le han adjudicado.
En mi memoria reflexiones de los creadores no sólo para despejar cauces entre las instituciones culturales y la sociedad, la política cultural y el entresijo vital de la nación, asombró incluso que muchas de las problemáticas urgentes de hoy pasaran entre la mentes allí reunidas como “warnings of the future”, tambaleantes de cuanto arquetipo burócrata, medieval superestructura o descalabro oportunista imperara en cualquier rincón de la isla.
Mucho se discutió y participó e incluso cada momento irrumpe ante la cotidianidad el quehacer de los más de nueve mil cubanos que integran la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Por eso sueltas las amarras luego de las asambleas provinciales (antesala consecuente del congreso) el pensamiento de las artes y letras cubanas aportará superiores.
Una vez le escuché decir al propio Miguel Barnet, presidente de esa organización y uno de los intelectuales más respetados en Cuba y el extranjero que “la UNEAC estaba lista para cualquier cosa que dispusiera la Revolución”; así condensó el encargo que les ha mantenido en la vanguardia de un proceso político por más de cinco décadas de existir.
Dispuestos a la autocrítica, preocupados por el devenir de todos, ellos, como parte y partícipes develan deberes e individualidades al calor de profundas crisis de valores, la falta de exigencia, el descontrol, el irrespeto a la ley y otros escenarios internos avasallados por el egoísmo y la entelequia del dinero. Y si faltaran ejemplos ahí están los mil y un intertextos del cantautor Raúl Torres o la omnímoda poesía con que mi amigo Reynaldo García Blanco refleja cuánto calor abrase a los transeúntes de la ciudad de Santiago de Cuba.
Así de tranfusores se tornaron en el ámbito de las ineludibles transformaciones socioeconómicas por las que anda la sociedad cubana. Muchos –y hay que decirlo- sin renunciar a esas poses políticas y hasta si se quiere “acomodadas”, o el exilio oneroso de los libros y Premios, Giras interminables, colaboraciones mediáticas, discos y apariciones en la radio y la televisión para optar al mismo tiempo por “el activismo coherente” y el “yo sí creo y apuesto al mejoramiento humano”.
Viene a mi mente el escritor guantanamero Eldys Baratute que siendo homosexual, negro e intelectual es reconocido y respetado en cada calle, barrio, comunidad, centro laboral, estudiantil o cubil lumpen donde aparezca, porque simplemente el vivir la aventura de darse a las necesidades de su tierra del Guaso le convirtieron en un ejemplo.
Y valga aquí el empeño de Silvio, quien en sus periplos por los barrios ciertamente no ha hecho nada más que llevarnos su opinión, su credo y discurso, “su grano de arena” hasta el confín donde puede y al que se ha debido, en la lucha común por el bienestar y la esperanza -dos conceptos desordenados quizás precisamente, a partir de esos “íntimos parajes”-.
En esa medida y durante las asambleas de todo el país los miembros de la UNEAC valoraron y llevaron a razonamiento asuntos que trillan los lindes del patrimonio cultural y su consumo, la división entre élites y masas, la hiperpublicidad y las estrecheces de nuestra economía. La asamblea en Guantánamo, por ejemplo, se unificó en que lo construido desde la interlocución consciente de las cinco filiales ha de salir a la sociedad, con voz patriótica y humana; “entender al mundo de otro modo, pero también con claves que ayuden a cambiarlo” citaba alguien en medio del debate”.
También los desafíos en el orden interno llegaron casi al unísono y con resortes morales para a veces también sacudir angustias personales redimieron otra vez a la Patria por sobre todas las cosas.
Sin dejar de hacer, de gritar, de apresurar, de tranquilizar, de planear y proyectar…las palabras fundaron por atrayentes, inclusivas, fundadoras…
Es por eso que ahora el 9no congreso de la UNEAC será la oportunidad para escuchar la palabra viva de una generación y un sector que se aúna y afana en el compromiso actuante, factor esencial de nuestros algoritmos evolutivos de nación socialista, independiente, justa, soberana.
Construir y desarrollar la nación a partir de abordar como ejemplos movilizadores cualquier asunto en la impedimenta social, subyacentes o subjetivos y otros tan fecundos como la polarización y diversidad de ideas en torno a temas de la familia y la sexualidad tan debatidos durante el último referéndum.
Enhiestos en ese pendón fundamental que es la cultura cubana los miembros de la UNEAC llegarán a su otro congreso a finales del mes de junio y reafirmarán las palabras de aquel discurso durante el cónclave inicial de quien fuera su primer guía, el 14 de abril de 1961, a pocas horas de la invasión mercenaria por Playa Girón: “(…) en Cuba se ha producido un hecho de enorme importancia: se ha producido una revolución. A consolidarla aplicóse, desde los primeros instantes de ella, nuestro pueblo, y con esa revolución están los escritores y artistas que, habiendo nacido de él, trabajan y luchan a su lado. Aquí estamos todos nosotros”.